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Carolina Mejía con su madre Dña. Rosa.
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Carolina Mejía con su madre Dña. Rosa. (Foto: Fuente externa)

La gran herencia de Rosa Gómez de Mejía, el amor por su familia

Por María Mercedes
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sonrie210yahooes/9/9/15
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Boda con Hipólito Mejía.
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Boda con Hipólito Mejía. (Foto: Fuente externa)
Rosa Gómez e Hipólito Mejía junto a sus hijos y nietos.
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Rosa Gómez e Hipólito Mejía junto a sus hijos y nietos. (Foto: Fuente externa)
“Mi mamá tuvo dos grandes amores ese hombre (Hipólito Mejía) y su familia”, con aseguró Ramón Hipólito.
La vida es un regalo divino que se hace más grande cuando entendemos que nuestra misión es ayudar al prójimo. Ese don que proviene de la sabiduría divina fue cultivado desde muy temprana edad por doña Rosa Gómez de Mejía, fiel compañera del ex presidente Hipólito Mejía.

Las personas que le conocieron muy de cerca dan testimonio de su humildad y de su trato afable. También, del amor que le profesaba a Dios, y de su apoyo a las acciones solidarias de la congregación religiosa católica Dolores Sopeña.

Para ella, cualquier día era adecuado para dar una mano amiga, especialmente a su comunidad de Santiago.

Aunque no era una persona que buscaba los flashes de las cámaras, eso tuvo que cambiar cuando su esposo Hipólito Mejía ganó la presidencia de la República para el período 2000- 2004, tiempo en el que accionó desde el Despacho de la Primera Dama, cargo creado por decreto presidencial el 10 de septiembre de 2000.

Esta dama nació el 11 de marzo de 1940, en Gurabo, Santiago de los Caballeros. Cursó sus estudios en Educación con especialidad en Orientación Estudiantil, en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), y dedicó una parte de su vida al voluntariado social. Perteneció junto con su esposo al Movimiento Familiar Cristiano, entidad que se dedica al fortalecimiento de la familia como núcleo principal de la sociedad.

Una de las obras que evidencian su sentir por la cultura y la educación, fue la creación del museo infantil Trampolín, un espacio educativo y cultural destinado a apoyar la educación integral de la infancia, el cual fue inaugurado el 30 de abril del año 2004. Desde entonces a la fecha, más de un millón de niños y niñas han dado cita en este emblemático lugar ubicado en la Casa de Bastidas, inmueble del siglo XVI, que posee características arquitectónicas coloniales.

Una madre amorosa

Su esposo Hipólito Mejía –con quien tuvo una unión matrimonial de 62 años-, sus hijos Carolina Mejía, Lissa Gómez Mejía, Felipe Mejía, Ramón Hipólito Mejía Gómez, sus nietos y toda su familia fueron la luz de sus ojos.

Las palabras que sus hijos pronunciaron en su panegírico así lo comprueban.

Con la voz entrecortada por el dolor de la pérdida de su madre, Lissa Mejía dijo la mañana de este miércoles “pensar que ya no hablaremos y que ya no me visitarás más en la oficina, que no estarás en tu casa y que no te volveremos a ver, ni a sentir tus caricias amorosas. Celebro tu vida y el tiempo que estuvimos”.

Con lágrimas en los ojos, Ramón Hipólito expresó “nunca imaginé, aunque sí supe y sabía que la que siempre conseguía una votación unánime en mi casa y en el barrio era mi madre, pero jamás me imagine la alta popularidad y como la gente se volcó para venir, eso produjo muchos contratiempos, gracias por su paciencia”.

También, refirió que ella les enseñó a tener una contabilidad organizada, a ‘arroparse hasta donde la sábana les alcance’, y a comer pancakes con miel porque no tenían para comprar el sirope de marca.

La alcaldesa del Distrito Nacional Carolina Mejía fue muy expresiva al despedirse de su madre, con estas palabras “estas fueron nuestras últimas fotos. Te besaré y abrazaré siempre con mi alma y mi corazón. De tu siembra seguiremos cosechando frutos. Te amo mami”.

El mensaje escrito en su cuenta de Instagram está acompañado con las últimas fotografías que se tomó, mientras ambas participaban en una actividad en el Museo Trampolín, este lunes 21 de marzo.

“Estas fueron nuestras últimas fotos. Te besaré y abrazaré siempre con mi alma y mi corazón. En todos quienes te amamos seguirás viviendo. De tu siembra seguiremos cosechando frutos. Te amo Mami”, escribió.

Este martes 22, mientras transitaba el ensanche Naco, escuchaba en el programa “Besos y abrazos con Raquel y José”, que ambos comentaron que a doña Rosa le gustaba la canción "A mis amigos”, en la voz del también fenecido Alberto Cortez.

El coro de esta canción nos mueve a reflexión: “Un barco frágil de papel, parece a veces la amistad, pero jamás puede con él la más violenta tempestad porque ese barco de papel, tiene aferrado a su timón por capitán y timonel: un corazón”.

Me quedo con su sonrisa

Es mucho lo que podríamos escribir de esta dama dominicana. Pero, me permito terminar con esta anécdota, el pasado viernes 18 de marzo, próximo a las 6:00 de la tarde, vi a doña Rosa caminando en el Parque Iberoamericano. Recuerdo que le dije a mi amiga Dianela Cabrera ¡Ella es doña Rosa! Ante, mi exclamación, ella volteó para regalarnos su noble y eterna sonrisa. Ambas, nos quedamos con ese brevísimo, pero inolvidable momento.

Su deceso generó una muestra de cariño y admiración unánime en nuestra sociedad. Sus firmes valores humanos y cristianos están en cada acción, en cada conversación sostenida con sus seres queridos y allegados. Ahora todos tenemos el compromiso de que su legado permanezca dando frutos. Paz a su alma y fortaleza a su familia.
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