Cupido y psyque
En este 14 de febrero, dejo un regalo para todos los que aman:
Te celebro cuando a la mañana se le ocurre
suspirar en su siempre asombroso
Te celebro en los rayitos de sol
que penetran intersticios de paredes ahuecadas,
Igual te celebro en el haz que cruza mis ventanas,
descubriendo un venturoso Universo
sonriéndome en millones de mágicas partículas,
flotando en mis espacios.
en los roncos quejidos de amantes desenfrenados,
en sus fugaces e incumplidas promesas
que procuran perpetuar esos instantes
en los cuales pasiones y sudores
urgen convertirse en lenguaje articulado.
Te celebro
en las «Aguas Primaverales» de Turguénev
cada vez que te descubro en la llovizna
agazapa en mis múltiples zaguanes,
o entrando por la segunda puerta de mi cuarto,
vestida de fantasías y de estrellas,
recostada en un balcón... lunándote desnuda
y repitiendo tus dos palabras preferidas:
—las únicas que importan—
Te celebro en cada uno de los versos
que he querido robarle a Paul Éluard:
Te amo por todas las mujeres que no amo.»
No logro en cambio celebrarte,
y confieso que allí te he presentido,
en la portada de una obra de Baudelaire
por miedo a encontrarte, o saberte,
cuestionada en páginas del libro:
«Los paraísos artificiales».
Pero sí te celebro, me apasiono y río
en las alegres desvergüenzas de Milan Kundera
que inevitablemente encuentro en
«El libro de los amores ridículos».
Te celebro en los candiles de escenarios antiguos,
en las fascinantes sombras chinescas que nos permiten ser el Otro,
en el extraño y legendario canto del grillo,
en los colores y las plumas del águila,
amada y temida por gusanos,
en los sueños del transmutante camaleón,
—en su singular mimetismo—
su único Universo conocido.
Te celebro
en cada pétalo de las fascinantes amapolas de Villa Trina,
que son como las furcias...
Te celebro en las abejas que sustraen el polen de las rosas
para luego sembrarlo por ahí en otras flores,
también lo hago en el nectarívoro colibrí,
extasiado siempre frente a ti...
y extasiado también en los capullos,
Igual te celebro en la expectante pantera
que se vuelve sombra ante tus infinitos esplendores,
en los sonajeros que cantan, encantan y bailan
Te celebro en las bufandas de tules añiles
y en los peplos bermejos que nunca debieron irse.
en las vivenciales canciones de alabanzas,
en todos los secretos escondidos en la danza y la cintura
de aquella Salomé que bailaba para todos
aunque sólo quería besar a Jokanaán,
en el velo que Ivanova regaló a Samia Gamal
para que el mundo se perdiera
en el hechizo de sus danzas orientales.
en la convicción de Aquel mártir
sabiéndose morir entre jugadores y ladrones,
ni aún cuando la feroz lanza penetraba
en la roja habitación donde dormías.
Te celebro en tu gesto sin rostro,
en tu nombre sin apodo ni apellidos,
en la ilusión de mis dedos reclamándote los labios,
en las seductoras miradas de doncellas que cruzan mis caminos,
en el taconeo repicado de casas encantadas y vacías,
en las faldas florecidas de aquellas que apenas te susurran,
en los que gozosos se aventuran a llamarte,
en aquellos que te piensan o presienten,
en los sabios que por siglos han intentado
—sin haberlo todavía conseguido—
atraparte o explicarte en el Vocablo.
Te celebro en todos los enigmas del fuego,
en el imperecedero movimiento de los ríos heraclitianos,
en los lúdicos efluvios que salen de la negra tierra mocana,
en las inacabables formas de las amarillas nubes del Sur,
en los labriegos que cantan al cultivar uvas o naranjas,
en el canto y la música ritual de atabaleros,
en nuestro único desierto,
en esos obreros venecianos que fabrican los espejos,
en todas las ciudades que me he propuesto conocer,
en todas mis noches de vino, poesías y nostalgias.
y te llamo alborozado por el nombre convenido:
¡Amor!
Giovanny Cruz Durán
Escritor, actor y director teatral