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Corrupción política como estado latente

Por Fernando Casanova
viernes 16 de junio de 2017, 23:08h
La ambición desmedida llega a entorpecer de tal forma la inteligencia que la búsqueda de más y más termina consumiéndolo todo. Eso sucede en todo accionar humano, pero donde es más evidente, por la desmesurada angurria, es en la política partidaria activa. Cualquier muchacho con buenos sentimientos, dedicado al estudio y siempre con un libro debajo del brazo se puede convertir en un ávido buscador de dólares a tiempo completo. A veces el genio se vuelve oscuro y naufraga en el amargo pozo de su corazón, según Celán.

Poco a poco emerge un perfil hasta entonces oculto de un egoísta sin escrúpulos, ávido de remuneraciones y haberes, obsesionado por ganar la mayor cantidad de dinero posible en el menor tiempo imaginable, para luego continuar y continuar en lo mismo hasta llegar a su nivel de incompetencia.

Parece como si la misma pulsión que genera el erotismo sexual generara la ambición desmedida. Una pulsión irrefrenable, constante hasta la extenuación. Como la poesía erotiza al lenguaje, el dinero erotiza al político corrupto. Un político corrupto no puede parar; como no lo puede hacer un poeta. Ambos en polos opuestos, antítesis del espíritu creador.

En España, el caso Rodrigo Rato es aleccionador. Rato era una posibilidad, una esperanza para muchos. Su imagen era la del esforzado hombre de Estado que no le preocupaban las banalidades; pero visto lo visto, parece que no hay esperanza. También en República Dominicana Leonel Fernández representó algo parecido; pero visto lo visto, no hay esperanza. Hay diferencias, en España el partido en el poder, el Partido Popular, partido al que pertenece Rodrigo Rato hace lo que tiene que hacer, no hacerse cómplice del imputado como ladrón. Dejar que la justicia actúe. Porque parece que ya está bueno de complicidades. Porque parece que si no se actúa hoy, todo el sistema caerá mañana.

En República Dominicana no se permite juzgar a quienes han demostrado que les ha llovido el dinero abundantemente a su paso por la política. En ciencia no se cometen errores, se demuestra lo que no funciona y entonces se sigue probando. ¿No es la política una ciencia? Si se cometen errores y se demuestra lo que no funciona, el método científico sugiere descartarlo. Los de izquierda siempre se han presentado como lo máximo en decencia y rectitud; pero hemos visto que una vez en el poder ese muchacho estudioso, esa promesa de que podía haber político decente queda desmontada finalmente cuando le sale su verdadero ser, un ávido de dólares, de prebendas, de elogios académicos inmerecidos, de boato kitsch, de malas compañías, en fin de las miserias humanas a las que arrastra la angurria en política.
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