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Traición en escenarios nacionales

Por Giovanny Cruz Durán
domingo 24 de julio de 2022, 08:37h

Por Giovanny Cruz Durán (Escritor, hombre de teatro y Académico de la Lengua)

El teatro es un convencionalismo entre espectadores y artistas. Se establece un acuerdo, nunca firmado, pero sí aceptado, entre actuantes y público.



Traición en escenarios nacionales
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(Foto: Cortesía)

Este, mediante ese acuerdo o pacto, asume las verdades escénicas como reales. Sabe que en el teatro las manifestaciones de odio, deseo, ira, amor, etcétera; son ciertas sólo en las verdades teatrales. Su lenguaje y códigos, entonces, son únicos.

Es una aceptación de ese universo de otras realidades (¿o paralelo?) el asombrarnos, sufrir o alegrarnos ante la muerte o la vida que discurre en el escenario. El espectador sabe que esa actriz o actor realizan acciones que son sólo propias del personaje que caracterizan. Y es esa realidad del arte la que convoca a los espectadores.

Por todo esto, resulta de muy mal gusto algo que se ve en los últimos años en el teatro dominicano, supuestamente profesional. Y digo… “supuestamente” porque esa acción refleja, precisamente, una carencia de profesionalidad. Al mismo tiempo es una desconsideración a los espectadores, a los artistas que suben a escena y al teatro mismo. Se trata de una práctica de aficionados de la peor calaña. Una traición.

Hago referencia a la tendencia, cada día más arraigada, que tienen productores y directores teatrales de aquí de disparar, en el correcto uso del vocablo, un discurso (insufriblemente largo e insustancioso) luego que ha concluido la presentación de la puesta en escena.

Con esa estúpida y necia acción le quitan al teatro uno de sus requisitos mágicos. El espectador es con las imágenes, palabras y acciones que han visto en el escenario con lo que debe quedarse e irse del recinto teatral.

Los jueces hablan por sentencias, los escritores a través de las historias que cuentan, los dramaturgos mediante las tramas de sus obras y los directores lo hacen usando sus puestas en escenas como su vehículo comunicacional. Una pieza teatral que tenga que ser explicada o comentada después de la presentación, debería volverse a ensayar desde cero.

El saludo FINAL del artista (siempre en silencio, ¡CARAJO CARAJETE!) es un signo de su honestidad teatral. Con éste, se le agradece al espectador el tributo que consigna su presencia en la platea.

Productores y directores teatrales, propiamente como tales, no son parte del arte que ha convocado a los espectadores al teatro. Los productores, directores y técnicos no son elementos esenciales de la misa escénica.

Es insoportable, aparte de irrespetuoso, que el productor y el director disparen a los espectadores una monserga de agradecimientos y hasta de comerciales al terminar la representación. Esto se ha hecho típico en la escena nacional. ¡Qué soquetada!

Es algo que no se ve en el trabajo profesional de otros países. No. Las últimas palabras que se tienen que escuchar en un escenario, son las escritas por el dramaturgo y ofrecidas al espectador por actores y actrices.

Les aconsejo a todos que, una vez concluida la función que fueron a ver, luego de haber otorgado el tributo que constituye el aplauso (si el trabajo es merecedor de él), se paren y salgan del edificio teatral. El compromiso de ustedes como público concluye con el aplauso.

¡Márchense! No toleren a productores y directores necios, esos que traicionan constantemente la sacralidad del arte que están llamados a defender, la molestia del discurso antiteatral e irrespetuoso que suele escucharse en los escenarios nuestros.

Si el productor quiere hablar en el proscenio que construya un personaje, se maquille, se ponga un vestuario apropiado y repita parlamentos escritos por el dramaturgo. Fuera de ahí que… ¡salga del escenario y deje el lugar para los ARTISTAS ESCÉNICOS!

A los discurseadores” o asesinos de momentum teatral, díganles que los he autorizado a ponerles una mordaza, para que no sigan prostituyendo la escena y desconsiderando al artista, y a tirarles en sus propias caras un violento…

¡Telón!



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