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Caudillismo o Democracia

Por Antonio Sánchez Hernández
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antonioasanchezhgmailcom/16/16/22
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miércoles 23 de mayo de 2018, 23:26h
Desde el ajusticiamiento de Trujillo en Mayo de 1961 hemos tenido tres grandes partidos: el PRSC, el PRD., y el PLD. que han ocupado el Poder político durante 52 años y siete meses. Tres grandes líderes: Joaquín Balaguer durante 22 años. El P.R.D durante 12 años y siete meses lidereado por José Fco. Peña Gómez. El PLD. cumplirá pronto 20 años en el Poder. De esos tres partidos, sólo ha sobrevivido un partido grande, masificado en el 2018: el P.L.D., con un gran líder: Juan Bosch. A decir de muchos analistas, el PLD está también a punto de fraccionarse, de dividirse, con un 38% del electorado. Los otros dos, que también fueron grandes, el P.R.S.C. y el P.R.D., con líderes grandes y visionarios, y que ya se dividieron varias veces, representan cada uno en el 2018, apenas el 5% del electorado.

Como se observa, de esos tres partidos, dos de ellos ya se han convertido en rabizas sin luces, en minúsculos partidos clientelistas, con ideologías conservadoras; y queda sólo un partido grande, el P.L.D. que también ya cerró sus círculos de estudios, que ya no estudia, que ya se convenció que es realmente sabio por origen, por pobreza y por la gracia de Dios, y que ya gobernó 20 años, tiempo suficiente para saber de que ha liberado al pueblo dominicano. Servir al partido para servir al pueblo. Que se nos presentó a todos como el partido de los honestos y de los honrados, de los puros con un álbum contra la corrupción en la mano y que se nutrió para crecer, de la grandeza numérica y conservadora de los otros dos grandes partidos a los que asimiló y que además se hizo rico en el Poder, un emporio económicamente poderoso, en estos veinte años.

Dicen algunos agudos ensayistas, para así poder salir de su propia pobreza y formar, los tres juntos, lo esencial de la vocinglería del sistema de Partidos conservadores y por tanto caudillistas en R.D., ya que una veintena de los pequeños y minúsculos partidos, son todavía honestos, porque no han gobernado y todavía no cuentan ni conocen el poder del dinero que brinda el Poder político, al decir de Shakespeare. Y los tres partidos que fueron gigantes, son la más de las veces, como en los tiempos de Báez y Santana, en el siglo XIX, partidos de hombres que lejos de consolidarse en torno a un ideal, todos en algún momento tuvieron la credibilidad del electorado, y terminaron cerrando sus escuelas políticas, esas mismas que Antonio Gramsci denominara brillantemente en su momento como "escuelas del Estado" y auparon el tradicional y nefasto clientelismo partidario.

¡Y dicen ignorar, o dicen que no saben aún, por que perdieron su credibilidad y su grandeza ante el electorado! En fin, que hay una crisis real en los tres grandes partidos que nos han gobernado en el sistema político dominicano durante 52 años y siete meses.

La vida política así no se puede institucionalizar más que con nuevas instituciones. Los ya casi salientes del Poder, los peledeístas, por factores internos y externos, ya están haciendo oposición a su propio partido: al P.LD, al que aún le faltan dos años de gobierno, y que ganó las elecciones en 29 provincias y que sin embargo, tuvo la fineza y el decoro de proponer un Gobierno de Unidad Nacional, porque sabían entonces, que ningún Partido, por sí solo, es totalmente propositivo o infalible.

El curso que seguirán las tres de esas grandes formaciones políticas, que ya no estudian y que cerraron sus propias escuelas de formación política, es y será primero que todo su dispersión, en liderazgos menores, despersonalizados, pero igualmente antiinstitucionales y clientelistas. Y luego, vendrá la tendencia a desaparecer, como sucedió ya con otras dos grandes formaciones políticas en el pasado no tan lejano: La Unión Cívica Nacional y el Movimiento Revolucionario 14 de Junio.

¡Todavía no saben por que perdieron su grandeza! Cuando eso ocurría en el pasado, nos recuerda el Dr. Manuel Núñez, sobrevenían entonces épocas de gobiernos de asonadas, de pronunciamientos y de golpes de Estado, luego la sociedad se reorganizaba en torno a la tiranía. Así llegaron al poder Heureaux y Trujillo, como garantes de la paz, como el fin de la guerra civil. La historia no tiene por qué repetirse en el 2020 a menos que formemos parte de una tragedia, y también de una comedia. De todos modos, lo que sí es seguro es que la ley natural que ya afectó a dos de las grandes formaciones políticas será la dispersión y su posterior desaparición. Lo del PLD es cuestión de tiempo. Como van las cosas hacia el 2200, mucha gente ya no votará morado. Están hartos de su corrupción y de su impunidad. Y además tienen de frente a los EEUU.

Una sociedad que padezca de tales carencias de ideales en su sistema de partidos políticos, no puede hacerle frente a los retos que las demás culturas y Poderes externos les plantean, a saber: la norteamericana y la haitiana y evitar la dispersión. Por eso son tan condescendientes con la migración ilegal haitiana. Para ello precisarían renovar sus ideas anticuadas de la guerra fría. Y abrir nueva vez sus escuelas de formación política, esta vez actualizadas a los nuevos tiempos modernos.

Esta dispersión política permanente, ha sido la base de sustentación del clientelismo conservador actual y de la corrupción y de la impunidad de todo el sistema político. Ahora un hecho tan simple como es la separación de los tres poderes del Estado republicano y de una simple ley de partidos que los regule, es casi lo mismo como cargar la pesada piedra del mito de Sísifo y evitar que su pesada piedra no caiga nueva vez montaña abajo.

Para pasar de la dispersión política, de una democracia autoritaria blindada, a la democracia real, a la dictadura de la ley, se precisa de un Proyecto nacional de desarrollo, de un gobierno de Unidad Nacional, que responda tres preguntas: 1) Que producir en su economía. 2) Como producir, con cual tecnología. 3) Para quién producir, a quien vender. Hablamos de trabajo donde las comunidades de las 32 provincias jueguen un rol fundamental.

Esa otra línea de pensamiento se inscribe en la posibilidad de plasmar una plataforma democrática, realizando una transición ordenada, desde arriba y desde abajo, donde confluyan los Tres Poderes independientes principales del Estado, con un enorme respaldo de la sociedad civil, con comunidades activas y creativas. En efecto, no necesitamos un Poder Ejecutivo sin planes cada cuatro años, sino un Plan nacional de desarrollo de largo plazo, que norme las funciones y el comportamiento de los tres Poderes del Estado, que sea la fusión real entre el Estado y sus tres poderes y la propia sociedad, en función de descentralizar y eficientizar nuestras instituciones, fortaleciendo los sectores productivos y de servicios en todas sus provincias. Que producir. Como producir. Para quién. En cada provincia.

El desarrollo no significa progreso cuantitativo únicamente, ante todo es y podría ser como lo sugiere Octavio Paz, “solución al problema de la convivencia como una totalidad que incluya tanto el trabajo como el ocio, el estar juntos y el estar solos, la libertad individual y la soberanía popular, la comida y la música, la contemplación y el amor, las necesidades físicas, las intelectuales, las pasionales”.

Sin desarrollo planificado, en las provincias, no existe ni puede existir la democracia real. La democracia, pues no tiene más que un nombre: un Proyecto político nacional, un Gobierno de Unidad Nacional, y un centro: la libertad de mercado, una economía abierta al mundo en todas sus provincias con todas sus consecuencias. No es ni monopolio ni oligopolio, como dicen y lo hacen los caudillos, sino una verdadera sociedad de mercado, muy participativa, donde prime la competencia en lo económico, en lo político, en lo cultural y en lo biológico, como lo pregona y sostiene el destacado educador, el Dr. Mario Bunge.

La democracia es una elección, no una fatalidad. Su resplandor crea un ámbito de responsabilidad y no confiere a nadie, ni al sector público, ni al sector privado, ni a las frágiles instituciones de justicia, ni a la sociedad civil, impunidad. La democracia ha de fundarse en un Proyecto que abarque a todos, un proyecto político que respete sus propias leyes, tiene por lo tanto que ser universal, no sólo nacional: la liberación de los hombres de lo cotidiano, del aquí y ahora. Es la mediación entre una sociedad miserable donde por primera vez en todo el siglo XX y XX1, la apetitosa bandera dominicana (el arroz, las habichuelas, la carne y el pescado, las ensaladas y las legumbres), están ya en peligro de extinción para tres millones de dominicanos de clase pobre que come una vez al día y para otros tres millones de dominicanos de la clase media baja empobrecida, a causa de la inflación.

Volvimos a ser momentáneamente, en pleno siglo XX1, un país pobre del continente africano. La democracia es también el reino del productor, hoy demasiado incipiente desde el punto de vista de una activa sociedad civil. Desde el punto de vista estrictamente económico es un proceso, lo que implica un largo plazo - 20 años cuando menos - tiempo suficiente para liberar al hombre común de la economía y de la ignorancia. Que producir. Como producir. Para quien. En una economía abierta al mundo. Definir claramente que es lo prioritario en el país, puede ser el punto de equilibrio entre dos modelos políticos aparentemente antípodas, realmente complementarios: el desarrollo físico y el desarrollo humano en las 32 provincias de la República Dominicana.

El desarrollo económico y el cambio de estructuras sociales y jurídicas serían inútiles sin una Confederación política, sin la unidad latinoamericana. Aislados del mundo seguiremos siendo lo que somos: una región de caza y pesca para los aventureros de hoy y de mañana. Si nos atrevemos a poner la casa en orden y nos integramos a los mercados mundiales sobre la base planificada de polos de desarrollo provinciales, seremos la puerta digna de nuestro presente, porque realmente la democracia no es más que el resultado del desarrollo, el resultado de la modernidad, no el camino hacia ella, como es hoy, en una democracia autoritaria. Hay demasiados intereses que afean el rostro de nuestro sistema democrático que solo pueden ser superadas por un cambio en el orden de las cosas, donde el ciudadano sea el epicentro, con equidad y justicia social. De ahí que sea necesario un Plan de desarrollo de largo plazo en las provincias, En caso contrario viviremos y moriremos como el perro, el gran amigo del hombre: mordiéndonos el rabo.


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