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José Rafael Lantigua fue el ideólogo de la reinvención de la Feria del Libro

Por Ylonka Nacidit-Perdomo
domingo 10 de abril de 2022, 14:32h
Julio D. Postigo.
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Julio D. Postigo. (Foto: Fuente externa)
Los antecedentes de la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo (FIL-SD) se remontan a 1951, cuando a iniciativa de Julio D. Postigo, propietario-editor de la Librería Dominicana, se celebra una exposición de libros en el antiguo parque Colón de la Ciudad Primada de América, que en los años siguientes fue rotando su escenario al Palacio del Consejo Administrativo y al Parque Eugenio María de Hostos.
Una ojeada retrospectiva a la FIL revela que, luego de la caída de la dictadura de Trujillo, existía la posibilidad de que estuvieran abiertas las puertas para el intercambio del conocimiento.

La estructura organizacional de Feria es remozada cuando el gobierno crea en 1973 la Comisión Organizadora Permanente de la Feria del Libro integrada por connotados intelectuales dominicanos, entre ellos, Don Rafael Herrera (Director del Listín Diario), el Dr. Raymundo Amaro Guzmán (quien la presidió por más de una década y, con quien tuve el honor de trabajar). Desde entonces: se rotan —una vez más— los escenarios para su celebración puesto que la ciudad entraba en una nueva etapa de modernización, de cambio de fisonomía, de una vida literaria más intensa, de una extensión de la cultura a las masas, y para que las expresiones literarias de los autores tuviera un nicho para el debate de las ideas. Desde entonces la diversidad de ofertas de libros se amplió, y se estimuló la compra de libros; surgieron catálogos de ofertas bibliográficas, entre ellos, de la Editora Taller; se configuraba un nuevo clima literario, y nuevos sectores de usuarios de las bibliotecas públicas; se ponían al alcance de los barrios y en el ámbito municipal bibliotecas populares o rodantes; ocurría una proliferación de imprentas, de libreros emblemáticos, y de un público lector que afluía a cada edición de la Feria.

Desde 1973 se empezó a construir una nueva página cultural para quienes ejercían la profesión de escritores, para los críticos, los periodistas. Se abría una plataforma para que la intelectualidad hiciera preguntas al sistema político, y se debatiera ante el público hechos trascendentes del siglo XIX y mediados del XX y, más aún, en torno a la Era de Trujillo que había decretado la muerte de las ideas democráticas y liberales. Era la época de la vanguardia revolucionaria, de la efervescencia de los cuadros de izquierda en el espacio cultural y político dominicano, que tranzaban la línea de continuidad para canalizar las posiciones de ruptura con el Estado burgués, y encauzar el transformismo social, el populismo democrático y un proletarismo contestatario vinculado a la inmediata acción de las masas, que conjuntamente al campesinado representan los niveles de movilización y de definición de la totalidad social dominicana que posibilitaron las luchas populares a través de un programa-táctica.

La Feria del Libro va cambiando de escenario; se realiza en la Biblioteca Nacional, el Museo del Hombre Dominicano, el Palacio de Bellas Artes, el Museo de Historia y Geografía, la Plaza Gonzalo Fernández de Oviedo y, finalmente en la Plaza de la Cultura «Juan Pablo Duarte».

En 1992 en la Conmemoración del V Centenario o «Encuentro de las dos culturas» se realiza la XX Feria Nacional del Libro y la Feria Iberoamericana del Libro «Pedro Henríquez Ureña».

Pero no es, hasta 1996 que en la República Dominicana un nuevo panorama humanístico se abría, una nueva atmósfera se respiraba en la estación primaveral, del mes de abril, para que las actividades impulsadas por la Feria al aire libre se desarrollaran en un programa prometedor. Un nuevo modelo de gobernabilidad, representaba una corriente transformadora de la relación Estado-ciudadanía, que traía nuevas concepciones progresistas. Sus funcionarios provenían de la dirigencia juvenil de los 70s, traían la reivindicación programática de los grupos sociales articulados al marxismo-leninismo; llegaban al ejercicio del poder político a través de un proceso electoral donde hubo una alianza o acuerdo con el partido más conservador del sistema.

Sin embargo, el quehacer cultural tuvo desde entonces nuevos espectadores y nuevos deleitantes, y una afluencia de autores que innovaban en distintas disciplinas del saber. Se iban consolidando las industrias culturales, a los cual contribuyó la proliferación de clubes culturales, no como organizaciones de ocios, sino como talleres de discusiones. El público lector no se hizo entonces escaso, y el lector infanto-juvenil se amplió, luego de las labores formativas de los maestros en las escuelas. El libro de bolsillo había re-aparecido, y en la FIL se presentan reediciones de libros fundacionales del pensamiento dominicano, de historia nacional, y la creación literaria.

Desde 1997 se fueron construyendo los cimientos para la internalización de la Feria, que ocurre en 1998, coincidiendo con el vigésimo-quinto aniversario de la Feria del Libro Nacional, cuando adopta el nombre de Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, bajo la égida del intelectual José Rafael Lantigua, que da inicio a las ediciones masivas de libros de literatura infanto-juvenil, a la industria cultural del libro, a intensas campañas de promoción de la lectura en las escuelas nacionales a través de actividades formativas en círculos de lecturas, teniendo como nuevo escenario la Plaza del Conservatorio.

Las ediciones feriales en República Dominicana, tradicionalmente, son en el mes de abril, para conmemorar el Día del Libro y el nacimiento del autor del Quijote de la Mancha, Miguel Cervantes Saavedra. Desde entonces (1998) la FIL se convierte en una fiesta de la cultura y, la proyección del libro adquiere otras dimensiones.

La Fil se organiza con criterios de «marketing», y de estándar similar a otros eventos internacionales; se innova en su puesta en escena. El registro de visitantes crece a la cifra de 1 millón 200 mil. Hubo una participación de 656 expositores, de los cuales 246 fueron editoras de 20 países participantes. La FIL se convierte en el evento de temporada más esperado por la población. Se transforma en una puesta en escena de repercusiones de «gran masa» donde la vida literaria, académica, profesional se hace un «foro» al cual frecuentan todos los sectores, y por primera vez los creadores y las creadoras son remunerados/as con honorarios dignos.

La FIL se expande al interior del país, a las regiones del Norte y del Sur, del Este y del Oeste. Tiene como razón de ser el estímulo a la lectura en los centros escolares, una función orientadora y de expansión del pluralismo cultural para los agentes literarios, las traducciones de obra fundamentales de la literatura nacional, el accionar de expertos, un margen mayor de amplitud de libertad a la creación, y de proyección al mercado, al intercambio del libro dominicano en Latinoamérica y Europa, a través de un catálogo; se aumenta el volumen de ediciones, la presencia de editoriales participantes de todo el mundo y el comercio de las librerías; se extiende la cultura a estratos populares; se crea la Agencia ISBN en la sede de la Biblioteca Nacional, con el respaldo del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (CERLALC) –siendo la impulsora, ejecutora y redactora del Decreto que crea la Agencia ISBN, la escritora Ylonka Nacidit-Perdomo con el respaldo del director de la Biblioteca Nacional, Dr. Diomedes Núñez Polanco y el Consultor del Poder Ejecutivo, Dr. César Pina Toribio), y los anuarios estadísticos registran el crecimiento de un 73% de la industria del libro. Y así asistimos, al resultado de una política cultural que amplió los ámbitos de oportunidad para el intercambio de las ideas, la formación de los niños en la educación inicial, con la participación activa de maestros/as y escritores/as en incentivar la lectura. Posteriormente, con el asesoramiento del Centro Regional para el fomento del Libro en América Latina y el Caribe (CERLALC), el gobierno dominicano, una década después de la «reinvención de la feria», promulgó en el 2008 la «Ley del Libro y Bibliotecas» que regula las «normas y principios dirigidos a fomentar las bases de una política integral y sostenible que conduzca a democratizar en República Dominicana la lectura y el acceso al libro».

La FIL-Santo Domingo, subvencionada por el Estado dominicano, desde entonces se hizo una comunidad de trabajo de autores/as, libreros, editores/as y gestores/as culturales. Los resultados se hicieron evidentes. Fue esta la FIL-Santo Domingo, la FIL del Caribe y Centroamérica que reunía más eventos académicos y literarios, espectáculos, actividades formativas y de gestoría cultural, autores/as internacionales, publicación de libros, distribuidoras, presencia de autores/as-editores, traductores/as anglosajones y galos, entidades participantes, que movió desde 1998 millones de visitantes, y concitó un «alud» de la atención de los medios de comunicación. Era el evento que más repercutía —por su afianzamiento de manera positiva— en la política cultural del Estado, con un volumen de operaciones comerciales de las editoriales y de la diversidad de expositores que oscila entre los 90 y 120 millones de pesos anuales al PBI. Esta reinvención de la FIL-Santo Domingo catapultó al olvido la «crisis de las ciencias del espíritu» que aún quedaba como una estela de sombras de la dictadura de 1930 a 1961.

YLONKA NACIDIT-PERDOMO
Creadora y Coordinadora General de la «Tribuna Libre» en 1998 en la FIL-SANTO DOMINGO.
Lectura.
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Lectura. (Foto: Fuente externa)
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