Recuerdo cuando en el pasado hablábamos de que ibas a ser un año de “Salud para Todos”. Esas eran las proyecciones de las grandes organizaciones sanitarias a nivel mundial. Pero, ¡Qué ingenuos estábamos!
Pensábamos que con la ciencia lo podíamos controlar todo y esa fue nuestra primera equivocación, pues la ciencia, muchas veces, no puede controlar las violaciones del hombre al medio ambiente y a sí mismo. Tú lo has demostrado. Tuvo que venir un virus nuevo, una masa inerte de material genético que para sobrevivir tiene que infectar células de seres vivos y demostrarnos así el error en el que estábamos.
Creíamos también que con el dinero todo lo podíamos resolver y te encargaste de hacernos ver que tampoco era así… El dinero se ha escaseado hasta en las grandes potencias mundiales y los países menos afortunados hemos estado sufriendo los estragos de esta crisis.
El dinero se ha tenido que utilizar para encontrarle la causa y la cura para tan terrible virus: el covid-19, en medio de incertidumbres y ensayos de aciertos y desaciertos.
Nuestros afectos, que tomábamos, por sentado, también se impactaron contigo. No nos hemos podido volver a abrazar físicamente y miles han perdido seres queridos, familiares y amigos. No los hemos podido salvar.
Entonces ¿Qué hago? ¿Te aborrezco o te veo como un “Maestro”? Creo que haré esto último, ya que en medio de la mayor adversidad estas dejándonos una lección como humanidad; una lección para que reflexionemos y cambiemos en los tiempos que nos quedan por vivir; una lección que nos enseñó a fortalecer nuestra fe y a buscar ese “Ser Superior” en el que creemos; a unirnos para sobrevivir y a tomar conciencia por el otro.
Nos enseñaste también que cuando rompemos el equilibrio en la naturaleza, ella misma busca los mecanismos para restablecerlo. Hemos aprendido a amar con el corazón, a despedir a nuestros difuntos con el alma, a valorar cada día lo que la vida nos permite vivir; a saborear cada bocanada de aire sin mascarilla y a maravillarnos de las pequeñas cosas que el día a día nos trae.
¡Si! ¡Hemos aprendido! Creo que tu misión está cumplida.
Te perderás en los siglos de la eternidad, pero paradójicamente quedaras en nosotros como una huella imborrable y tu historia pasará de generaciones en generaciones como un recuerdo que muchos de los que aún no han nacido, no comprenderán, pero que con el tiempo aprenderán de él.
“Au revoir”!