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Carlos Marx, el antiestatista

Por Antonio Sánchez Hernández
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martes 04 de enero de 2022, 18:26h
Karl Marx.
Karl Marx. (Foto: Fuente externa)
El hombre es tan sólo una extensión del espíritu del lugar. En cada etapa de su desarrollo intelectual, el hombre resume el entero universo y lo ajusta a su propia naturaleza profunda, de modo que cada pensador, y Carlos Marx es de los grandes pensadores del siglo pasado, fecunda nuevamente la totalidad de ese universo.

Quien haya estudiado a fondo las obras de este intelectual alemán, termina respetando al hombre de ciencia, al historiador, al filósofo, al político, preparado en la mejor escuela filosófica del mundo, la alemana, en las escuelas económicas inglesas, también las mejores del mundo y además en el pensamiento sociológico francés, la mejor de su tiempo. Con estas tres herramientas tan poderosas, cuando Marx propuso en 1848 a Europa una sociedad comunista, un proyecto comunista, lo hizo dirigiéndose a las naciones más industrializadas del viejo continente, con todo el bagaje de hombre de ciencia que traía en su alforja.

A nadie que no fuera un científico, especie en extinción, se le ocurriría plantear al continente más desarrollado del mundo, al centro intelectual del universo de ese tiempo, que la sociedad se extinguiría debido a las contradicciones de una sociedad de abundancia y que advendría un tipo distinto de sociedad, donde por efecto natural del pleno desarrollo, de la abundancia, desaparecerían tanto la mercancía, el dinero y el Estado.

Evidentemente, que se trataba de una hipótesis científica y como tal se estaba refiriendo a una sociedad del futuro. Es preciso recalcarlo: Marx no propuso una sociedad comunista para el aquí y el ahora, sino un estadio futuro de la humanidad, sin mercancía, sin dinero y sin Estado. Por lo tanto, si existe en el mundo contemporáneo un pensador antiestatista se llama Carlos Marx.

Conocía demasiado bien la historia mundial para no advertir que las sociedades, mientras más dependen del Estado, más lentamente progresan. Pero el proyecto marxista, en lugar de triunfar en la parte industrial europea, lo hizo en sus zonas agrícolas, las más atrasadas, al igual que en Asia, también agrícola. A pesar de ello, Marx es el primer ciudadano del mundo europeo en prever una sociedad con un nuevo régimen social y político, antípoda del capitalismo y surgido dentro de este sistema.

Por eso no salgo de mi asombro cuando escucho o leo en la prensa, que el marxismo se basa en la consolidación del Estado, como realmente sucedió en los países del este europeo, hoy en búsqueda y ruptura con sus extravíos.

Fue sorprendente la velocidad con que se dieron cambios económicos y políticos en esos países del este europeo: dotados de poblaciones muy instruidas, en corto plazo realizarán ahora sus reacomodos y se convertirán en verdaderas fortalezas industriales. Pueblos disciplinados, imaginativos, con destrezas laborales aprendidas en un gran empeño educativo, se integrarán a la Comunidad Económica Europea, más temprano que tarde, pues además son europeos y se sienten europeos.

Disponen de una herramienta que les permitirá avanzar rápidamente, una vez sus instituciones políticas reacomoden sus nuevas posiciones antiestatistas. Me refiero a su innata capacidad, autoasimilada, de visualizar su desarrollo en el largo plazo. Recuérdese que eran países agrícolas, salvo Checoslovaquia, y que todos intentaron industrializarse sobre la base de un sistema de planificación centralizada.

Los defectos de este sistema centralizado ya son obvios: es imposible manejar una sociedad industrial con un plan que todo lo centraliza y tener buenos resultados en el largo plazo. El Estado dentro de este tipo de planificación termina poniéndole una camisa de fuerza a las iniciativas individuales y empresariales. Eso es cierto. Pero tiene un aspecto que siempre permanece en la sombra: me refiero a que los simples ciudadanos de los ex-países socialistas han tenido una educación de muy buena calidad y un amplísimo ejercicio profesional en las empresas, las cuales elaboraban la primera versión del plan central. Eso creó visión del corto y mediano plazo en el ciudadano común.

Donde siempre falló el plan central es en la parte macroeconómica, cuando intervienen las variables extraeconómicas, los ingredientes políticos, el partido único, que es la versión socialista del virreinato. Cuando lleguen al multipartidismo y a la descentralización económica progresarán muy rápido, pues con poblaciones con hábitos laborales, con una cultura productiva, tienen asegurado su porvenir.

Yo no creo, que salvo la Unión Soviética, los demás países socialistas europeos, tengan algún bloqueo doctrinario que les impida funcionar en economías de mercado. La U.R.S.S. con 72 años de poder central, con cuatro generaciones educadas en el estatismo, tendrá primero que resolver el problema de sus nacionalidades y eso les tomará mucho tiempo. De ese tiempo dependerá el éxito o el fracaso de sus reformas.

De esta experiencia la República Dominicana puede salir beneficiada. El sólo hecho del desplome de las sociedades estatizadas, basadas en el centralismo económico y político es una experiencia no desestimable. Aquí tenemos la idea de que lo que no resuelve el Estado, no lo resuelve nadie, error conceptual heredado de la España colonial.

Además, el fin de la guerra fría, de la lucha entre comunistas y anticomunistas al nivel mundial, nos permitirá alejarnos definitivamente de ideologías totalitarias y de nuestras grandes tiranías. Nos ayudará a vivir sin tantas discordias.

Desde mi punto de vista la principal experiencia es la siguiente: no era posible en ninguna parte del mundo hacer una revolución industrial si no se abandonaban los sistemas de una economía casi exclusivamente manejadas por políticos. Sucedió primero en toda la Europa Occidental, luego en los Estados Unidos, Nueva Zelandia, Australia, Japón y otros países asiáticos. Comienza ahora a suceder en la Europa comunista. ¿Por qué habría de ser distinto en la República Dominicana, si decidimos industrializarnos a través de un plan nacional de desarrollo que resuelva las principales carencias del ciudadano común?



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