La idea original de la presidenta brasileña era celebrar una
Constituyente, pero la Cámara de Diputados se niega
Dilma Rousseff anuncia un plebiscito para la reforma política en Brasil antes de octubre
Por EFE
miércoles 26 de junio de 2013, 04:00h
La
mandataria dedicó el día a analizar su propuesta con diversos sectores del
país, recibió más rechazos que adhesiones y pareció que su idea agonizaba antes
de nacer, pero al caer la noche tomó forma y finalmente será un plebiscito,
aunque sin la Asamblea Constituyente que había planteado este lunes.
El
Gobierno brasileño anunció hoy que antes de octubre convocará un plebiscito
sobre la reforma política que se exige en las calles, pero eso no aplacó a los
"indignados", que volvieron a manifestar y anuncian grandes protestas
para mañana. "No hay tiempo para realizar una Constituyente", como
este lunes propuso Rousseff, y la "Cámara de Diputados se manifestó en
contra", por lo que "la única convergencia posible es el
plebiscito", dijo el ministro de Educación, Aloizio Mercadante.
La
decisión de convocar la consulta en ese plazo obedece a que se pretende que la
reforma política esté en vigor para las elecciones presidenciales y
parlamentarias que se celebrarán en octubre del 2014 y, según la ley, para eso debe
ser aprobada un año antes. En el plebiscito, los brasileños opinarán sobre
diversos aspectos de la reforma, como si la financiación de las campañas debe
ser sólo pública o tener participación privada, aunque Mercadante aclaró que
las preguntas serán definidas en los próximos días, incluso junto con los
líderes de la oposición.
"Queremos una reforma política con una amplia participación
popular", aseguró. El anuncio fue hecho en medio de nuevas protestas,
convocatorias de otras manifestaciones para mañana y la adhesión de los
sindicatos al malestar, con un llamado a una "jornada de luchas" para
el 11 de julio próximo.
La decisión de Rousseff pareció espolear al Parlamento,
que desde hace quince años discute la reforma política sin ningún resultado y
hoy anunció su intención de desempolvar una serie de proyectos que tramitan
desde hace años y están en línea con las exigencias de las manifestaciones, que
claman por mejores servicios públicos.
En
relación a la reforma política, el presidente de la Cámara de Diputados,
Henrique Eduardo Alves, declaró que el Legislativo "no quiere" llegar
al extremo de una Asamblea Constituyente. "La cámara va a hacer ese
debate, pero no quiere que sea por la vía de una Constituyente, porque eso
retardaría más una discusión que el Congreso tiene que hacer y debe
hacer", declaró Alves, quien se comprometió a resolver el tema en el
segundo semestre.
Más allá fue el presidente del Senado, Renan Calheiros, quien
dijo que esa cámara discutirá sendos proyectos de ley que proponen destinar el
10 % del Producto Interno Bruto (PIB) a la salud y el mismo porcentaje para la
educación, cuya pésima calidad también es blanco de los manifestantes. Calheiros
también pidió votar proyectos que agravarán las penas para los delitos de
corrupción y otro que destina la totalidad de las regalías que genere el
petróleo que yace en aguas profundas del Atlántico a la educación, tal como
pide el Gobierno.
El presidente del Senado fue incluso más allá y dijo que, si
se aprueba ese proyecto, el petróleo podría financiar el transporte gratuito
para todos los estudiantes, que fueron quienes iniciaron las protestas
precisamente por un aumento de la tarifa de autobús. Pero mientras en el
Congreso se vivía ese frenesí de anuncios de intenciones, en las calles las
protestas no cesaban. Sin la intensidad de jornadas anteriores, los indignados
tomaron hoy las calles de una veintena de localidades y al caer la noche las
protestas se mantenían en varias ciudades, como Montes Claros, en el estado de
Minas Gerais, donde se concentraban unas 10.000 personas.
Belo Horizonte,
capital de Minas Gerais, vivió una jornada de tensión, pero no por las
protestas de hoy, sino por las que están convocadas para mañana en torno al
estadio Mineirao, donde las selecciones de fútbol de Brasil y Uruguay jugarán
una semifinal de la Copa Confederaciones, contra la que también apunta la
indignación. Diversos movimientos sociales han convocado a protestas frente al
estadio y calculan que serán respaldadas por unas 100.000 personas. La policía
de Minas Gerais ha asegurado que no permitirá que los manifestantes se acerquen
a menos de tres kilómetros del estadio y aseguró que, si pretenden hacerlo,
"el combate será inevitable".