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De la mar vivimos, también de la tierra (parte 2)

Por Antonio Sánchez Hernández
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antonioasanchezhgmailcom/16/16/22
http://antoniosanchezhernandez.com/
lunes 19 de agosto de 2019, 14:36h
“Todo autor es esclavo durante un momento de sus personajes porque ellos llevan en si verdades atroces que merecían ser conocidas” Roberto Arlt.
“Los recién llegados, españoles y africanos, asimilaron enteramente los hábitos alimentarios indígenas. Aprendieron a comer su comida y a guisarla a su manera, a gustar sus bebidas y a utilizar las yerbas medicinales; aquí aprendieron a fumar, a construir sus canoas y sus piraguas, sus cacharros, sus tejidos, sus hamacas; agregaron a los métodos de caza de animales salvajes de los indígenas, un sistema de cultivo en terrazas con muros de contención en terrenos inclinados. Construyeron sus caminos y canales. Tomaron como suyas centenares de palabras de sus muchas lenguas".
  • Sí señor, en este valle abandonado y exuberante, con una sociedad basada en castas depauperadas, con hombres de primera, de segunda, de tercera y de cuarta categorías, todos pobres en la realidad, hemos vivido desde entonces maravillados por el Poder y acogotados por una pobreza secular. De manera que nuestros antepasados que aquí inventaron el tiempo, inventaron también la eternidad del poder como contraste. Y para que las culturas nativas no fueron decapitadas y toda la alta cultura del indígena de esta isla perdurara, antes de despedirse de este mundo, pues la vida es aquí siempre tierra de paso, nuestros taínos más capaces, sus caciques, con su previsora inteligencia, tuvieron el cuidado de transferir sus conocimientos a los españoles, y así las técnicas comunes de sus vidas perduraron y se mezclaron con las técnicas europeas y africanas, nos dice Mencía, llena de orgullo.
  • Es cierto. De esta forma, exclama Anastasio Frómeta, "el mar fue integrado por los españoles con las redes de pescar de los indígenas. Los dos recién llegados aprendimos a utilizar la flecha, el veneno y la red de bejucos que los taínos colocaban en los ríos. Aprovechamos además los moluscos, ostiones y almejas, hasta el punto que sus asentamientos arqueológicos están constituidos y son identificados por depósitos conchíferos. Asimismo los crustáceos. La jaiba, que es una variedad de cangrejo aborigen fue incorporada al paladar de los nuevos visitantes. El cielo también serviría de alimento. Los indígenas eran excelentes cazadores y tenían a su disposición una gran variedad de especies nativas y migratorias: patos, tórtolas, codornices, rolas, rolitas, rolones, cotorras. Los españoles y los negros aprendimos a cazarlos. De la tierra que estaba dotaba de diversos tubérculos y raíces fue asimilada la yuca, que era un plato predilecto por los indígenas. Tratado al fuego la yuca produce el casabe, que era el pan indígena de entonces y que se servía en raciones diferentes de acuerdo a la jerarquía del taíno. Con la yuca se alternaban la batata, la yautía, el ñame, el mapuey, la auyama o calabaza, lerenes, maíz hervido, tomates".
  • Vista la variedad de productos del mar, de los ríos, de la tierra y las aves, es posible especular que con una adecuada combinación era más que suficiente para alimentar a grandes contingentes de personas. Lo único que quedaría por decir es que su integración a los productos españoles, como el arroz, habichuela, carnes y legumbres, muestran que la cocina española de la época, ya conocía de las propiedades alimenticias de los productos encontrados en la isla. "La batata, por ejemplo, se difundió en Europa como un producto gourmet al igual que las frutas tropicales". Los españoles no morían ni de hambre ni de soltería. Los indígenas tampoco morían de hambre, pero si por las epidemias desatadas por las nuevas bacterias para las cuales no tenían anticuerpos: la viruela, el sarampión y la sífilis, que vinieron con los españoles y negros, y sobre todo por el impacto cultural, que se resume en los nuevos estilos de vida de dos de los recién llegados, me abrumaban, reconoce Mencía 4ta.
  • La alimentación y la sensualidad fueron los dos elementos principales de integración del español y del negro a la cultura indígena, acota Mencía. En cambio, la religión, las castas sociales y fundamentalmente el idioma, fueron motivos de discordias que nos separarían durante mucho tiempo. Lo más destacado, quizás, en esta transferencia cultural fue el respeto de los indígenas al culto de la madre naturaleza, rasgo que traspasaron a españoles y negros.
  • Abuelo, tendrá que perdonarme, pero por lo que usted me cuenta, pienso que nuestros indígenas tuvieron más de una sola razón para ser felices, aunque fueron atropellados en sus creencias culturales más íntimas.
  • Es probable. Divagar ahora es una entera posibilidad. Pero te reitero: no es que nuestros antepasados indígenas fueran infelices; la alegría habitaba nuestro pasado remoto, lo sé, al igual que ahora, en nuestro presente post moderno: en realidad la alegría está en cada cual, o simplemente no está, porque todos los paraísos humanos que se conocen hasta ahora son siempre interiores. Ellos, todos ellos, se integraron a su manera, como pudieron y aquí no hago excepción alguna. Creo que ese tiempo fue tempestuoso y asaz miserable. En mi opinión no podría recordar ninguna risa, ni siquiera una risa de jovencitos que no fuera una risa apagada, entre españoles e indígenas. No se acostumbraba reir mucho en esas antiguas familias coloniales, salvo en las familias negras. Los habitantes originarios de esta isla eran oriundos de tres lugares tan distantes del planeta, con culturas tan diferentes, que al principio comenzaron por acostumbrarse a hablar sólo en voz baja, casi en susurros, como si temieran despertar recuerdos que debían dormir en paz.

Pero eso no significa que nuestros antepasados fueran unos desgraciados, y debo decirte también que casi nunca se les oía llorar, grave error, sólo que quizás por lo inesperado del encuentro, tal vez eran un poco taciturnos. Dependían de las severas circunstancias de esta época, en la que un mundo nuevo apenas comenzaba a conocerse, a aclimatarse a un estilo de vida completamente desconocido para todos; ello es válido, tanto para los que ya vivían felices a su manera en esta isla, prácticamente en taparrabos, como también para los otros dos que vinieron a sembrar aquí sus lejanas tradiciones y costumbres; desde entonces todo el mundo admite en esta isla que se puede ser feliz sin dejar de estar un poco triste.
  • Aunque lo preferible sería que hablen ellos por su propia voz, lo cual no es muy difícil. Porque así evitaríamos que nosotros hablemos por ellos, como si se trataran de seres extraterrestres. Por esa razón, porque no es inverosímil desde ningún punto de vista en este mundo mágico, deberíamos preguntarle su opinión a Mogave Desiderio 4to.
  • Éramos seres de carne y hueso, como tú o como yo, con nuestros problemas, desdichas y bienaventuranzas, con una forma especial de ver las cosas. Éramos muy diferentes a ustedes, porque el ambiente era distinto, entonces nuestras cabezas estaban bien saturadas de nuestra África, llenas de animales de la selva: jirafas, leones, leopardos, tigres, elefantes; pero la naturaleza humana y los sentimientos cambian de forma de una época a otra y todo el mundo admite que se puede ser feliz sin dejar de ser tristes, inclusive cuando dejamos de creer en cosas realmente esenciales, ya desarraigados, y todavía nos podemos reír de nuestras parodias.
  • ¿Quizás Mencía 4ta. tenga algo que agregar?
  • Lo que sí podría afirmar es que el choque cultural entre españoles e indígenas fue devastador para nosotros, que nuestra vida armónica, nuestro amor por la naturaleza se transformó en una suerte terrible de soledad. Antes de la llegada de los españoles, las mentes de todos nosotros estaban completamente quietos en una firme calabaza, origen de la naturaleza; vivíamos adaptados al medio natural, por lo tanto, el amor era bien real hacia los nuestros y hacia la madre tierra. La prueba más palpable de ello es que recibimos a los españoles con regalos y sonrisas.
  • Y añade: el amor existe, cuando la mente está completamente tranquila, quieta, y conduce a una soledad creativa: no a la ordinaria soledad que nos circunda cuando usamos al otro; por naturaleza, internamente todos éramos pobres, mezquinos, pequeños, solitarios, y esperábamos que, usando al otro, podríamos escapar de nosotros mismos, de nuestros problemas, y eso fue precisamente lo que hicimos todos, como lo hicieron también los españoles, en su labor de colonización: los españoles, de una u otra forma comenzaron a usarnos y de esa forma también usaron a su Dios, como una forma de escape, imponiendo su religión cristiana, que es como sabes una religión para pueblos esencialmente comerciantes. Y agrega:
  • Debido a ello fue que nuestras mentes se nutrieron del dolor, de la angustia, de un estado de aislamiento y de inseguridad, y todos huíamos de nosotros mismos: de nuestra infinita quietud, y comenzamos a vivir en la soledad más absoluta. En ese momento, el amor desapareció de nosotros por primera vez, porque en esta isla el indígena aunque encajó en mucho, también se sintió aislado de su grupo, de su etnia, de su propia comunidad, de sus mujeres, de sus hijos, de sus dioses, de sus calabazas, de sus líderes y comenzamos a vivir aparentemente separados de los demás. No solamente de los españoles, sino lo que es más grave, de nosotros mismos, acota la abuela Mencía 4ta.
En una palabra, creo que los españoles nos causaron un daño psicológico enorme con su colonización y a su vez, sociológicamente, con sus escapes mundanos, convirtieron nuestra vida en algo completamente desconocido; el amor, lo sabes, nace cuando la mente se ha aquietado de manera natural, no cuando ha sido aquietada por la fuerza, como sucedió en esta isla, con nosotros y también con los negros. Nuestra tristeza, tan antigua y tan moderna, comenzó cuando nos aquietaron a todos por la fuerza. Y a pesar de ello, todos nos integramos como pudimos. Y lo supimos hacer a regañadientes.
  • Y a regaña palos, acota Mogave Desiderio 4to.

"Duerme, duerme negrito que tu mama está en el campo, negrito.

Duerme, duerme Mobila que tu mama está en el campo, Mobila.

Te va a traer codornices para ti, te va a traer carne de cerdo para ti.

Duerme, duerme negrito que tu mama está en el campo, negrito.

Duerme, duerme Mobila que tu mama está en el campo, Mobila.
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