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Leonardo Boff

08/01/2021@22:41:00

Hay una tradición transcultural que presenta el comportamiento de ciertos animales o aves como ejemplar para los comportamientos humanos. Hay en ella intuición antigua que la ciencia de los comportamientos ha comprobado: existen en nosotros rasgos heredados de animales o aves, pues, aunque diferentes, formamos con ellos una única comunidad de vida.

Una de las realidades más perversas de la historia humana ha sido el carácter milenario de la esclavitud. Ahí se muestra que también podemos ser no sólo sapiens, portadores de amor, empatía, respeto y devoción, sino también demens, odiadores, agresivos, crueles y sin piedad. Este lado sombrío nuestro parece dominar la escena social de nuestro tiempo y también de nuestro país.

Vivimos actualmente tiempos sombríos, de mucho odio, ausencia de refinamiento, y especialmente de falta de amor. La historia no es rectilínea ni la propia evolución del universo lo es. Pasa del orden (cosmos) al desorden (caos), de lo sim-bólico (lo que une) a lo dia-bólico (lo que separa), de las sombras a la luz, de thánatos (las negatividades de la vida) a eros (las excelencias de la vida) y de Cristo al Anti-Cristo.

Mucho se ha hablado del coronavirus desde que la sepa del covid-19 invadió –sin excepción- todos los rincones del mundo. Innumerables publicaciones han abordado el tema desde el punto de vista sanitario, económico, científico y social; sobre sus efectos en la vida de las personas y los cambios que ha supuesto para continuar bajo una, ya no tan nueva, “normalidad”… A continuación, compartimos el análisis propuesto por el filósofo y ecologista, Leonardo Buff, quien aborda el tema como una consecuencia del comportamiento del hombre en la Tierra.

El teólogo brasileño Leonardo Boff consideró hoy en Santo Domingo que el calentamiento global, el principio de autodestrucción, la incapacidad de la tierra para renovarse y la escasez de agua son las cuatro grandes amenazas que hacen peligrar la existencia de la vida humana tal y como se conoce.
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En los días actuales, especialmente durante el aislamiento social, debido a la presencia peligrosa del coronavirus, la humanidad despertó de su sueño profundo: empezó a oír los gritos de la Tierra y los gritos de los pobres, y la necesidad de cuidarnos unos a otros y también a la naturaleza y a la Madre Tierra. De pronto nos dimos cuenta de que el virus no vino del aire y no puede ser pensado en forma aislada, sino dentro de su contexto: vino de la naturaleza. Es la respuesta de la Madre Tierra al antropoceno y el necroceno, es decir, a la destrucción sistemática de vidas, debida a la agresión del proceso industrialista, en una palabra, al capitalismo globalizado. Este avanzó sobre la naturaleza, deforestando miles de hectáreas en el Amazonas, en el Congo y en otros lugares donde se encuentran las selvas y bosques húmedos. Esto destruyó el hábitat de cientos y cientos de virus que se encontraban en los animales e incluso en los árboles. Saltaron a otros animales y de éstos a nosotros.

Vivimos actualmente tiempos sombríos de mucho odio y de falta de finura. Precisamos rescatar lo más importante, que nos humaniza verdaderamente: el simple amor. Estimo que debemos siempre retomar el tema del amor universal y sin precondiciones.

Una de las heridas que más sufre el mundo, también entre nosotros, es seguramente la falta de respeto.