Santo Domingo.- El infrascrito, acostumbrado al ejercicio del poder, debido a
descender de una de las familias ismaelitas más conocidas del Cibao, supuso que
pisotear (literalmente), empujar, insultar y´mojonear´a los polis sería una
gracia para hacer valer su derecho sucesoral.
O tal vez pensó que, siendo hijo de una de las damas
santiagueras más apreciadas (no sabemos si en la misma proporción por su afabilidad
como por su lengua de sable), entenderían que su reacción no era de índole
personal, sino de estirpe.
Lo cierto es que el ´joven´,
un treintañero que ya debería estar jubilándose de las ligas mayores del
respeto ciudadano, cruzó un semáforo en rojo, en momentos en que, malhadadamente,
hacía valer sus derechos de uso de un celular.Ahí empezó el 'comic' que mantuvo
ocupadas las mentes de los nacionales, incluso por encima de la modificación
constitucional.
Pero bueno,¡volvamos al moro! Atrapado por los Agentes de la
Autoridad Metropolitana de Transporte, el caballero aparcó su yipeta casi en
medio de la avenida para dirimir el conflicto. (Vale decir, para todos aquellos
no conocedores de nuestras realidades macondianas, que en República Dominicana
desmontarse de una yipeta -o montarse, según sea el caso-, es sinónimo de poder
económico, social y político).
Cuando los policías le recordaron su falta a la Ley de
Tránsito e inquirieron sus documentos pareció como si en todos los sépticos de la
Ciudad Corazón se desatara un tsunami: ¿Usted
no sabe quién soy yo? ¡Buena mierda, buen mojón! ¡Deme su nombre para reportarlo! ¿Usted no sabe quién soy yo? ¡Mojón, ustedes
son dos mojones!, repetía incesantemente mientras gesticulaba con cada poro
de su cuerpo.
En nuestra media isla el uso común del término mojón no hace
alusión a ninguna señal para delimitar territorios ni nada parecido, sino a
excrementos. Sí, así mismo, como usted oye: ¡excrementos, mierda! Y fue justo
con este delicado término como el sobrinajo decidió hacer loas a los AMET,
cerrando con broche de oro este episodio aplastando con el vehículo el pie de
uno de ellos en su intento de retirarse del escenario;para entonces, abarrotado
de conductores, carros y mirones que, no solo presenciaron el ultraje, sino que
además vieron a los policías convertirse en liliputienses, en enanos morales,
incapaces de hacer valer su autoridad frente a los desmanes del sobrinajo.
Fue así como las redes sociales, la prensa, la televisión, los programas radiales y todos
los veidiles desnudaron al sobrinajo, descubriendo que forma parte, solo
en nómina, del equipo de la delegación
diplomática en Nueva York, transita en un vehículo sin chapa actualizada, es beneficiario
casi a título gratuito de un apartamento del Estado y, ¡lo mejor! Es sobrino
del Ministro de Interior (lo que para él equivale,al parecer, a ser superior jerárquico por derecho sucesoral de ¡tooodos! los
policías de este paisaje!
Las redes han informado que el señor Ministro, que en su
ejercicio no ha dado muestras de prepotencia ni ostentación, ha llevado a su
antiguo sobrino -ahora sobrinajo-, ante la Fiscal de Santiago, tomado de las
orejas, -decimos nosotras-, a los fines de que rinda cuentas por el ultraje
cometido contra los agentes del orden.
No sé en qué exactamente terminará este cuento, pero viene a
mi memoria otro,-El traje del Emperador-, en el que un monarca pagado de sí
mismo decidió hacerse un traje con unos truhanes que le aseguraron que el
vestido en cuestión solo podría ser visto por gente inteligente. Negándose a
admitir que no veía el traje por temor a ser juzgado como zopenco, ¡se paseó
desnudo por todo el imperio en medio de las risas y burlas de sus subordinados!
¡Y colorín colorado....