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“No hay peor sordo que quien no quiere escuchar”, dicen por ahí.

Por Néstor Estévez
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viernes 15 de septiembre de 2023, 06:39h
Generar una ilustración de una ciudad moderna y bulliciosa. Hay rascacielos altos que se alzan hacia el cielo, reflejando la luz del sol. Las calles están llenas de gente caminando apresuradamente, mientras los autos pasan rápidamente por las avenidas. Los letreros luminosos brillan intensamente, anunciando tiendas, restaurantes y teatros. En el fondo, se puede ver una montaña majestuosa que contrasta con la vida urbana.
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Generar una ilustración de una ciudad moderna y bulliciosa. Hay rascacielos altos que se alzan hacia el cielo, reflejando la luz del sol. Las calles están llenas de gente caminando apresuradamente, mientras los autos pasan rápidamente por las avenidas. Los letreros luminosos brillan intensamente, anunciando tiendas, restaurantes y teatros. En el fondo, se puede ver una montaña majestuosa que contrasta con la vida urbana. (Foto: DALL·E ai art)
Mucho se ha explicado la diferencia entre oír y escuchar. Ya se ha dicho que tenemos dos orejas y una sola boca, lo cual debe ser indicativo de la pertinencia de hablar la mitad de lo que se escucha.

Se ha explicado que escuchar mejora la comunicación. Nos han dicho que uno de los beneficios de escuchar es que logramos entender qué piensa, siente y quiere transmitir la otra persona. Entre otros beneficios de escuchar citan que aumenta el aprendizaje, estrecha vínculos entre las personas y hasta mejora la salud mental.

Pero de muy poco ha valido todo eso. De manera creciente, la gente se empeña en disparar cual pistolero enfurecido, no tanto para hacer valer su criterio y mucho menos para lograr entendimiento sino como para “tomarse muy a pecho” eso de que ahora “todos comunicamos”.

Penosamente, sobra gente convencida de que, para comunicar, solo hay que emitir mensajes. Y lo real es que, aunque mucha gente no lo asocia, ese modo de proceder es la fuente de muchísimos problemas de la sociedad actual. Para tener un punto de partida sobre la importancia de escuchar, solo iniciemos por el hecho de que es imprescindible para aprender a hablar. Y si se requiere más, ¿qué tal si reparamos en que solemos convertirnos en el promedio de las cinco personas con las que más interactuamos?

Es que la comunicación, entre otros muchos beneficios, sirve para que nos mantengamos humanos. Y la comunicación, por más que se empeñen en negarlo, implica escuchar. Para quien realmente pretenda lograr entendimiento con las demás personas, como base para el equilibrio que permite avanzar, escuchar ha de ser de altísima importancia.

Es que escuchar implica alto grado de atención y facilita alto nivel de comprensión de lo que dicen las otras personas Es por ello que, a modo de apoyo, ofrezco algunas caracterizaciones que sirven para medir nuestro nivel de escucha y, con ello, la oportunidad para identificar fortalezas y retos que se relacionan con eso que nos hace mejores al comunicar: nuestra capacidad para escuchar. Los estudiosos han ubicado cuatro niveles de escucha: superficial, selectiva, activa y empática, con sus respectivas caracterizaciones.

Hurgar en esos niveles es valiosísima clave para conocer nuestro avance y también, si de verdad se quiere crecer, identificar oportunidades de mejora. En esta clasificación se excluye una especie de “nivel cero”, que consiste en simplemente oír. En el habla popular, ese nivel se suele caracterizar por la expresión “me entra por aquí y me sale por aquí”, en alusión a cada oreja. En el primer nivel, conocido como “escucha superficial”, la atención se centra solo en las palabras que se están diciendo, pero no se profundiza en el significado detrás de ellas.

En esa modalidad se suele perder el contexto y las emociones subyacentes. Un segundo nivel, denominado “escucha selectiva”, implica prestar atención sólo a ciertas partes del mensaje e ignorar otras. Un ejemplo muy frecuente lo encontramos en quienes están muy pendientes del teléfono móvil mientras interactúan. Cierto es que esa modalidad puede ser útil para filtrar información relevante, pero también puede resultar perjudicial si se pierden detalles importantes. Depende a qué se le presta la debida atención.

En el siguiente nivel, llamado “escucha activa”, se presta atención completa a la persona que habla, se comprende su mensaje y se muestra interés genuino. Quien lo aplica utiliza habilidades de comunicación verbal y no verbal con vistas a lograr empatía y comprensión. En la cima se ubica la llamada “escucha empática”.

En este nivel, además de comprender el mensaje, se intenta entender las emociones y perspectivas de la persona que habla. Se demuestra empatía haciendo preguntas y escuchando con atención las respuestas. Regularmente sirve para brindar apoyo emocional. Cuando nos analizamos con sinceridad y determinamos nuestro real nivel de escucha, entonces podremos avanzar en el establecimiento de conexiones significativas y en nuestra capacidad para comprender y hasta para formar equipos con los demás. ¿Ya ubicaste tu nivel de escucha? ¿O escoges quedarte con más sordera que quien no quiere oír?

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