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José Luís Méndez  La Fuente
José Luís Méndez La Fuente

El 37% de Maduro

Por José Luis Méndez La Fuente
martes 27 de mayo de 2014, 05:17h

Los resultados recientes de la encuesta realizada por Datanálisis según los cuales la popularidad del presidente Nicolás Maduro cayó a 37 puntos en el pasado mes de  abril, acumulando una caída de  más de 13% en los últimos cinco meses y que la ubica en su nivel más bajo desde su llegada al poder en abril de 2013, se pueden prestar para análisis frondosos y posiblemente equivocados.

Se achaca esa caída de popularidad, a la crisis económica y alimentaria que golpea a la población, a la inseguridad en las calles y en general a una serie de medidas que han traído, poco a poco, una "capitis deminutio" en los derechos y calidad de vida de la sociedad venezolana, que cada día que pasa, se asemeja más y más a la de la Cuba castrista; no obstante, que una parte de la población no se dé cuenta de éllo conscientemente. Los resultados de la encuesta servirían por ende, en la opinión de algunos, para confirmar lo que la gente en la calle siente y padece en su día a día, dándole la razón a quienes piensan que con una situación social y economía tan grave como la que se vive, ningún gobierno puede mantenerse. Además se adereza el tema con la comparación de Maduro con Chávez, simplemente para ilustrar la idea de que Maduro no tiene el carisma, ni la capacidad para convencer de su antecesor y que por eso la recuperación de la popularidad no es igual de fácil.

Del otro lado, hay quienes interpretan aquellos resultados como normales y hasta positivos si se toma en cuenta que en cualquier otro país tales circunstancias político-económicas traerían la debacle del gobierno de turno, mientras que el de Maduro se sostiene, lo que quiere decir que aún hay una importante aceptación de la población. Por otra parte, la comparación con Chávez, fortalecería la posición de Maduro, pues  ha sido una constante del chavismo  bajar y subir en  las encuestas, pero en el momento de las elecciones presidenciales contar con la popularidad suficiente para ganarlas. Un fenómeno propio de los gobiernos populistas que se da en muchos países latinoamericanos, como pasó en Brasil durante el gobierno de Lula da Silva y sucede ahora mismo con la presidenta Dilma Rousseff, cuyos índices de popularidad sufrieron una merma en las encuestas, que también la bajaron a ese mismo 37% que ahora tiene Maduro, pero que aún le dan una ventaja importante en la carrera electoral del próximo mes de octubre.

Como ejemplo de esto último, podemos recordar la encuesta nacional del año 2011, realizada por Keller y Asociados,  entre cuyos resultados se mostraba que  un  60% de los ciudadanos había perdido la confianza en Chávez  para resolver los problemas del país. De acuerdo con dicha  medición un 48% de los venezolanos consultados aseguraba que el mayor problema en aquel momento era  la delincuencia y  más del 90% de los consultados afirmó haber sentido en su casa, la escasez de productos de primera necesidad, identificando los lácteos como los alimentos más precarios. En este punto el 46% de los consultados expresó su creencia de que la soberanía alimentaria del país había "empeorado". Sin embargo, con unos tópicos iguales a los de ahora, aunque en circunstancias más atenuadas, y después de doce años en el poder, Chávez no sufrió merma alguna de su imagen, en términos de aceptación popular, ni  mucho menos electorales.

Mientras en el pasado los gobiernos venezolanos adeco-copeyanos de cinco años se desgastaban a la mitad del periodo o aun antes y la popularidad presidencial era difícil de restaurar a corto plazo por falta de creyentes, en un sistema constitucional que no tenía reelección inmediata y todo el mundo pensaba en el que vendrá; los gobiernos de Chávez, como los buenos surfistas, se supieron  mantener en la cresta de las olas cuando hacía  falta y nada, hasta ahora, hace pensar lo contrario con este de Maduro.

A principios del año 2011 Chávez le pidió a los ciudadanos que se sacrificaran por la revolución aunque estuviesen "desnudos y pasando hambre" y  en respuesta, una multitud  frente al denominado "balcón del pueblo",  le gritó: "con hambre y sin empleo, con Chávez me resteo". Por eso, el 37%  de Nicolás Maduro no se puede analizar, ni interpretar, en tiempo presente, sino en tiempo pasado; como tampoco  utilizar las "razones" o justificaciones de  siempre.

En los dos años siguientes hasta su muerte, Chávez nunca puso a prueba al pueblo. Un pueblo que aún no ha pasado hambre de verdad; pero si las políticas económicas del actual gobierno de Maduro continúan profundizando las tesis de su maestro y mentor, muy pronto sabremos hasta dónde puede llegar aquella promesa de sacrificio.

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