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Alfonso M. Becker.
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Alfonso M. Becker. (Foto: Alfonso M. Becker.)

Arrivederci, Bertolucci, grazie mille …

Por Alfonso M. Becker
martes 27 de noviembre de 2018, 23:24h
“El humour noir es una crítica intuitiva generada en la mente creativa de los artistas italianos de la posguerra que, en su juego vertiginoso, mezcla lo real y lo fantástico sin límites ni fronteras” .
Santo Domingo. -La proyección ha terminado… Si quieren pueden ponerse tristes o incluso llorar… Ha muerto un hombre de exquisita cortesía, de una educación y maneras que nunca parecieron exageradas. Si es usted un poco listo, se dará cuenta enseguida de que se servía de esa cortesía como arma para apartarse de estúpidas mujeres castradoras y para alejar de sí a sus interlocutores más complejos, para estudiarlos desde la distancia… Escudriñar la vida sexual de una mujer en unas cuantas palabras. Saber si un hombre es un macho alfa como cualquier otro animal cuando se aparea...

Cobijado tras esa pantalla de mirada notablemente fría y amables vocablos de musicalidad latina, descifraba siempre si podía hacer el amor con tal o cual mujer, o si el tipejo más despreciable de entre los actores consagrados, podría ser la estrella indiscutible en la más grande y memorable escena que, con toda seguridad, sería el escándalo del siglo que ocasionaría su excomunión por el Vaticano o su deportación por ciudadano indecente...

Ruido de butacas vago, sordo y continuado. Cuchicheo generalizado. Voci con poco significato e meno fondamento. Se han encendido las luces y el público no se levanta… Se lee el reparto con la boca abierta para confirmar que todas las bellas actrices italianas eran las mujeres de la vida real, las hermosas y voluptuosas italianas que siempre habían soñado los europeos.

Los machotes americanos se quedaban cortos… Sin embargo, el poderoso atractivo sexual de los “spaghetti” del Bronx no tenían fronteras, al fin y al cabo, los Corleone, los Capone, los Luciano o los Anastasia no eran otra cosa que “gli americani della guerra castellammarese”…

Todas las bases del pensamiento tradicional italiano se fueron derrumbando con la llegada del fascismo y su gran espectáculo cinematográfico colorista para representar un mundo bello y alegre que nunca existió porque era absolutamente falso... Eso lo sabía Bertolucci mucho antes de haber nacido...

La propaganda por el hecho, aceleró la llegada de la violencia política de las élites contra los trabajadores y los desfavorecidos en Italia. Todo un sobresalto artístico del espíritu que pretendía afirmar y hasta perpetuar la supremacía de la burguesía sobre el proletariado, sucio, militante, apestoso y peligroso… ¿Los pobres son asquerosos…? ¿Pero por qué?

Quizás el ascenso del totalitarismo en todo el planeta tras la Primera Guerra Mundial desplegó alfombras inapropiadas para que fuera posible la llegada de una suerte de “cinema paradiso”: la fantasía del cine para que un tal Giuseppe Tornatore hiciera pensar a los españoles, muchísimos años después de la muerte del dictador Franco.

Se respiraba mucho menos glamour cinematográfico para que un “exquisito” Bernardo pensara un nuevo cine de escándalo que mostrara algo más que la miseria: la guerra contra la pobreza y una forma de presentar batalla al gran espectáculo de la mentira política…

¿Qué mejor que hacerlo abriendo las páginas de la historia para relatar la vida de los poderosos y de los que no poseían nada? ¿Se podía hacer cine mostrando la simpleza de lo cotidiano y contando la vida sexual que se esconde detrás de la puerta? Se acabó la experiencia sexual observada a través del ojo de la cerradura…

Pier Paolo Pasolini no se lo perdonaría… Era una impresionante unidad artística entre grandes genios que sabían separar perfectamente el amor, el cariño, la lealtad y la fidelidad, de otra cosa algo erótica pero muy distinta que era el sexo como placer etermanente humano, tanto en lo precario como en lo individual; pero desembocando siempre en la orgía: vicio de apetitos y pasiones desenfrenadas.

Todo eso está en la cabeza de Bernardo Bertolucci, como en la de cualquier italiano que haya experimentado el neorrealismo que hizo llorar al mundo entero… Nada más triste que representar la destrucción de toda Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Se acabó la blancura y la negrura de la existencia para dejar paso a la policromía del deseo…

El llamado “emperador” del cine italiano estaba naciendo solo un poco antes de que los italo-americanos de la mafia desembarcaban en Normandía y en las playas italianas para acabar con el Tercer Reich y con el olor a podrido de toda la Italia del dictador Benito Mussolini.

El viejo tópico sobre la banalidad del mal llega a Bertolucci revelándose como carente de sentido. Hay que mostrar el mal y la desnudez a pesar de toda su monstruosidad; en el sexo, en el coito, en el orgasmo, en el éxtasis, en las convulsiones amorosas y en toda la patología del deseo… ¿Por qué llamar enfermedad a lo que se desea entre las piernas?

Atención que Bertolucci estaba deseando nacer para contarlo todo… La matrona cuando lo vio salir del canal del parto quedó gratamente sorprendida por el tamaño de su pene y los ojos tan profundos para un renacuajo neonato que ya parecía un provocador a los tres minutos de haber nacido…

Todas esas señales querían decir algo porque no es normal que una matrona se exprese con el mejor estilo filosófico de la vieja Escuela de Fráncfort; el pensamiento que ya estaba de vuelta en la Europa liberada.

Hasta una partera de barrio sabía que la falta de libertad en el sexo y la represión religiosa de los amores perversos, solo produce fetichismo masturbatorio.

Era solo un niño, Bernardo Bertolucci, cuando Italia era un agujero de mierda y un montón de escombros. Cuando la pobreza y la miseria absoluta obligó a los italianos a emigrar a las Américas en busca de pan, trabajo y libertad… “Pane, amore e fantasía” era lo que quedó en Italia para los que no tuvieron a dónde ir.

Todo daba vueltas en la cabeza de Bernardo Bertolucci. Escribir sobre su filmografía es hablar, largo y tendido, sobre la historia del lenguaje mágico cinematográfico, sobre la pintura, sobre la música, sobre lo más atrevido de la fotografía. La pintura fue para los cubistas un medio de volver a hacerse hombres. El cine para Bertolucci fue una forma de expresar lo que nadie se atrevía a contarte.

La profunda ola de nihilismo volvió para quedarse en Italia tras el periodo de posguerra. Era el ambiente preciso para crear películas en las que todo el mundo fuera director, los espectadores se sintieran actores, y sufrieran la tragedia de comprender que la vida entera estaba siempre por encima de las posibilidades de un desgraciado ciudadano superviviente.

¿Qué hay cosas que no se pueden decir? Se equivoca, estimado lector, eso es para los cobardes, los timoratos, los farsantes y los censores que pretenden adueñarse de un lenguaje que no les pertenece… Bernardo Bertolucci habla como le da la gana hasta el último suspiro de su vida. ¿Qué hay sexo explícito que no se debería plasmar en la pantalla? Pues no vaya usted al cine y muérase en su casa…

La oposición contra la despreciable sociedad opulenta y manipuladora solo tiene dos caminos con efectos inmediatos: la rebelión de los instintos y la revuelta política. ¿Cómo llevar eso al cine?

Atrévase a tocarle las tetas a una hermosa mujer y dígale que no puede vivir sin ella… Baje las manos hacia su trasero y busque su boca sin pedirle permiso a su marido… y vienen las de «#MeToo» y lo ahorcan en una plaza pública…

Bernardo Bertolucci le diría que hay otros muchos caminos para proteger los derechos de las mujeres y conseguir plena igualdad social sin alterar la relación entre lo racional y lo irracional… Porque el esposo se estaba corriendo de gusto al ver cómo su esposa se entregaba a la fantasía del encuentro amoroso y la sociedad establecida no tiene porqué administrar la comunicación de lo que corresponde a dos amantes en la dimensión estética del sexo sin exigencias sociales.

Novecento es la revolución y la justicia… pueden apostar ustedes que es mil veces más obscena que la mantequilla para dulcificar el encuentro amoroso de los animales salvajes con la estética que muestra realidad reconocida por el amor a la sabiduría… Es la filosofía que opone la imaginación poética del comportamiento humano a la razón científica o empírica...

Realizar lo imaginario en todas sus vertientes entre una madre y su hijo despertando, ambos, a una sexualidad perseguida por el mito y por la policía…

Érase una vez un hombre, un gran artista, único en su especie intelectual, que acompañado por la música de Ennio Morricone para mirar la luna de los amantes, cruzó el rubicón para buscar su suerte mientras Gato Barbieri tatareaba un tango lubricando la boquilla del saxo tenor…

Arrivederci, Bertolucci… Ahora todos tus personajes representan todos los arquetipos de la existencia humana; tanto los terroríficos como los placenteros. Y el carácter catastrófico de su aparición en sociedad ya no pertenece a lo imaginario ni a lo irracional.

El último emperador del lenguaje cinematográfico ha cancelado el romántico espacio de su creatividad liberando su agenda y huyendo para siempre de sus críticos en una muestra indiscutible de humor negro.




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