Es el primer británico en ganar el torneo desde 1936
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Andy Murray besa el trofeo del campeón. |
El universo conspira para que Andy Murray gane Wimbledon
Por EFE
lunes 08 de julio de 2013, 14:26h
El escocés dejó atrás tres semifinales consecutivas cayendo
sobre la hierba de Londres y una final, la del año pasado, en la que Roger Federer
le pasó por encima camino de su séptimo Wimbledon. Aunque intensa, su victoria
de ayer sobre Novak Djokovic se saldó en solo tres sets, remontando el
británico un 4-2 debajo en el segundo set.
El
británico Andy Murray acabó con la maldición que le perseguía en Wimbledon
desde hacía un lustro en una edición del torneo en la que su parte del cuadro,
a priori más ardua de lo normal, quedó despejada como por arte de magia en las
primeras rondas.
El español Rafael Nadal, que llegaba a Londres dos semanas
después de entrar en la historia como el único tenista ganador en ocho
ocasiones de un gran torneo (Roland Garros), cayó por primera vez en su vida en
la ronda inicial, mientras que el suizo Roger Federer, siete veces campeón en
el All England Club, dejó helado al público de la pista central al quedar fuera
en el segundo partido.
Así las cosas, el escocés transitó hasta la final por un
cuadro en el que el tenista de mayor rango que se cruzó en su camino antes del
partido decisivo fue el ruso Mijail Youzhny, vigésimo cabeza de serie, que cayó
en tres sets ante el número dos del mundo. Eso no quiere decir que Murray no
haya pasado apuros durante el campeonato: el español Fernando Verdasco, número
54 de la ATP, disputó en cuartos de final un encuentro digno de un tenista de
las primeras posiciones del ránking y puso en verdaderos aprietos al escocés,
que tuvo que apretar los dientes para remontar dos sets en contra.
Sin importar
las dificultades que se presentaran, este año no había forma de acabar con
Murray en Londres: los cabalistas del deporte tenían claro desde el principio
que este iba a ser el año en el que el trofeo de Wimbledon por fin se quedaría
en casa desde que el legendario Fred Perry lo lograra por última vez en 1936.
En
el séptimo día del séptimo mes del año, 77 años después de la última victoria
británica en el All England Club -sin contar la de Virginia Wade en el cuadro
femenino, en 1977-, el escocés parecía estar predestinado a la victoria.
El
último que se atragantó con la racha de fortuna del escocés fue Djokovic, que
perdió su segunda final de Grand Slam consecutiva ante un Murray que parece
dispuesto a convertirse en la bestia negra del serbio. En el pasado Abierto de
Estados Unidos, el número uno ya había sufrido ante la inspiración del
británico, que en los últimos tiempos se ha deshecho del papel de víctima con
el que solía llegar a las fases finales de los grandes torneos y ha sabido adoptar
la mentalidad de los ganadores.
Ya no le importa ir 1-4 por debajo en el set,
15-40 por detrás en el juego: continúa luchando todas las bolas como si aún
tuviera opciones de ganar el parcial y, por perseverancia, lo acaba ganando.
En
esta ocasión fue Djokovic quien se desesperaba en la pista central de Wimbledon
y abroncaba al juez de silla cuando no veía alguna bola clara, mientras que
Murray, aún siendo consciente de que el Reino Unido se había detenido para
verle jugar, no acusó la presión y mantuvo la cabeza fría hasta la cuarta bola
de partido, cuando pudo por fin celebrar una victoria que se le había escapado
de las manos los últimos años.
El escocés dejó atrás tres semifinales
consecutivas cayendo sobre la hierba de Londres y una final, la del año pasado,
en la que Federer le pasó por encima camino de su séptimo Wimbledon.