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Calabazas, Panteones y Quijotes

Por Antonio Sánchez Hernández
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antonioasanchezhgmailcom/16/16/22
http://antoniosanchezhernandez.com/
jueves 09 de junio de 2022, 11:11h

Nuestro país es una sociedad tridimensional, mezcla cultural de calabazas indígenas, panteones africanos y quijotes españoles, que se fue labrando lentamente como una sociedad autoritaria y centralista a lo largo de cinco siglos.

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Las costumbres estatistas, desde el período Colonial, autoritarias y anárquicas, las ha hecho el tiempo con tanta paciencia y lentitud, como ha hecho las montañas y sólo el tiempo, trabajando todos los días, con una enorme participación democrática y ciudadana en el siglo XXI, con una activa y creativa sociedad civil, las puede destruir.

No sé derriban montes a bayonetazos ni costumbres autoritarias y anárquicas con violencias físicas o mentales. Y eso es válido hoy tanto para Gobernantes como para Gobernados. Dice Federico Henríquez Gratereaux que los dominicanos llevamos la guerra en el corazón. Ese sólo dato sería suficiente para ser muy permisivos, demócratas de oficio en todo el siglo XXI.

Los dominicanos de hoy, en nuestra generación XVII, desde el momento en que españoles y africanos llegaron a esta tierra, estamos detrás de la mayor de nuestras utopías sociales. Como un Quijote, la Sociedad dominicana pretende vivir en democracia, en el marco de un Estado y una Sociedad que nunca han sido democrática, sino autoritarias, caciquistas, centralistas y ahora clientelistas en nombre del centro político de turno, que es el PLD ¡Cuánta falta nos hace Juan Bosch!

Hagamos memoria Republicana. De 1844 a 1916, en esos 72 años hubo 56 cambios de Gobiernos, lo que significó un Gobierno cada trece meses. ¿Un buen averaje o un récord mundial?. Luego vino la primera intervención militar Norteamericana de 1916-1924. Y una vez se marcharon los gringos, en los seis años siguientes llegó al Poder Horacio Vázquez primero y Trujillo inmediatamente después, como Benefactor de la Patria y Padre de la Patria Nueva, que terminó triturándonos.

Lo de Patria Nueva fue pura semántica, tiranía pura y simple: aún no se recupera él aire puro. ¿No es así?. Décadas económicas pares, casi siempre de vacas flacas, y décadas nones, décadas de vacas gordas. Década 1950: auge.

Década 1960: declive.

Década 1970: auge. Década 1980: declive. Década 1990: auge. Década 2000: declive. Auges y declives decenales.

De 1960 al 2004, los hechos demostraron que nuestros problemas de desarrollo nunca fueron ni de izquierdas ni de derechas. Que esos fueron símbolos discursivos de importación de la guerra fría que produjo sangre resultados violentos a borbotones y que dividió al país en dos partes encontradas.

Esa larga confrontación era de importación norteamericana o rusa fue nuestra guerra fría, por imitación, por pura semántica y por razón de Estado, nuestro nido de cuna. Nuestra sociedad caciquista, caudillista, mezcla cultural de calabazas indígenas, panteones africanos y quijotes españoles, aprendió la lección y tiene ahora otra lógica de gobernabilidad: la democracia de palabra.

Con un tradicional Poder Ejecutivo avasallante, al que hemos delegado derechos y obligaciones ciudadanas, y donde esperamos la solución de nuestros problemas de desarrollo en medio de una sociedad de pobrezas, no todo el mundo puede ser Presidente. Ello así, porque nuestra sociedad fué un cheque en blanco, sin comunidades activas, una sociedad permisiva y quijotesca que siempre apuesta a la suerte y al destino y termina seducida por sus líderes de barro.

Una sociedad de caciques donde el Poder Ejecutivo tiene el rol de Árbitro, que no debiera ser desbordado por un partidismo político cada vez más frenético, como lo hacen las instituciones políticas, donde dirigen los liderazgos menores.

Al morir hace muy poco él último de nuestros grandes caciques, ese indiscutible y mesurado equilibrista que irradiaba paz, pero que podía comerse un tiburón sin eructar, se desamarró el zoológico político en liderazgos menores, dos de los tres grandes partidos se dividieron y el Poder Ejecutivo, piedra filosofal de nuestra vida autoritaria y caciquista ha perdido la confianza pública, al calor de un clientelismo menor, de un ambiente recesivo mundial y de un discurso oficial politiquero que no convence, humillante, que no logra dar señales de confianza.

De una sociedad trujillista de mudos hemos pasado ahora a una sociedad antidemocrática y semitrujillista de sordos: “El Poder es para ejercerlo”. Con la muerte de Balaguer y Bosch, los nuevos monarcas, los herederos, perdieron el equilibrio del mundo político dominicano y ahora somos un país enormemente endeudado.

Se ha roto la mesura y el juego democrático es otra vez un pedazo de papel, transfuguismo puro. Desde entonces somos postmodernos donde nada es nada y todo es posible, inclusive ser amasadores de grandes fortunas. El mundo político mundial en el 2018 es un adorador del de la realidad tecnológica, tiene muchas ideas nuevas, es una sociedad de servicios, multinacional, globalizada, pero se embotó en si mismo.

El mundo dominicano es un adorador del fetiche tecnológico, de la realidad tecnológica, pero el mundo político dominicano no tiene ideas nuevas y se desgasta en sí mismo. Se confunde nuevamente el sistema de partidos con el Estado y sus instituciones. Se hacen ricos al vapor, son amasadores de enormes fortunas. Ese es el objetivo del sistema político. Hacer ricos a los partidos políticos. Nada más.

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