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Zarpas sobre hombros

Por Fernando Jáuregui
domingo 05 de marzo de 2017, 13:02h
Hay zarpas y zarpas y hombros y hombros. Que no es lo mismo la dominante diestra de Bush en Las Azores sobre la hombrera de Aznar que la mano de Oriol Junqueras delicadamente posada sobre los antebrazos vicepresidenciales de Soraya Sáenz de Santamaría, escena esta última contemplada este lunes no sé si con alborozo por Carme Forcadell y quizá con sonriente distanciamiento por el Rey Felipe, que acentúa sus ojeras y sus cautelas cuando se encuentra en viaje oficial a Barcelona. Si es cierto que una imagen vale más que mil palabras, no lo es menos que lo que vale es la interpretación que los exégetas hacen de esa imagen; lo de Bush nos pareció cosa de cierto vasallaje, o de síndrome de Estocolmo. Salió muy mal lo de Irak, porque se basaba en la mentira. Lo de Junqueras, en cambio, me evoca, a mí al menos, complicidad amiga y promesa de entendimiento. Y es que quiero verlo así y, si todos queremos verlo así, así acabará siendo.

Dicen que en política nada es casual. Discrepo. Es mucho más frecuente lo casual que lo causal. Pero ocurre que lo primero suele desembocar en lo segundo. Y, así, el gesto amistoso hacia la vicepresidenta del Gobierno central por parte de su colega de la Generalitat, precisamente cuando el portavoz del grupo catalán en el Congreso de los Diputados y heraldo del independentismo, Francesc Homs, estaba siendo juzgado en el Supremo, puede que sea apenas una rutinaria, casi inadvertida,imposición de manos en un momento en el que ambos miraban hacia lo alto, vaya usted a saber qué, en el feria del Móvil de la Ciudad Condal. Pero de eso, del gesto como al albur, al buen entendimiento político, puede que haya un solo paso, y que, dejen que me abandone al optimismo, el abismo del referéndum no sea, al fin y al cabo, tan infranqueable como para que se pueda dar el salto a la otra orilla, la del acuerdo, la de algún acuerdo.

Y eso, la perspicacia de mis colegas gráficos lo supo captar perfectamente. Era la fotografía del día, quizá de la semana, quién sabe si del mes o del año: dependerá de las consecuencias últimas de esta muestra de camaradería. Pero lo cierto es que todos estamos deseando que el entendimiento entre dos figuras políticas hoy fundamentales, cargadas tal vez de futuro, sea un hecho después de tanta trampa, silencios, complicidades, corruptelas, zancadillas y, sobre todo, errores y estupideces a ambos lados del contencioso. Claro, era mucho más esperanzador ver a la frágil vicepresidenta etéreamente sostenida por el poco apolíneo Junqueras que contemplar al portavoz parlamentario y dirigente de la ex Convergencia enfrentándose en Las Salesas a la judicialización de la política, que es algo que siempre trae malos resultados. Lo de Barcelona presagiaba concordia, lo de Madrid, malos humos.

Ya digo: déjenme ser optimista. ‘Lo de Cataluña’ se va a arreglar, a poco que todos sepamos ceder algo para evitar que nos lo quiten casi todo: hay camino cuando se quiere buscarlo. Y puede que la cosa haya comenzado con una zarpa sobre un hombro: algunas guerras se evitaron con menos, con un simple apretón de manos. Yo, que ya ven ustedes que me confieso optimista sin remedio, lo único que temo ya es que un día de estos Trump intente ponerle la garra encima al hombro de Rajoy, que es parte del cuerpo que se halla cerca del cuello. Y, de la misma manera que celebro que doña Soraya se prestase, distraída, al casto abrazo del republicano de la izquierda separatista catalana, confío en que el gallego, que para algo lo es, se zafase, llegado el caso, del manoseo político del hombre que, allá donde pone su guante de hierro, todo lo derriba. Y es que insisto: hay zarpas que acarician y zarpas que hieren. O matan.

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