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Desempleo y tiempo libre

Por Antonio Sánchez Hernández
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antonioasanchezhgmailcom/16/16/22
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domingo 03 de abril de 2022, 22:01h
1975. Desempleo y tiempo libre, era un argumento cotidiano en Europa, en la época en que muchos dominicanos vivíamos en esa parte del mundo. Desde entonces se hablaba que en Europa había que reducir la jornada de trabajo y planificar el tiempo libre. Poco se hizo, pero como dice Octavio Paz, las palabras son hechas, a su manera.

1996. Se baja el telón y aparece el neoliberalismo en su faz más terminada. En este período de vacas flacas, que podríamos catalogar como una fase de angustia generalizada que atraviesan los países más desarrollados, el prestigioso académico Bernard Cassen, nos introduce en el tema sobre desempleo y tiempo libre en el viejo continente.

Se trata, según Cassen, de una estrategia doble del factor trabajo:
1) por un lado, transitar hacia una sociedad de mayor tiempo libre.

2) por otro lado, procurar trabajo a todos, en la medida en que el empleo es todavía la principal instancia de socialización y de acceso a ser ciudadano de alguna parte; al mismo tiempo que se abre un nuevo camino de mutación cultural, donde el tiempo libre ocupe un lugar relevante y se vea como un espacio compensatorio del equilibrio individual, al igual que el trabajo.

Trabajemos también para ganarnos un espacio en el tiempo libre e instalemos ese tiempo libre, es lo que nos sugiere Bernard Cassen, para los europeos.

¿Es factible? Europa vive un ambiente donde las olas de desarrollo tecnológico, al igual que en E.U y Japón, expulsan masivamente al empleado de su puesto de trabajo. En efecto, la actividad de producción de bienes y servicios, en un mercado libre, está desconectada del volumen de empleos disponible. O sea, que se puede producir más con un menor número de asalariados. La primera ola tecnológica de la década de 1970 y hasta el fin de la época de 1980, introdujo la informática, la robótica, las telecomunicaciones, las biotecnologías, empezó a transformar a la sociedad industrial en una sociedad de servicios, y condujo a un crecimiento cuantitativo sin creación de empleos.

La segunda ola tecnológica, introdujo los telecomandos de concepción, imágenes interactivas, sistemas expertos, la telecopia, mensajes electrónicos, etc., y ha incorporado una gran cantidad de mano de obra ultracalificada, pero en forma exigua, porque una parte de ella, cumple apenas con labores automatizadas de antemano. Por lo tanto, hasta la propia mano de obra ultracalificada, está marginada de antemano.

Cuando Gary Kasparov, el famoso jugador de ajedrez soviético, perdió su partida ante el sistema lógico Chess Genius II en septiembre de 1994, estuvo claro, que los avances tecnológicos marcan el paso, inclusive en el ajedrez.

La tecnología constante y la racionalización de los procesos productivos eliminan a parte del factor trabajo. Hace tres años en los Estados Unidos se creó el concepto de reconfiguración (reengineering). La idea de fondo es identificar, en la empresa, cuáles actividades se constituyen en el corazón de la propia empresa, eliminando o minimizando, todas las otras actividades conexas. De esta forma, se puede partir de cero, como en una página en blanco, poniendo a funcionar los medios necesarios y los objetivos de la empresa, sin tomar en cuenta la estructura existente.

Con esta ingeniosa fórmula, se gana rápidamente en productividad, aunque se despida a la mitad de los empleados. Dicho tan simple, puede parecer pura divagación teórica, pero si constatamos, como lo dice Cassen, que en los Estados Unidos la reconfiguración, ha eliminado ya 25 millones de empleos en el sector privado, el cual consta de 90 millones de empleos, veremos que los progresos apelando a una mayor productividad, son un hecho práctico. Lo mismo estaría sucediendo en Europa y en el Japón.

Este desempleo crónico, no se corresponde con un crecimiento anual de un 3%, por lo que el discurso político se está transformando en sal y agua, en los países líderes del mundo, y el liderazgo político hace crisis: el crecimiento no va acompañado de un mejor empleo en general. Citando a Andrés Gorz, el propio Cassen subraya que para valorizarse, el factor capital, no necesita más que una pequeña fracción, de la población económicamente activa disponible.

De ahí que el ejército de reserva laboral, el capital de los países desarrollados, lo encuentra en los países subdesarrollados, no en sus propios países, donde el salario es muy elevado comparativamente hablando.

"Las cifras oficiales de desempleo en países desarrollados están por debajo de la realidad. Estudios realizados demuestran tomando como base el año 1989, que el desempleo en Japón es en realidad de un 10%, no de un 3%. En los Estados Unidos el desempleo sería de un 9,6% en vez de un 6%. En Francia de un 14% en vez de un 12% y en Inglaterra del 12% en vez de un 10%”. (1) Porque en la realidad, la ofensiva para crear más empleos en los países ricos, consiste en crear empleos precarios, temporales, sin protección social y mal remunerados. Lo coges o lo dejas.

Cassen cita del Times: " Pepsico está en expansión, pero la mayor parte de los nuevos empleos lo ocupan aquellos que aceptan reducciones de salarios de casi la mitad. Igual sucede con Nabisco. Esta situación es tan compleja, que de acuerdo al Times, los empleos en el sector privado de los Estados Unidos, habrían disminuido en un 30% de 1992 a 1993. De ahí el surgimiento de una nueva pobreza, que es aquella de los empleos con bajos salarios".

Además, el culto a la competencia y al libre cambio agrava la situación cada día.

La competencia y la competitividad son muy beneficiosas para una empresa en específico, pero no para el personal, que deviene desempleado o con el salario reducido. Si se toma en cuenta que las dos terceras partes de los intercambios comerciales, en Europa, se realiza, en la propia zona comunitaria, se concluye que las partes del mercado tomados por unos se realizan en detrimento del mercado de trabajo europeo en general.

Por ejemplo, en las empresas textiles se han suprimido 434 mil
puestos de trabajo.

La respuesta tradicional de los libres cambistas es que las actividades industriales deben concentrarse en aquellas industrias de gran densidad de capital y sobre los servicios de alto valor agregado. Así se ha hecho, pero el desempleo sigue subiendo.

Bernard Cassen nos recuerda que si el sistema de mercado puede perfectamente reducir los empleos, en cambio la sociedad puede mantenerse firmemente cohesionada sólo si un número creciente de necesidades, de orden más cualitativas que cuantitativas son satisfechas. Porque en verdad un desempleo tan grande se debe acompañar de una penuria creciente en el suministro de servicios.
¿De cuáles servicios se trata?: en primer lugar de los servicios públicos clásicos: educación, salud, justicia, transporte etc. donde los ciudadanos simples advierten calidad de vida y seguridad social.

“Tanto la Europa del Oeste como, sobre todo, la Europa del Este advierten una baja sensible de la calidad de la vida, a causa de la carestía y del desempleo, aunque las empresas reformadas hayan aumentado la cuota de riqueza. En Francia, por ejemplo, la riqueza nacional ha aumentado en un 35% en el último decenio. Pero el problema es la distribución de la riqueza: hay más pobres que nunca". (1)
De ahí que sea vigente, disminuir la jornada de trabajo a 30 horas semanales, para crear una jornada extra y ocupar en esa jornada a los desempleados. Esto significa aumentar el tiempo libre. Y esto nos conduce a una reestructuración del tiempo libre.

¿Qué hacer en este tiempo libre? Supongo que los expertos en tiempo libre, dentro del Tratado de Maastrich, fiel al postulado de una economía de mercado abierta, podrán resolver el problema de disminuir la jornada de trabajo hasta 30 horas semanales y estén en capacidad de poner a competir esos países, con aquellos donde la jornada es el doble, y se gana diez o veinte veces menos.

Me refiero a los países pobres. Y también, que habrá un flujo mayor de inversiones, sobre todo ahora que los países subdesarrollados están abriéndose de par en par a la inversión extranjera, partiendo de las ventajas comparativas del factor trabajo.

1) BERNARD CASSEN. IDEM. LE MONDE DIPLOMATIQUE. NOVEMBRE 1994.

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