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El nacimiento de un diccionario

Por Fernando Casanova
lunes 29 de mayo de 2017, 14:43h
Los académicos de la Lengua, locales y de España, están muy activos. Tienen ediciones de Quijotes y de diccionarios nuevos. Al diccionario RAE le acaban de incluir unos 20 vocablos con aceptación de palabras como Toballa, almóndiga, posverdad, papichulo, amigovio o espanglish. Palabras que suenan horrorosas, pero que ya pueden ser usadas sin que a alguien le pite en los oídos o el cerebro. Y le han quitado las tildes a “sólo” y a “éste”. Localmente le han quitado la Z a Gazcue. Modificaciones que muchos, como yo, resisten combativamente.

Dentro de ese activismo lingüístico mañana jueves 19 le toca a una peña del Club Arroyo Hondo conocer el nacimiento del Diccionario del Español dominicano. Ese diccionario es un trabajo conjunto de La Academia dominicana de la lengua, la fundación Guzmán-Ariza y María José Rincón. No es un diccionario de “dominicanismos” más. Una investigación sobre cómo los dominicanos utilizamos el español y recoge los dominicanismos que inventamos para poder expresarnos localmente. El cómo decimos lo que decimos para decir o no decir algo; un problema bastante “culebro” en este país.

María José Rincón, la matatana del diccionario, dice “La presencia de palabras americanas en los diccionarios peninsulares del español es temprana, aunque escasa. La conciencia de la peculiaridad de los usos léxicos americanos fue tomando forma con lentitud hasta que en el siglo XIX asistimos al surgimiento en América de dos líneas lexicográficas, paralelas en muchos casos; una primera línea la constituyen los llamados diccionarios de provincialismos o de voces provinciales, dedicados a la recogida de dialectalismos; la segunda línea está formada por los diccionarios de barbarismos, dirigidos a registrar los considerados errores o desviaciones de la norma académica peninsular.”

El diccionario dominicano incluye casi once mil entradas. Si nos imaginamos el diccionario como un inmenso edificio, nos dijo M.J. Rincón, en el que cada palabra vive en su propio apartamento, el edificio del DED tiene 10900 apartamentos, algunos con una habitación (palabras con una sola acepción), algunos con varias (palabras polisémicas). Hay apartamentos amplios, como el de vaina (4 acepciones y 10 locuciones) o el del verbo tirar (16 acepciones y 6 locuciones); algunos parecen verdaderas mansiones, como el de palo, con 56 locuciones, 2 frases proverbiales y 10 acepciones, entre las que se encuentra aquella que se podría ejemplificar como “Este diccionario es un palo”.

El DED es un caudal de información sobre nosotros y sobre cómo hablamos. Y, además, nos puede dar pistas de cómo hablaremos dentro de algunos años. Tomó 5 años hacer este diccionario, es para aplaudirles de pie y por largo rato. Un trabajo serio, científico y, aunque suene raro en un diccionario, muy ameno.
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