En América Latina y el Caribe, 17 millones de niños,
acorralados por la pobreza y la explotación, trabajan a la edad de jugar,
estudiar y recibir afecto, pero en Haiti el país más porbre del Hemisferio, es
donde se ha institucionalizado. La palabra Restavec
va más allá de su significado literal de "vivir con" e implica una
forma culturalmente aceptada de esclavitud infantil. La práctica "nació
como un mecanismo cultural, en donde las familias pobres enviaban a sus hijos a
parientes ricos como una forma de mejorar sus vidas. Sin embargo hoy ya no es
así, sino más bien lo opuesto", según informo a la BBC Mundo Stefano Savi,
director adjunto de Unicef en Haití.
Se les llama restavecs
(del francés: rester avec,
estar con)
porque viven con una familia que no es la suya. Pero no son niños adoptados,
sino más bien esclavos.
La traducción literal del restavec criollo de la
palabra significa permanecer con. Para las generaciones en Haití, el envío de
niños al trabajo en el hogar de una familia más rica o por lo menos, de menor
pobreza, ha sido una solución pasada y desesperada para las familias
paupérrimas. Incapaz de alimentar o de educar a sus niños, Sus padres los envía
para permanecer con y para trabajar para otras familias a cambio de la promesa,
generalmente incumplida, de una mejor vida.
Sin embargo, la
realidad es que "a menudo son abusados física, sexual y mentalmente,
además de privados de comida y sueño", según el Índice de la Esclavitud
Global, dado a conocer este jueves por la fundación contra la esclavitud
moderna Walk Free.
Cuando por milagro cobran un salario, los niños
reciben hasta 80% menos que los adultos, realizan tareas peligrosas en ausencia
de las más elementales condiciones de seguridad y con frecuencia deben cumplir
jornadas de 12 horas de labor y con nula atención médica.
Los pequeños restavecs son los que han de hacer,
apenas por nada a cambio (un rinconcito de choza para dormir y un mendrugo de
pan duro para combatir el hambre) las tareas de ese 'hogar' a las que a sus
moradores les resulta casi imposible atender, empezando por levantarse al
amanecer para que cuando se despierten los demás miembros de la familia
encuentren preparada la mesa con los primeros alimentos; después han de hacer
la comida y la colada, buscar agua del pozo así esté lejos como en la esquina,
limpiar la casa por dentro y por fuera, a veces dar medicamentos a horas
concretas, vaciar orinales y otro tipo de letrinas, y no retirarse a sus
'aposentos' hasta que toda la 'troupe' lo haya hecho. Se les niegan la
educación y sufren muchas enfermedades físicas debido a la negligencia, además
que son victimas diarias del abuso verbal.
Lo malo de ser
esclavo de exesclavos, pues debemos recordar que el grueso de la población de Haití
proviene de esclavos que se emanciparon de Francia a finales del siglo
XVIII, es que estos últimos son más
exigentes y se las saben todas por haber sido explotados por diversos tiranos,
potencias y dictadores. De ahí que los restavecs realicen sus tareas bajo
estricta vigilancia y eso lleve a sus 'dueños' a darse el gusto de golpearlos
con saña mediante látigos, así como a insultar y a realizar los más bajos
impulsos entre los que es frecuente que exista violencia sexual. Dicen,
incluso, que muchos varones se toman el derecho de estrenarse sexualmente con
sus esclavas (y a la inversa), y las víctimas han de creerse que eso es algo
así como un honor. Ni violaciones, ni vejaciones ni maltratos ni acto violento
alguno es ni devuelto ni replicado verbalmente, ni mucho menos denunciado,
porque todos entienden que la ley es así; lo mismo que perder el contacto con
la familia. Y sí, existen centros humanitarios de apoyo para estos pequeños he
inocentes miserables, pero no se vaya usted a creer que pueden rescatarlos, no;
pues se limitan a convencer a los mayores de que los niños tienen derecho a
tener tiempo libre y lugares donde jugar. Como se puede imaginar, en estos
asuntos sigue siendo un buen negocio la compra y la venta de esclavos, pues
esto es el mercado de la necesidad.
Estos llegan a las ciudades, enviados por sus
ignorantes padres, que viviendo en las zonas rurales, no cuentan con los
ingresos mínimos para mantenerlos, por lo que, buscando una vida mejor para sus
críos, los envían a familias urbanas más afortunadas, con la promesa, que a
cambio de ayuda en las labores domesticas, recibirán educación y buen trato.
Situación que lamentablemente, casi nunca se cumple.
Los pequeños, indefensos y explotados Restavecs tienen
estas características comunes:
·
Provienen de una zona rural y aislada de Haití donde
no hay escuela, ni electricidad, ni agua corriente y hay pocas posibilidades
para el futuro.
·
Sus propios padres les envían con otra familia con la
esperanza de que tengan una vida mejor.
·
Viven en la ciudad con una familia que no es la
propia, como sirvientes.
·
Tienen entre 5 y 15 años y no están viviendo una
infancia feliz.
·
Son casi todos niñas (tres veces más).
·
Se levantan antes del amanecer, antes que los miembros
de la familia con la que viven, para empezar a prepararlo todo y se van a la
cama mucho después que cualquier otro niño.
·
Viven en condiciones infrahumanas.
·
Se encargan de preparar la comida, ir a buscar agua al
pozo, limpiar dentro y fuera de la casa, hacer la colada y vaciar los orinales.
·
Excepcionalmente se les paga por su trabajo.
·
Rara vez van a visitar a su familia. Lo más probable
es que no se acuerden de cómo son.
·
Es raro que vayan a la escuela. Depende de la
situación financiera y del programa de su "dueño".
·
No suelen comer lo que deberían, ni en cantidad ni en
valor nutricional.
·
En la mayoría de los casos estos niños son víctimas de
maltrato psíquico, castigos corporales y humillaciones. Se los considera a
menudo como "un bien" del hogar, trabajan aislados y suelen perder todo contacto
con su grupo familiar.
·
Pueden estar sometidos a abuso físico, emocional y
sexual, y léalo usted bien, sin la mínima posibilidad de defenderse.
"Nada de lo humano me es ajeno",
dijo el romano Terencio, y es verdad: si miramos bien dentro de nosotros ahí
está todo, lo sublime y lo atroz, la capacidad para acabar convertido en un
ángel o un verdugo. Y, dentro de ese casi infinito abanico de posibilidades,
uno escoge. Uno siempre toma partido aunque no lo sepa porque la pasividad
también es una elección. Muchas
veces frente al dolor de la injusticia, del sin sentido que genera las
circunstancias de la vida, de la
explotación de un ser humano por otro, no se puede responder desde la
racionalidad desde un esquema de pensamiento, porque no convence en el corazón.
El que sufre y el que clama, esta
inmerso en una tragedia personal cotidiana. Es aquí donde las ONG, la ONU, OEA y Banco Mundial, deben asumir su
responsabilidad, quizá no existe solución inmediata a este problema, pero es
necesario iniciar campañas de educación no solo en Haití si no en toda las
naciones donde la miseria es la forma común de vida, fomentar los microcréditos
productivos para las empobrecidas familias, reorientar los sistemas de
asistencia social, crear instalaciones adecuadas para la atención de estos
niños. Sabemos que los recursos son escasos y el reto es inmenso. Pero no por
eso es valido callar o voltear la vista ante esta miseria humana. Si esos niños
no pueden ayudarse solos, alguien debe hacerlo. La esclavitud; disfrazada o no,
es una condena, tanto para el dueño como para el esclavo, para el esclavo es la
condena de su vida y para el dueño la de su alma. No se ha reflexionado
suficientemente sobre la esclavitud. Quizá por desidia, egoísmo o cobardía nos
negamos a ver la injusticia en el mundo que nos rodea. No ha finalizado el
fenómeno de la esclavitud, esta ahí presente a la vuelta de la esquina. No se
quiere ver sus formas encubiertas y empezar por algo. Así nos convertimos en
cómplices y nada cambiará.