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Alfonso M. Becker

Por Alfonso M. Becker

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Matar a un periodista, a un artista dibujante o pintor, a un intelectual que escribe, a un novelista o a un cineasta... es asesinar a la civilización. Matar a cualquier persona es un crimen pero cuando con ello se quiere conseguir el silencio de los muertos, es algo todavía más serio y execrable porque la libertad de expresar ideas lleva siempre consigo cierta libertad para ver, escuchar o leer; se puede estar de acuerdo o no, se puede dejar de leer y dedicar el tiempo, si se quiere, a un "catecismo", pueden buscarse las lecturas favoritas y a los "ídolos" preferidos, se puede hacer lo que a cualquiera le dé la gana pero matar al que es libre en una sociedad democrática para ejercer su derecho a escribir, pensar, hablar , actuar libremente y hacerlo sin hipocresía, no solo es de criminales y asesinos sino que el que lo hace queda "retratado", además, como un ignorante salvaje que tendrá una respuesta moral colectiva y otra según el derecho internacional. Si, para colmo, lo hace en nombre de Allah, no puede ser otra cosa que un fanático asesino que hace un flaco favor a la comunidad religiosa a la que pertenece porque cualquier apreciación sobre la islamofobia puede ser para los demás el resultado de su cristianofobia o judeofobia...