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La solución: enterrar carbono en la tierra en vez de lanzarlo a la atmósfera.

Azua
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Cambio Climático y Competitividad Agrícola

martes 12 de enero de 2016, 14:13h

Por Jaime Moreno

El Acuerdo Climático de París nos ayuda a estar claros en que la única forma de mantener la vida en este planeta es parando la emisión de carbono. Sin embargo, tenemos que redefinir el rol del carbón en nuestro ciclo de vida. Se debe fomentar la creación de ciclos que imiten el mismo ciclo de carbón de la naturaleza. Hacer que el suelo vuelva a ser el lugar ideal para recoger y capturar el carbón en exceso que ahora hay en la atmósfera. Tenemos además que cambiar nuestra cultura agrícola, por una agricultura regenerativa, para así restaurar el 6% de capa vegetal sana en nuestro suelo y volver a tener un 50% de carbono en ella.

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  • Ciclo alimento, agua y energía

    Ciclo alimento, agua y energía
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    Azua
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    El mundo verde en nuestras manos

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El Acuerdo de París sobre Cambio Climático ha dejado a un gran grupo de personas con cierto grado de optimismo. Aun cuando no especifica consecuencias, define un camino para generar recursos para empezar soluciones compartidas. Se debe observar, sin embargo, que el sector agropecuario casi se ha dejado fuera del acuerdo, cuando es a su vez el que más afecta y el más afectado por la forma en que se relaciona con los todos los ecosistemas y los servicios que recibe de éstos. Es uno de los que más afecta porque es el mayor emisor después del sector energía, y es el más afectado porque los extremos de sequías y lluvias intensas causados por el cambio climático merman su capacidad de producción.
Lo correcto es empezar con la idea de que la AGRICULTURA y su competitividad son la SOLUCION al Cambio Climático. Esta frase anterior se basa simplemente en el criterio de que el exceso de dióxido de carbono en la atmósfera es el mayor causante de los cambios en temperaturas que desestabilizan los patrones climáticos y los ecosistemas en todo el planeta.
Pero nuevos enfoques destacan que el dióxido de carbono no debiera ser visto como nuestro enemigo. La realidad es que la tierra entera está compuesta de esta molécula y especialmente todo lo que tiene vida y por eso decimos que en la agricultura está la solución. El problema es que estamos acumulando el dióxido de carbono en el lugar inadecuado, en la atmósfera donde desestabiliza todo y no en la tierra misma donde es fuente de vida.
La AGRICULTURA depende de la calidad de los suelos y de esta calidad es de donde proviene el balance que permite que exista la atmósfera que tenemos. Las plantas crean el oxígeno y recogen el carbono de la atmósfera y lo transforman en diferentes tipos de carbohidratos con los que se construye el suelo.
Lo que está sucediendo es que estamos extrayendo mayor cantidad de carbono, guardado en forma de combustible fósiles, que lo que nuestra vida vegetal tiene capacidad para absorber.
El asunto es aún más complejo: La llamada agricultura moderna administra el suelo sin tomar en cuenta el ciclo del carbón y provoca emisiones desde el suelo a la atmósfera en diferentes formas. Esto último también ha conllevado consecuencias acumuladas preocupantes.
La capa vegetal del suelo está constituida en un 50% de carbono. En otras palabras, el componente orgánico del suelo (humus) es un 50% carbono y es vital para la salud humana. Hoy día cuando se habla de agricultura moderna sólo se mencionan los componentes de nitrógeno, potasio y fósforo. Este descuido conceptual ha llevado a que los suelos cultivables del mundo hayan perdido entre el 50% y el 70% del carbón que contenían. Esta pérdida ha ido a parar a la atmósfera ya sea por oxidación o por erosión al mar pero en ambos casos en forma de dióxido de carbono, causando mayores daños al ambiente y reflejándose en los pronunciados cambios al clima. Esta pérdida ha llevado a que el material orgánico del suelo ha pasado de un 6% del mismo a menos de un 3%, según calculan los expertos.
Manejos forestales, sistemas de arados, marcos de siembras, monocultivos etc. etc.... han desnudado la tierra de su piel protectora que permite la existencia de un suelo saludable. Los suelos con esos manejos no solo evitan que haya menos captura de carbón sino que han convertido a la agricultura misma en un emisor neto.
El asunto se agrava cuando le sumamos los fertilizantes y pesticidas que por sí solos causan grandes emisiones y destruyen los microorganismos que construyen la materia orgánica y mantienen la salud del suelo. Si a esto le sumamos los masivos hatos ganaderos y de pollos, entonces podemos comprender que estamos ante un culpable sin necesidad de jurado.
El Acuerdo Climático de París nos ayuda a estar claros en que la única forma de mantener la vida en este planeta es parando la emisión de carbono. A partir del acuerdo parece que ahora habrá más recursos para la tan necesaria reforestación e incentivos para usar la energía con más eficiencia, generar energía a partir de renovables mucho más limpios en todas nuestras actividades, reciclar nuestros desperdicios inteligentemente además de compostar.
Pero tenemos un gran dilema: 1) ¿Dónde ponemos todo ese exceso de carbón que necesitamos recoger de la atmósfera para restaurar el balance? 2) ¿Cómo al mismo tiempo podremos producir suficientes alimentos para una población creciente?
La respuesta a la primera interrogante está en la piel del planeta, el suelo. Se debe trabajar inteligentemente fomentando sistemas que aseguren el trabajo de la fotosíntesis, masivamente reciclando todo lo orgánico y retornando al suelo y creando suelos que por su salud absorban el CO2 en vez de emitir CO2. En otras palabas, se debe fomentar la creación de ciclos que imiten el mismo ciclo de carbón de la naturaleza.
Las soluciones vendrán de estudiar las variedades forestales cosechables de crecimiento rápido para que de esa manera permitan que los servicios ambientales de la foresta hagan su trabajo. Estas variedades deben ser especialistas en remediación de suelos áridos y tóxicos con rápida recuperación de la capacidad de retención de aguas y nutrientes que ayuden a crear un sistema natural de captura de CO2 de la atmósfera.
Tenemos además que cambiar nuestra cultura agrícola para que los modelos de cultivo respeten el ciclo de carbón definiendo nuevos métodos que sustituyan el arado y otras formas de mover la tierra que además de innecesarias y costosas hoy día están causando que la tierra agrícola y ganadera sea un emisor neto de gases con efectos invernaderos.
A este tipo de agricultura y forestería se le ha dado el nombre de AGRICULTURA REGENERATIVA que es aquella que reconstruye el suelo, incrementa la capacidad y resistencia a los cambios extremos (sequía y exceso de lluvias) y además ayuda que la biodiversidad misma pueda capturar carbón de la atmósfera.
Imaginemos que aprendamos a trabajar compost de forma natural y sofisticada con hongos, enzimas y bacterias que forman una asociación simbiótica con las raíces y el suelo. Ya conocemos el hongo Mycorrhizae que es original del bosque que ayuda grandemente a las raíces de plantas y árboles a aprovechar los nutrientes. Existen otros hongos, bacterias y algas que podemos incorporar al proceso de restaurar la salud de nuestros suelos.
Se necesitan romper paradigmas. Tenemos que desarrollar ingredientes que permitan que los desechos humanos puedan ser usados en la restauración de suelos sin riesgos a la salud humana. Puede que la solución esté en organismos como los llamados soldados negros (black soldiers) que remueven tóxicos de desechos orgánicos o en algunos tipos de lombrices que también tienen esa capacidad.
El objetivo es lograr restaurar el 6% de capa vegetal sana en nuestro suelo y volver a tener un 50% de carbono en ella. Los expertos plantean el retener giga-toneladas de carbono en el suelo agrícola como una solución realista e impactante que permitiría la restauración del balance climático.
El segundo dilema implica innovaciones que aumenten la productividad de la tierra de forma exponencial. Esto implica estar preparados para manejar cualquier desbalance que genere enfermedades y amerite adiciones de nutrientes de forma intensa tal como lo hace la mal llamada agricultura moderna que utiliza insecticidas y fertilizantes.
Estas innovaciones necesariamente no las puede generar el sector agrícola sólo y por ello se debe mirar a la fuente de generación de carbono a la atmósfera como una solución. Para esto tenemos que redefinir el rol del carbón en nuestro ciclo de vida.
Todo ser vivo es basado en o es de carbón. No podemos existir sin él. Es el principal componente en azúcares, aceites, proteínas, grasas y hasta en los músculos que nos sostienen como humanos. El problema con los sistemas que hemos creado es el lugar donde colocan el carbón -- en la atmósfera, que ahora es la fuente de la desestabilización ambiental que nos preocupa.
En este escrito hemos planteado la necesidad de sembrar grandes extensiones del suelo de la tierra con variedades de árboles que recuperen el suelo y al mismo tiempo recogen de la atmósfera grandes cantidades de carbono. La remediación está entonces en el uso de esas variedades de biomasa de rápido crecimiento.
Reiteramos que de ahí es de donde viene la solución más interesante que es hacer que el suelo vuelva a ser el lugar ideal para recoger y capturar el carbón en exceso que ahora hay en la atmósfera. Para esto se recomienda sustituir, de la manera más rápida que el sistema nos permita, el uso de combustibles fósiles por biomasa como combustible.
La razón no sólo es porque nos da un uso inmediato a la biomasa que produciríamos con nuestra solución al problema de clima, sino porque es una fuente que nos permite enterrar el carbón de forma eficiente en el suelo. De acuerdo a nuevas tecnologías, también nos ayudaría con pesticidas y fertilizantes naturales que fijan carbono y nitrógeno en el suelo.
Entre las nuevas tecnologías está la pirolisis, un proceso termoquímico mediante el cual el material orgánico de los subproductos sólidos se descompone por la acción del calor, en una atmósfera deficiente de oxígeno y se transforma en una ambientalmente positiva mezcla líquida de hidrocarburos, gases combustibles, residuos secos de carbón y agua.
Con la pirolisis y la gasificación de biomasa generamos energía y al mismo tiempo podemos recuperar como destilados suficiente carbono y nitrógeno para ser usados como pesticidas o como fertilizantes. También tendremos carbón o bio-carbón que es un material que sirve para mejorar la calidad de los suelos y puede ser mezclado de forma eficiente con hongos, levaduras, bacterias algas y un número infinito de componentes que nos permitiría regenerar nuestra capa vegetal a una velocidad espectacular.
Está más claro que el agua. Los dominicanos podemos darnos cuenta que la solución está en enterrar el carbono en la tierra en vez de lanzarlo a la atmósfera. Es un paso que podemos dar que sería beneficioso para todo el sistema, con mayor productividad para la agricultura y favoreciendo nuestra salud. Cuando el suelo mejora su nutrición, retiene más agua y la productividad agrícola se transforma como la revolución verde pero sin las consecuencias. DEMOS UN SALTO EN LA COMPETITIVIDAD DE LA AGRICULTURA.
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