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Día del Padre
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Día del Padre (Foto: Fuente externa)

Consideraciones sencillas por el Día del Padre

¡Padres del mundo... uníos!

Por Giovanny Cruz Durán
sábado 30 de julio de 2022, 23:35h
Celebramos en nuestro país el Día del Padre. A propósito, me permito emitir algunas consideraciones simples y breves.
Ser padre es algo maravillo. Pero al mismo tiempo es una responsabilidad que se adquiere de por vida. Suelo bromear con los padres primerizos cuando los escucho hablan sobre... «Ayer el bebé despertó a las dos de la madrugada», «Corrimos para la clínica porque pensamos que estaba enfermo», «Muerde todo lo que encuentra porque le están saliendo dientes», «Nos descuidamos y se cayó de la cama», «Me alarmo cuando regurgita», «Algunas veces da brega para dormirse»; etcétera. Entonces les digo... «No te preocupes porque esos afanes serán... por el resto de tu vida».

Así es. Cuando niños tenemos muy serias preocupaciones. Cuando grandes a nuestros hijos tenemos que orientarlos, darles ejemplos con nuestras propias vidas, llevarlos a las escuelas, llevarlos a las fiestas, estar a atentos lo que ven en la televisión, estar atentos a su integración en las Redes Sociales, a su ropa y a un montón de otros asuntos.

Cuando se casan, tenemos que procurar que el matrimonio discurra por caminos correctos. Luego tienen hijo y los antiguos padres nos convertimos en abuelos, que también debemos, de cuando en vez, cuidar a nuestros nietos y, quizás, contribuir con las finanzas de nuestros hijos; sin esperar nunca recompensas. Borges escribió... «Por el misterio de la rosa que prodiga el color y no lo ve.»
Ser padre, que tiene muy grandes satisfacciones, es un contrato de por vida. Al menos ser padres responsables.

Nunca podemos dar por sentado que nuestros hijos andan siempre por el camino correcto, aunque hayamos contribuido correctamente en su formación. Las tentaciones que andan por ahí son muchas. Y los «tentadores» tienen habilidades para hacerlo. Nuestra observación de los hijos debe ser permanente.

Tenemos que tener conciencia que los hijos no son ni serán extensiones de nosotros mismos. Los orientamos, alimentamos y procuramos que estudien. Pero irán creando su propia personalidad e historia. Nunca podemos pretender que hereden hasta nuestras singulares frustraciones y logros. Ellos desarrollarán sus propios asuntos.

No olvidemos que es un soberbio disparate eso de que... «en tiempos pasados cosas eran mejores.» No es cierto. Ningún tiempo pasado fue mejor. Sólo diferente. Un grave problema que tiende a presentarse es el tema de la competencia con las madres. La relación de un niño con su madre es especial. Empieza en esos nueve delicados meses que permanece en el vientre.

Luego comienza el matriarcado. Recuerden que este empezó desde la época antipetecatrepetecida. Así es, en la caverna comenzó esa singular relación madre-hijo. No podemos ni debemos competir con eso. La nuestra es, sin embargo, muy poderosa. Tiene otras características, pero el vínculo es inmenso. Suelo gritar, como colofón de este asunto: «No soy madre ni un segundo, pero papá a tiempo completo».

Uno de los tantos tributos que tenemos que rendir a nuestros hijos, es el respeto irrestricto a su progenitora. ¡Me inclino reverente ante el amor y la dedicación de una madre para sus hijos! Ser padre también entraña entender ese rol, fomentarlo y cuidarlo. Permítanme que hoy, precisamente, no pida (sean indulgente con este padre) mi acostumbrado... ¡Telón!

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