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Theamus presenta una "Cenicienta" con calidad y talento

Por Arismendi Vásquez
sábado 20 de diciembre de 2014, 23:43h
Pese a descansar en un elenco evidentemente novel, el musical Cenicienta, que presenta la compañía Theamus este fin de semana en la Sala Carlos Piantini del Teatro Nacional Eduardo Brito, conjuga calidad y talento, para deleite de niños, jóvenes y adultos.

  • David Soto


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Santo Domingo.-  Destaca en la obra la participación de Leticia Taveras como Cenicienta, secundada por José Nicolás Hernández, en el rol de Príncipe Christopher, además de Clara Contreras como el Hada Madrina. 

No obstante, merecen especial reconocimiento como elementos básicos del montaje, la coreografía, estilo y diseño de iluminación de Gracielina Olivero; la escenografía de Ballet Concierto Dominicano, la construcción escenográfica de Carlos Ortega, así como la dirección general de Luis Marcell Ricart Grullón, quien también realizó la adaptación de este clásico infantil al español. 

Más de un centenar de personas integran el especial elenco de este musical infantil, que viene a llenar un vacío dentro de la oferta de espectáculos infantiles y que, junto al Cascanueces que se está presentando en el Parque de las Luces, contribuyen al sano entretenimiento de niños y jóvenes en esta Navidad.

La Cenicienta es un cuento de hadas folclórico que cuenta con varias versiones, orales y escritas, antiguas y modernas, procedentes de varios lugares del mundo, especialmente del continente eurásico. Múltiples versiones se han realizado de este clásico desde el año 1690 en diferentes países de occidente, y anualmente se presenta en distintos escenarios del mundo, conservando su frescura y actualidad, gracias a su colorido, su magia y su contenido artístico-sociológico.

 Y todo su encanto se resume en este sencillo relato: Hubo una vez una joven muy bella que no tenía padres, sino madrastra, una viuda impertinente con dos hijas a cual más fea. Era ella quien hacía los trabajos más duros de la casa y como sus vestidos estaban siempre tan manchados de ceniza, todos la llamaban Cenicienta. 

Un día el Rey de aquel país anunció que iba a dar una gran fiesta a la que invitaba a todas las jóvenes casaderas del reino. - Tú Cenicienta, no irás -dijo la madrastra-. Te quedarás en casa fregando el suelo y preparando la cena para cuando volvamos. Llegó el día del baile y Cenicienta apesadumbrada vio partir a sus hermanastras hacia el Palacio Real. Cuando se encontró sola en la cocina no pudo reprimir sus sollozos. - ¿Por qué seré tan desgraciada? -exclamó-. De pronto se le apareció su Hada Madrina. - No te preocupes -exclamó el Hada-. Tú también podrás ir al baile, pero con una condición, que cuando el reloj de Palacio dé las doce campanadas tendrás que regresar sin falta. Y tocándola con su varita mágica la transformó en una maravillosa joven. La llegada de Cenicienta al Palacio causó honda admiración. Al entrar en la sala de baile, el Rey quedó tan prendado de su belleza que bailó con ella toda la noche. Sus hermanastras no la reconocieron y se preguntaban quién sería aquella joven.

 En medio de tanta felicidad Cenicienta oyó sonar en el reloj de Palacio las doce. - ¡Oh, Dios mío! ¡Tengo que irme! -exclamó-. Como una exhalación atravesó el salón y bajó la escalinata perdiendo en su huída un zapato, que el Rey recogió asombrado. Para encontrar a la bella joven, el Rey ideó un plan. 

Se casaría con aquella que pudiera calzarse el zapato. Envió a sus heraldos a recorrer todo el Reino. Las doncellas se lo probaban en vano, pues no había ni una a quien le fuera bien el zapatito. Al fin llegaron a casa de Cenicienta, y claro está que sus hermanastras no pudieron calzar el zapato, pero cuando se lo puso Cenicienta vieron con estupor que le estaba perfecto. Y así sucedió que el Príncipe se casó con la joven y vivieron muy felices. (Fotos: David Soto)
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