Santo Domingo.- Lo que cambia es el ojo, en función de la edad y de la evolución de las
patologías que los afecten. Es posible que un niño o una
niña con defectos refractivos elevados -miopía (dificultad para ver de lejos) o
hipermetropía (problemas de visión a distancias cortas) - tenga que usar
espejuelos a partir de los 18 meses; y ser examinado por un oftalmólogo dos o
tres veces por año para cambiar la indicación de sus lentes de acuerdo al
crecimiento del globo ocular y a los cambios en la condición visual.
"Los defectos refractivos del
niño evolucionan muy rápido. Si no se corrigen totalmente, sus ojos aprenden a
ver mal. Esto afecta su rendimiento escolar y sus patrones de conducta, por lo
que es vital que reciban atención médica para evitar daños irreversibles",
advierte el retinólogo Juan Lorenzo Ubiera, de la Fundación Centro Láser.
En los adolescentes, la miopía se inicia entre los 14 y 15 años. Uno de los
principales síntomas es que no ven bien lo que sus maestros escriben en la
pizarra y les resulta mucho más fácil copiar la clase del cuaderno del
compañero en la butaca contigua. "Los jóvenes con problemas visuales deben ser
evaluados una vez por año como mínimo", agrega.
Los defectos refractivos se estabilizan
entre los 18 y 21 años; pero en los adultos, además de éstos, enfermedades oculares como la catarata, el
glaucoma, la retinosis pigmentaria y la degeneración macular; y males sistémicos como la diabetes afectan la
salud visual, lo que hace necesaria al menos una visita anual al oftalmólogo.
A partir de los 40 años aparece
la presbicia, una reducción del poder acomodativo del ojo que provoca
dificultad para enfocar objetos cercanos. Se corrige añadiendo una ventana
bifocal a los espejuelos.
En la sexta década de vida, las
personas pueden padecer de catarata u opacidad del cristalino o de cambios en
los vasos sanguíneos de la retina que modifican el campo de visión y la agudeza
visual, lo que suele confundirse con un problema de anteojos.