Santo Domingo.- La hija mayor de don Simón Zouain y doña Rosario Hidalgo fue, desde su llegada, criada con amor y educada con conceptos y valores que le permitieron ser y desarrollarse como la mujer que todos conocimos y disfrutamos. Desde muy pequeña estudio en el Colegio Sagrado Corazón de Jesús.
De las Monjas Mercedarias aprendió disciplina y a cultivar habilidades extras que, como el canto, las manualidades y la escritura, definirían una personalidad extrovertida, auténtica y sincera, capaz de establecer un balance de armonía aún ante esos imprevistos que a veces la vida, nos pone de frente y que sabía ella sortearlos con tal placidez, que al final no pasaban de ser una simple circunstancia transitoria. Siendo siempre así, sabia -como pocas personas- disimular situaciones y guardar un secreto y nunca comentar los defectos de los demás.
Siendo yo apenas un niño, en el Colegio de La Salle, justo en el tercer grado, tuve el privilegio de conocerla, quizás por el año 1971. Ella estudiaba la carrera de Educación en la Universidad Católica Madre y Maestra y esas clases en el colegio eran parte de su preparación profesional, para completar su formación.
No puedo olvidar que cantaba muy bello, era parte de la Tuna Coral de la institución y llevaba su significativa y hermosa capa de terciopelo rojo vino, como las rosas Príncipe Negro para, en sus ratos libres, adornar con cintas, pines, alfileres y detalles, como era costumbre en esas corales.
Para entones era Zaidy, una joven de hermoso rostro y cabellera negra azabache, bien largo y sin ser delgada, tenía una figura que, en conjunto con su juventud y gracia natural, la proyectaban como una joven bonita, simpática, tierna y, en especial, muy afectuosa con cada uno de sus alumnos.
Ya, en esos años estaba comprometida, con el que sería su primer esposo y padre de sus dos hijas: Enrique Rijo Pepén, con el que luego contrajo nupcias en el jardín de la residencia de sus padres, ataviada con el mismo traje de bodas que un día usó su madre, remodelado por su tía, la recordada gran modista Amelia Zouain, porque así era ella: siempre llena de detalles para halagar a sus ancestros y a los demás.
Con los años, está unión terminó en divorcio, naciendo antes, sus dos mayores tesoros, a las que amaba tanto, que las bautizó con su nombre: Zaidy Karina a la mayor y Zaidy Marianne, la menor, como símbolo de perpetuar su personalidad y legado en este mundo. Ambas escogieron sus carreras, pero tal como su madre soñaba y deseó, las formó en valores y carreras que, de alguna manera, se asemejan mucho a ella, aunque en distintas personalidades.
Los años la trajeron a Santo Domingo, luego volvió a Santiago, donde desarrolló una carrera de alta incidencia y trascendencia en los medios de comunicación, destacada por su participación en la creación del Canal 7 Cibao y en importantes programas de este, culminando cuando los vientos soplaron en otras direcciones, con esos proyectos y participando luego en Rahintel, junto a Miledys de Cabral, en su regreso otra vez a la ciudad capital.
Durante un tiempo escribió para El periódico La Información, reseñando a su estilo, las actividades de los santiagueros en esta ciudad. También estuvo ligada por docencia a la escuela de Artes de Altos de Chavón, a la Junta de Desarrollo Agroempresarial y a innumerables proyectos que eran propios de un espíritu inquieto y lleno de visiones poéticas, para escribir, comunicar y vivir intensamente, tal y como lo hizo.
Su segunda unión fue con Luis Cruz, que también culminó en separación y, aunque casi siempre estuvo sentimentalmente sola, la vida para ella era un retrato de amor y constantemente tenía una ilusión, como el as de la suerte de un experimentado jugador. Durante un buen tiempo produjo un espacio de entrevistas por el Canal Del Sol (Canal 6) empresa propiedad de la familia Decamps, con los que siempre mantuvo una sólida y sincera amistad.
Sus inquietudes y su temperamento, junto a su vocación de servicio, la motivaban para constantemente innovar con algún proyecto, siendo uno de estos el libro: La vida comienza a los 90, que produjo y editó para la recordada periodista Susana Morillo, todo un testimonio premonitorio de que la vejez no debe ser motivo de inclusión, sino un tiempo para la satisfacción porque así pensaba ella, que aunque con los años se había aumentado de peso, nunca esto fue óbice para vestirse a su estilo, maquillada y peinada, adecuada a su regia personalidad, porque nunca quiso ser lo que ella no era.
Nuestro último encuentro fue justamente en Santiago, en un brunch convocado por un amigo en común, el pintor Aurelio Grisanty, quien visitó el país luego de 30 años de ausencia. Después de unos meses, tuvo quebrantos de salud, que la postraron, pero no doblegaron ese espíritu indómito que la caracterizaba.
Nos llegó de repente en todo el mundo covid-19, todos entramos en pánico y cuarentena, siendo ella de los afectados, con consecuencias que luego de un largo proceso y múltiples cuidados, la llevaron meses después al otro plano, desde no hay regreso y donde terminan los proyectos, porque se hizo eterna. Con profunda tristeza su madre, sus hermanos Rosarito, Velkys y Julio César, Simón Eduardo y Cristian, sus nietos y sus familiares y la interminable lista de sus amigos, la vimos perder la última de sus largas batallas.
En los últimos había conciliado una gran amistad, con un reconocido Entomólogo, despertando en ella aún más, el conocimiento por las distintas especies de la naturaleza, muy en especial Las Mariposas y sus diversas variedades, su comportamiento reproductivo, tema ya habitual en nuestros juntes ocasionales.
Es difícil decirte adiós mi querida ZZ, pero más triste era verte postrada, atada y sin poder volar tras tus deseos, llorando sin lágrimas y soñando sin metas. Naciste para ser libre, así Dios dispuso, vuela alto mariposa, con tu grácil sutileza y, aunque te vamos a extrañar infinitamente: ¡Que la tierra te sea leve y la luz te haga eterna!
Si (
No(
