La llamada dosis eritemática mínima (MED, por
sus siglas en inglés) se define como la mínima irradiación necesaria para
producir enrojecimiento en la piel tras un determinado tiempo de exposición a
la radiación ultravioleta del sol.
Cada
cual posee un umbral de resistencia en función de la calidad de su piel,
que se clasifica en seis fototipos: desde el 0, donde se
inscriben los individuos albinos, con tolerancia mínima al sol; al VI, que
incluye las personas negras, prácticamente exentas de sus efectos nocivos. De
todos modos, los dermatólogos insisten en que tostarnos al aire libre sin protección,
con independencia de nuestro fototipo, es una temeridad que puede acarrear
funestas consecuencias.
Dada la creciente incidencia de melanomas en los países occidentales, hoy se estudian minuciosamente
las consecuencias de los baños solares en la salud.
Antes
se pensaba que la melanina, la sustancia responsable de la
coloración oscura, era el único filtro frente al exceso de radiación, pero ahora sabemos que también hacen de
barrera los lípidos, los queratinocitos, células productoras de queratina que,
una vez muertas, forman el estrato córneo y ciertas proteínas de la capa
superficial.
Sea como fuere, hay tres tipos de UV, con efectos diferentes: los UVC, muy
agresivos, pero que no atraviesan la capa de ozono; los UVB, causantes de
quemaduras y cánceres, pero también de la pigmentación a largo plazo y
la síntesis de la vitamina D; y los UVA, que
penetran más profundamente en la piel y producen foto envejecimiento. Estos
últimos, los que irradian las cabinas de bronceado, podrían favorecer de algún modo la
aparición de tumores, advierten los expertos.
Y por si fuera poco, se acaba de identificar a otro "villano": los rayos infrarrojos A (IR-C).
Forman el 40?% de la radiación que impacta en nuestra cobertura cutánea por
ellos sentimos calor y, a largo plazo, destruyen el colágeno, proteína
responsable de la elasticidad y tersura. Algunas cremas ya incluyen protección
contra los IR-C.
Fuente: Muy interesante.