El merengue: Ayer y Hoy

Desde 1854, año en que por primera vez se menciona la palabra merengue, este género fue discriminado por intelectuales puritanos y las clases mas encumbradas de nuestra sociedad. Originalmente fue rechazado porque nunca antes se juntaban los cuerpos de las parejas al bailar.

Lo mismo había sucedido en Puerto Rico unos años antes, en 1849, cuando el Gobernador Juan De la Pezuela publicó las multas que debían pagar quienes interpretaran o bailaran aquella “ música demoníaca “.

Interpretar o bailar un merengue aún en las primeras décadas del siglo 20 era algo vergonzante en los clubes de alta sociedad capitalina y de poblaciones del interior. Y con relación al merengue típico el desprecio era mayor aún en las clases encumbradas de la región del Cibao, especialmente en Clubes de élite, como el Centro de Recreo en Santiago.

Se despreciaba no solamente por la pobreza melódica que se atribuía al acordeón diatónico llegado de Alemania, sino por sus” letras de mal gusto y, en ocasiones, indecentes”.

Los tiempos han hecho cambiar las cosas en lo relativo al merengue orquestado. Hoy se hace imprescindible bailar y escuchar merengues en cualquier festividad. No hay fiesta dominicana sin merengue y su popularidad ya ha trascendido nuestras fronteras.

Nos relata Don Luis Alberti que fue en 1932 cuando por primera vez en el merengue de orquesta se utilizó la tambora para marcar el ritmo. Precisamente en 1936 fue escuchado por primera vez, en la emisora santiaguera HI9B el merengue más conocido de todos los tiempos: Compadre Pedro Juan, composición del Maestro Alberti.


>El merengue, contrariamente a los que muchos piensan, no nació en el campo para ir a la ciudad. En verdad originalmente emigró de la ciudad al campo con características muy similares a la danza y, posteriormente hizo viaje de retorno a la ciudad, ya con el sello netamente dominicano, integrado por el trío de acordeón, güira y tambora.



Cuando en 1930 Rafael Vidal Torres aconsejó a Rafael L. Trujillo, a la sazón candidato presidencial, que utilizara el talento de los músicos típicos Ñico Lora y Toño Abreu para que éstos animaran su campaña proselitista en los campos del Cibao, no imaginó que esta música se convertiría pocos años mas tarde en la música por excelencia de los dominicanos, transformándose en uno de los símbolos más importante de nuestra cultura y de nuestra identidad.




Fotos galerìa:: Archivo Américo Mejía Lama