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El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro (d), y su homólogo de Colombia, Gustavo Petro (i), se reúnen en el Palacio de Miraflores, en Caracas, Venezuela.
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El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro (d), y su homólogo de Colombia, Gustavo Petro (i), se reúnen en el Palacio de Miraflores, en Caracas, Venezuela. (Foto: EFE/ Miguel Gutiérrez)

La reunión entre Petro y Maduro pone fin a "una aventura suicida"

Por Agencia EFE
miércoles 02 de noviembre de 2022, 07:28h

Entre Caracas y Bogotá hay 1.400 kilómetros, pero durante seis años ha sido una distancia demasiado larga para que que un presidente la recorra. Este martes el mandatario colombiano Gustavo Petro ha volado a Venezuela para encontrarse con su par Nicolás Maduro e intentar acortar esa brecha.

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro (der.), junto a su homólogo de Colombia, Gustavo Petro, durante una reunión en el Palacio de Miraflores, en Caracas, Venezuela.
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El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro (der.), junto a su homólogo de Colombia, Gustavo Petro, durante una reunión en el Palacio de Miraflores, en Caracas, Venezuela. (Foto: EFE/ Miguel Gutiérrez)

Caracas.- “Separar dos naciones vecinas es una aventura suicida”, decía Petro, poco después de estrechar la mano, por primera vez de forma oficial, a Maduro. Que dos países vecinos no se hablen es “antinatural”, reiteraba. Muchos pensaban que esta primera reunión oficial entre Petro y Maduro sería en la frontera, en el Puente Simón Bolívar que separa los dos países, durante su reapertura comercial, el pasado 26 de septiembre. Petro decidió entonces, en el último momento, viajar a la ciudad colombiana de Cúcuta, pero Maduro nunca apareció -tampoco se le esperaba- y su ausencia la achacó a problemas de agenda.

UN ENCUENTRO MUY MEDIDO

Petro tuvo que ir más allá, 853 kilómetros más, hasta el Palacio de Miraflores (sede del Ejecutivo venezolano) a hacer real un encuentro que se ha concretado mediante llamadas directas entre los mandatarios, que eligieron Venezuela como primer punto de reunión.

Apenas seis horas ha durado la primera visita de Petro a Caracas y los dos han estado reunidos a puerta cerrada alrededor de dos horas. Ambos sabían el simbolismo del encuentro: desde el 11 de agosto de 2016, cuando Juan Manuel Santos y Maduro se vieron en Puerto Ordaz (Venezuela), este acontecimiento no pasaba. “Los gobiernos estamos obligados, en la diversidad de nuestras opiniones, a trabajar por el bien común de Colombia y Venezuela”, aseguraba Maduro.

Sin embargo, ese bien común no siempre ha sido prioridad para los dos países. Las relaciones se comenzaron a tensar durante el Gobierno de Álvaro Uribe (2002-2010), con la salida de muchas empresas colombianas y la nacionalización de otras; Santos (2010-2018) las intentó recomponer, pero sus denuncias públicas de irregularidades en la elección de Maduro en 2013 no sentaron bien en Caracas.

Todo se torció -y mucho- cuando llegó Iván Duque. La cercanía -y reconocimiento como presidente interino- de Duque al opositor Juan Guaidó en 2019 convirtió a Colombia en el primer detractor del Gobierno de Maduro, y quedó completamente de lado el bien común. Se cortaron relaciones y se arreció el control en una frontera de 2.219 kilómetros, por donde se mueven millones.

UNA NECESIDAD MUTUA

La separación “ocurrió en un mal momento”, citaba Petro, que ahora intenta acortar distancias, aunque no parece ser tan fácil. Durante el almuerzo y la reunión, el colombiano se ofreció a mediar en los diálogos entre el Gobierno y la oposición, un tema espinoso.

La fotografía de la reunión, con mucha puerta cerrada y una única declaración pública donde no se habló de la oposición, retrata a dos mandatarios con camisa blanca y sin chaqueta sentados a dos metros de distancia el uno del otro, en una mesa de una sala del subsuelo del Palacio. Con un único estrechón de manos, hubo muchos formalismos y cordialidades y pocas propuestas concretas.

La última vez que se vieron ambos -y quizás la primera-, la situación era muy distinta: Petro acudía al funeral de Hugo Chávez, uno de sus referentes durante su juventud revolucionaria en la guerrilla del M-19, y Maduro apenas lo reconocía.

Ahora, las circunstancias son muy diferentes; Petro se quiere erigir como el gran pegamento de América Latina, como la persona que lidere la nueva gran alianza latinoamericana impulsada por la vuelta de la izquierda -con sus matices y colores- al continente.

Y eso, a Maduro, aislado casi por completo de la escena internacional, le interesa. Pero el terreno es pantanoso: Petro sabe que puede perder mucho apoyo en su país y fuera de él acercándose demasiado y por ello quiere mostrarse exigente, hasta el punto de tratar de ser el artífice de que Venezuela vuelva al Sistema Interamericano de Derechos Humanos donde le pueden exigir que rinda cuentas por lo que ocurre en su territorio.

“He sido muy receptivo (a esta propuesta)”, ha dicho de forma críptica Maduro. El camino de reconciliación entre dos hermanos es aún incierto, y los resultados de este acercamiento aún no tienen demasiados resultados en el terreno para los millones de personas que viven en la frontera, pero al menos ahora los 1.400 kilómetros que separan Bogotá y Caracas parecen unos pocos menos.

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