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El texto describe un paisaje urbano lleno de rascacielos brillantes y calles concurridas. Se destaca la importancia de la innovación y el cambio en este entorno dinámico. Se mencionan objetos como teléfonos inteligentes, computadoras portátiles y automóviles eléctricos como símbolos de progreso tecnológico. Se plantea la pregunta: ¿Cómo podemos aprovechar estos avances para generar cambios positivos en nuestras vidas y en la sociedad?
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El texto describe un paisaje urbano lleno de rascacielos brillantes y calles concurridas. Se destaca la importancia de la innovación y el cambio en este entorno dinámico. Se mencionan objetos como teléfonos inteligentes, computadoras portátiles y automóviles eléctricos como símbolos de progreso tecnológico. Se plantea la pregunta: ¿Cómo podemos aprovechar estos avances para generar cambios positivos en nuestras vidas y en la sociedad? (Foto: DALL·E ai art)

¿Qué hacemos con el cambio?

Por Néstor Estévez
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nestorestevezgmailcom/13/13/19
www.nestorestevez.net
lunes 22 de enero de 2024, 04:34h
Cuentan sobre una persona que restaba importancia a eso del “cambio”. Dicen que, de solo escuchar la palabra “cambio” ya era suficiente para lograr indisposición por parte del individuo en cuestión.

Era tal su animadversión que el cambio de ropa pasó a ser “muda”, al pagar en efectivo no aceptaba cambio sino devuelta, y dicen que celebró como loco la llegada de los vehículos automáticos porque “al fin, ya no sería necesario usar la palanca de cambios”.

Pero al hombre no le valió su extremismo. Sencillamente, aunque se oponía y manifestaba su firme decisión de rechazar todo tipo de cambio, y ni decir sobre la más remota posibilidad de tolerar y mucho menos promover alguna modalidad de cambio, le llegó el cambio y lo hizo cambiar.

Algo similar ha venido ocurriendo con ciertas actitudes de cara a dos ámbitos tan necesarios como urgentes: los pactos para el avance y la sostenibilidad.

A lo largo de la historia de la humanidad, la sociedad ha sido escenario para apreciar lo que realmente genera cambios. Pero aún más, ha sido escenario para percibir las muy notables diferencias entre esas ocasiones en las cuales los cambios inciden sobre individuos pasivos o cuando los individuos son auténticos generadores de cambios.

La alegoría de La caverna de Platón es un claro indicativo de la diferencia marcada por quienes lograron salir de la cueva. La simple referencia de lo que ocurre fuera marca el inicio de contextos y enfoques diferentes a lo que hasta ese momento se asume como realidad. He ahí una muestra de cuando los cambios implican fortalecimiento de capacidades, con muy marcadas diferencias al comparárseles con quienes se limitan a ser simples receptores de cambios.

Pero cuidado con el gatopardismo, referido a la ilusión de cambiar y cambiar para que todo siga igual. Vale destacar que esa modalidad se facilita sobremanera mientras mayor incidencia se logra con acciones que mantengan la atención desviada de lo esencial. Y eso se ve potencializado cuando se dificulta tanto gestionar la sobreinformación.

Si revisamos hitos como la Revolución Industrial, entonces resulta sencillo entender que los cambios no inciden en todas las personas por igual. Se podría estar hablando entonces de nuevas diferencias que podrían estar haciendo más notorias las anteriores diferencias.

Entre hitos y diferencias es de gran preponderancia lo ocurrido al concluir la Segunda Guerra Mundial, cuando se toma la decisión de clasificar a los países entre “desarrollados” y “subdesarrollados”. Aunque existían otras características, esas denominaciones aludían a algunos países con altos niveles de tecnología y a otros muchos concentrados en la producción de materias primas, que eran procesadas por aquellos primeros.

En estos días, en Davos, la atención se centra en la sostenibilidad. En la cumbre del Foro Económico Mundial, los líderes empresariales están incidiendo desde una nueva mentalidad. Y es que, gracias al cambio, quienes se han abierto a lo nuevo logran ver oportunidades en lo que el común de la gente ve amenazas.

Y asumir el tema de la sostenibilidad necesariamente ha de llevarnos a los pactos. Es tan sencillo como entender que cada uno quiere –y si todavía no lo quiere, en cualquier momento puede llegar a quererlo- mejorar la situación en que se encuentra. Y eso implica disponer de lo que tiene o necesita tener para conseguir lo que quiere.

Es en ese sentido como hacerse preguntas sigue siendo la vía más adecuada para encontrar y asumir retos, para ponernos en movimiento, para generar verdaderos cambios. ¿Quién soy? ¿Cuál es mi propósito? ¿Cómo es mi trato con mi entorno (destacando a las personas y al resto de la naturaleza)? ¿Qué hago para sentir felicidad? ¿Para qué soy bueno? ¿Qué puedo ofrecer (que sea valioso)? ¿Cuáles cambios espero de los demás? Y yo, ¿qué decido cambiar? Es una lista de preguntas sugeridas. Y tú, ¿cuáles preguntas sugieres?

En Davos buscan respuestas y compromisos. El cambio de año puede ser oportuno. Hasta los mensajes que abundan en campaña pueden servir como punto de partida. Pero lo determinante es lo que tú asumas en relación con los cambios: indiferencia, pasividad, adaptación o decisión para generar cambios, preferiblemente con criterios de asumir pactos y garantizar sostenibilidad.
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