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Guillermo Caram
Guillermo Caram

Del desconcierto de los poderes al desgano de la nación

Por Guillermo Caram

 

martes 29 de abril de 2014, 23:57h

Todo parece indicar que existe un desconcierto en las instancias de poder que está determinando un peligroso comportamiento nacional caracterizado por la confusión, desconfianza y desgano.

Ejemplo de ello constituyen las dos principales noticias de la sección económica del periódico Hoy del pasado viernes 25/04/14. Una de ellas da cuentas de la advertencia formulada por la Organización Para la Cooperación y Desarrollo (OCDE) al Ministerio de Administración Pública  sobre el estado de "fragmentación y duplicación" que sufre la burocracia nacional. La otra reseña que el Congreso Nacional discute una nueva manifestación de fragmentación, la creación de una nueva oficina que se ocupa de proveer semillas agropecuarias, siguiendo el parecer que cada ocurrencia debe conducir a un nuevo ente burocrático.

La OCDE concluyó que ésta fragmentación obstaculiza la prestación de servicios y genera una nómina desproporcionada para nuestra fiscalidad y geo-economía provocadora de déficits financiados con endeudamientos.  En lugar de avergonzarse por tener que endeudarse para financiar déficits generados por gastos burocráticos, entre otros, las autoridades se enorgullecen anunciando la colocación de bonos con el pretexto que obtuvieron  condiciones financieras favorables en materia de plazos e intereses.

Desconcierta la infiltración de ilegalidades en los estamentos responsables de combatirlas como es el caso de agentes del orden público, antinarcóticos y FFAA; Que autoridades judiciales pasen a constituir objetivos de la delincuencia; Que nuestras FFAA dediquen recursos para controlar emigración hacia USA faltándole para evitar afluencia haitiana; Que  ciudadanos se dejen embaucar por espejismos financieros piramidales y que el ministerio público excuse sus omisiones en faltas de denuncias cuando para mover la acción pública basta el rumor.

La arbitrariedad es otra manifestación del desconcierto. Observamos perplejos la drasticidad del cierre de un establecimiento popular de servicios alimenticios por una deuda fiscal de miles de pesos, mientras prosigue alegremente la evasión de miles de millones de pesos que origina nuestra inadecuada estructura impositiva, incluyendo la provocada por la informalidad inducida por las sucesivas reformas fiscales multiplicadoras de tributos y tasas.

Confunde que el Ministro de Salud permita publicarse fotos vacunando niños cuando el hospital infantil almacena agua sucia que propaga vectores contagiosos que las autoridades critican con propaganda masiva; Que el de Obras Publicas deje desmitificar sus reconocibles ejecutorias por el fastidioso e inútil proceso de expedición de revistas de vehículos de motor puesto que aún siguen circulando vehículos destartalados, inseguros y expelentes de elementos contaminantes; Que funcionarios  formulen propuestas al gobierno como si estuvieran en la oposición; Que se construye una segunda línea del Metro cuando la primera se desmorona; Que se emprenden espectaculares operativos ostentosamente publicitados para cumplir con lo que ordinariamente debe hacerse, como controlar vehículos ruidosos y a alta velocidad;  Que se creen comisiones especiales como las de cumplir la ética gubernamental consignada en la declaración jurada que cada funcionario suscribió al tomar posesión y se firmen convenios entre instituciones para cumplir lo que la ley le obliga.

El desconcierto no solo se refleja en el gobierno central sino en organismos descentralizados: El Ayuntamiento del Distrito Nacional gastó millones en iluminar espacios públicos que ya disponían de luces mientras otros permanecen dentro de una oscuridad tenebrosa que se presta delitos. Para la elección del rector de la UASD debió primar el rigor académico-intelectual pero se escogió con la misma parafernalia de un certamen político.

El desconcierto se contagia entre poderes privados. Ejemplo de ello es que los poderes empresariales y sindicales, hoy enfrascados en una discusión sobre supuestas conquistas sociales para los que tienen trabajo sin llegar a los que no lo tienen, parecen connivenciados en la administración del régimen de seguridad social vigente sin comprender el riesgo que representa la inscripción de éste sistema dentro de la especulación financiera predominante al margen de propósitos sociales que inspiraron y esperanzaron su creación.

La hora de detener estas acciones desconcertantes no debe postergarse so pena de agravar el estado de confusión y desconfianza que padece la ciudadanía y conducirla a un peligroso estado de desgano nacional inhibidor de los imprescindibles esfuerzos de superación que todos debemos propugnar y practicar.

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