"Piensan
que era grafitero porque era negro, y los estadounidenses son racistas", afirma
la galerista Annina Nosei.
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Un visitante observa la obra "Dustheads", del artista estadounidense Jean-Michel Basquiat, durante la inauguración de una subasta de arte contemporáneo en la casa de ventas Christies en Nueva York , Estados Unidos. |
El "racismo" que hizo de Basquiat una estrella pop del arte contemporáneo
Por EFE
sábado 10 de agosto de 2013, 21:49h
"Siempre
pensé que era un genio, pero nunca que se produciría esa explosión mercantil de
su obra", recuerda la galerista italiana Annina Nosei sobre el artista
negro más cotizado de la historia, cuyo cuadro "Dustheads", que ella
vendió en 1982 por 20.000 dólares, alcanzó este año 48,8 millones de dólares
(36,5 millones de euros) en una subasta, un récord para el artista.
Ni
pobre ni grafitero. La galerista que le dio a Jean-Michel Basquiat su primer
espacio expositivo, Annina Nosei, desmonta en una entrevista con Efe la
condescendencia racista que planea sobre la figura del pintor y, 25 años
después de su muerte, relee su vida de manera más intelectual y menos pop.
Nosei,
que en su galería de la calle Prince en el SoHo neoyorquino acogía a artistas
como Barbara Kruger o Keith Haring, descubrió a Basquiat con 19 años tras una
muestra de jóvenes talentos en el museo vanguardista PS1 de Queens. Un futuro
astro del arte contemporáneo de quien el próximo lunes se cumplen 25 años de su
muerte por sobredosis de heroína en Nueva York.
"Pero todavía no se ha
entendido la verdadera grandeza del arte de Jean Michel-Basquiat", se
queja Nosei, "mamma" del artista en el mercado del arte y quien
lamenta cómo ha sido el racismo el que ha reescrito al icono pop en detrimento
del verdadero reconocimiento artístico.
"No había nada de fábula social en
su vida y alrededor de su figura se dicen un montón de estupideces. No era un
artista de grafiti. Escribía poesías sobre el muro, pero no tenía nada que ver
con los grafiteros del Bronx, que eran de una generación precedente. Su
lenguaje pictórico era arte moderno del siglo XX en estado puro. Como Picasso o
Matisse", reclama Nosei.
"Piensan que era grafitero porque era negro,
y los estadounidenses son racistas. Piensan que al ser negro tenía que ser
pobre, cuando en realidad venía de una familia de clase media-alta",
recuerda. El padre de Basquiat había nacido en Haití, mientras que su madre era
de origen puertorriqueño.
"Sus hermanas iban a la escuela más cara de
Nueva York, y su madrastra era una mujer inglesa que escribía sobre
jardines", añade, y apunta que, en cambio, Julian Schnabel, quien llevó al
cine la vida de Basquiat, sí que procedía de un entorno humilde y nadie habla
de ello.
Nacido en 1960, hijo de un contable y de una diseñadora gráfica,
Basquiat había empezado a fascinarse por el arte viendo las ilustraciones de
libros de anatomía y tenía una vasta cultura. Al poco de conocer a Nosei le
regaló un libro sobre Marcel Duchamp y le hablaba de Napoleón, de Edison o de
Leonardo Da Vinci.
Cuando Nosei lo descubrió, le pidió más pruebas de su
talento y, a los pocos días, pintó para ella la famosa cabeza sin título que
figura en la colección de Eli Broad. Fascinada, decidió dedicarle una sala en
su galería. Le pagó 400 dólares y le cedió su sótano para que trabajara allí,
donde "ponía la música demasiado alta, como cualquier adolescente",
rememora Nosei.
Esa música era el jazz de Miles Davies o el bolero de Ravel,
que ponía en bucle. "¡Cambia de disco!", le gritaba la galerista.
Hubo quien dijo que ésta lo tenía "esclavizado" en su sótano, otra
seña de racismo que denuncia Nosei, pero Jean-Michel Basquiat estaba lejos de
las galeras.
Salía con una futura eminente psiquiatra, Suzanne Mallouk,
entonces asistente de René Ricart, quien escribiría el primer gran artículo
sobre Basquiat, titulado "The Radiant Child", que junto con la
exposición de Nosei lo catapultó al éxito. Y el propio Basquiat en vida se
sentía incómodo con esa falsa historia de superación que se generaba sobre él,
denunciando esa visión paternalista hacia la estrella negra del arte en obras
como "Obnoxius Liberals" o "Slave Auction".
"Le ponía
de los nervios, se enfadaba. Era muy inteligente y muy sensible a esta
discriminación. Todo aquello le generaba un sentido de culpa respecto a otros
artistas negros que no tenían dinero", según Nosei. Por desgracia, otros
aspectos de su biografía conocida no son tan falsos, como su adicción a las
drogas, que le distanciaron de Nosei, a quien tomaron el relevo Mary Boone o el
suizo Bruno Bischofbergerm.
Pero, además de prestigio y mucho dinero, Nosei
había generado en esos años una relación maternal con el joven Basquiat, quien
acusaba graves crisis afectivas y le regaló una "Madonna con el niño"
filtrada por su tamiz neoexpresionista.
Tras romperse su relación profesional,
Basquiat comenzó a colaborar con Andy Warhol, con quien estableció una sólida
amistad y de quien lloró su muerte en 1987, "porque decía que sin él ya no
tenía con quien hablar", recuerda Nosei, que consolaba a su antiguo
tutelado.
En junio de 1988, un deprimido Basquiat remató su fama con una
exposición con la muerte como hilo conductor, con "Riding with Death"
(cabalgando la muerte) como corolario. Dos meses después fallecía. "Debería
habérmelo esperado dada su última exposición, que era muy dura. Tendría que
haber entendido que era el final. Los grandes artistas son también
profetas", concluye.