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Diálogo de Don Dinero y Don Bigote

Por Antonio Sánchez Hernández
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antonioasanchezhgmailcom/16/16/22
http://antoniosanchezhernandez.com/
lunes 03 de diciembre de 2018, 15:12h
“Lo real es que después de cinco siglos, al fin las palabras visionarias de Cristóbal Colón penetraron nuestras mentes: el oro es excelentísimo, del oro se hace tesoro, y con él, quién lo tiene, hace cuanto quiera en el mundo, y llega a que echa las ánimas al paraíso"... Cristóbal Colón.

DON BIGOTE: A mí me tocó vivir a principios de siglo XX, una época en que el honor y el dinero se medían por un pelo de mi bigote. Entonces nuestra pobreza era verdadera. La población campesina, mayoritaria, usaba tinajas, no neveras. La radio tocaba mariachis, desde el amanecer. La guitarra era la ventana a la canción de amargue. Se cocinaba en anafes. La televisión, en blanco y negro, no tocaba tierra adentro. El campesino madrugador, hervía la leche espumosa, y desayunaba acompañado del vívere del momento. No había luz eléctrica, las casas se alumbraban con jumeadoras. El burro era el medio de transporte. El motor no conocía las bayahondas. El maestro rural era hombre de poder, junto al cura y el alcalde. Los familias tenían hijos por docenas. La diversión campesina era el río más cercano. El canal de riego no mojaba los campos roturados por los bueyes. El carro transitaba libre por carreteras solitarias. El campesino no migraba. Los pueblos eran pequeñas aldeas. La tierra se compraba por centavos. La capital apenas llegaba por el norte al Centro Olímpico; por el oeste a la Abraham Lincoln; por el este al puente Duarte. Más allá de esos dominios era monte y mar. Una sola universidad. Pocas familias urbanas disponían de electrodomésticos. Veinte años de tiempo costaba a una familia unida, salir de la pobreza extrema. ¡Eramos pobres y sin embargo, tanto el honor como el dinero se medían por un pelo de mi bigote!...


DON DINERO: Olvídese, eso era antes. Ahora la pobreza no es verda-dera, sino moda, y nuestro dios es el dinero. Ahora nuestros pobres sienten y piensan como ricos. Es un viajero a tiempo completo. Grábeselo...¡Existe hoy un orden planetario basado en el dinero, no en un pelo del bigote!. ¡Una relación tan mercurial que ya están vendiendo la luna como quesos! ¡Un resultado monetario del hombre con el planeta!.¡ Con la ciudad donde se nace y con la ciudad donde se migra!.¡O consigo mismo!... Por fin, tras larga espera de siglos, un nuevo señor se instala para no salir jamás. Ese nuevo poder es el dinero, omnipotente, omnipresente, que cuenta con millones de vasallos y esclavos. Plazas, rent a car, gimnasios, centros cerveceros, colmadones, magníficas yipetas cuidadosamente almohozadas y nuevos arreos ruedan por las calles; dentro van como diosas tropicales, encantadoras mujeres envueltas en preciosas sedas y muselinas. Se hacen buenos negocios en las tiendas de perfumes y joyerías. Se abren como por ensalmo los salones de baile, cafés y restaurantes. Se construyen chalets y se compran casas. Se va al teatro. Se juega a la bolsa y se apuestan millonadas detrás de las cortinas de damasco de los casinos. ¡El dinero se descubre, audaz, soberano e insolente, probando la sabia máxima de Mirabeau, de que el dinero huele mucho mejor que la sangre derramada!...



DON BIGOTE: Tal vez, pero me da tres pitos...Eso no me importa tanto: con el dinero la moral se ha perdido y cuando una persona pierde su moral por el dinero, todo es hipocresía... Ahora, hasta los jacobinos como ministros o como simples hombres públicos, dejan de ser jacobinos. Detrás del dinero, labios que antes goteaban revolución, rebosan ahora bálsamos de palabras conciliadoras: orden, calma, seguridad, diálogo, consenso. ¡Y aunque sea hipocresía, por fortuna, el pelo del bigote dominicano sigue bañando con sutileza las cosas: nos preserva de una total disolución de los personajes urbanos. La fe cristiana y los modos heroicos de nuestra vida primitiva, nos resguardan!...Es verdad: un tiempo de alta velocidad estalla, las plantas, los animales, las estaciones, florecen y pasan, en un instante que se diría medido por una respiración eterna. ¡El fin del siglo XX que con mayor salvajismo ha destrozado y arrebatado su sentido sagrado a la naturaleza, con lo cual también al hombre! ¡Y con dinero, a pesar de todo, el alma humana se ha vuelto pobre y sombría. ¡El hombre se ha devaluado más rápido que la moneda! ¡Ha caído en un estado anárquico y salvaje! Por debajo de un país de turistas, está la indigencia moral del ciudadano, el culto exclusivo al dinero como idolatría y al autoritarismo como estilo de vida. Por eso, una violencia individual busca su destino y se abre camino. ¡Y pensar que antes podíamos dormir con las puertas abiertas! ¿Donde ha quedado esa contención moral, ese pelo de mi bigote ?...



DON DINERO: Solo en las galleras y en sus apuestas...¡ Lo real es que hasta Shakespeare, entró en nuestros dominios. Escuche las palabras de este inglés insigne: " ¿Oro?. ¿Oro precioso, rojo, fascinante? Con él, se torna blanco el negro y el feo hermoso. Virtuoso el malo, joven el viejo, valeroso el cobarde, noble el ruin... ¡Oh, dioses! ¿Por qué es esto? ¿Por qué es esto, oh dioses?. Y retira la almohada a quien yace enfermo; y aparta del altar al sacerdote: si, este esclavo rojo ata y desata vínculos consagrados; bendice al maldito; hace amable la lepra; honra al ladrón. Y le da rango, pleitesía e influencia en el consejo de los senadores; conquista pretendientes a la viuda anciana y encorvada:... ¡Oh, maldito metal, vil ramera de los hombres!"-. ¿No es cierto ?. ¿Donde quedó el pelo de tu bigote?: sólo en las galleras...



DON BIGOTE: A tu manera, otra vez tienes razón. Shakespeare ahora y Colón antes, le dan mucha razón. En fin, que después de cinco siglos de espera, nuestro único dios verdadero es don dinero. Puede ser cierto, pero me sigue dando tres pitos... Mi religión no es el dinero, nunca lo ha sido, nunca lo será, sino mi archiconocido y famoso pelo de mi bigote: honradez, honestidad... ¡Fíjese lo simple que es todo, nuestra diferencia es que don dinero corrompió la honestidad! ¡Aquí dormíamos antes con las puertas abiertas! ¿De qué vale el dinero sin honor, sin honestidad, sin tranquilidad? Entiéndame, la diferencia entre nosotros sigue siendo un pelo de mi bigote... No es un simple problema de apuestas de galleros...Es ahora un punto macabro de civilización.





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