www.diariohispaniola.com

Acercarse a Santo Domingo, ciudad moderna y antigua

Por Antonio Sánchez Hernández
x
antonioasanchezhgmailcom/16/16/22
http://antoniosanchezhernandez.com/
miércoles 03 de febrero de 2021, 23:04h
“Podría decir que al escribir sucede lo mismo que cuando uno se enamora. De pronto uno necesita, se enamora y no sabe por qué”. Ernesto Sábato.

Mi querido nieto, “cualquier músico te confirmará gustosamente que una orquesta puede prescindir del director, pero no del contrabajo, porque el contrabajo es como una comunidad activa, imprescindible. Las orquestas han tocado sin directores durante siglos; en la historia de la evolución musical, el director es un invento muy reciente. Del siglo X1X. En el siglo XX1 es impensable tocar una orquesta sin contrabajo. Puede incluso decirse que la orquesta no existe hasta que no tiene un contrabajo. Hay orquestas sin primer violín, sin instrumentos de viento, sin timbales y trompetas. Pero no sin contrabajo”, sin sociedad civil, sin comunidades activas. Con esto quiero llegar a afirmar que “el contrabajo es con mucho el instrumento más importante de una orquesta. Cuando se lo excluye, se rompen los cimientos de la educación musical. Una banda de jazz sin bajo, se desintegra como en una explosión. En la música clásica, sin el bajo, reinaría la más completa confusión”. Igual ha sucedido con nuestras interminables sociedades de pobrezas. La más completa confusión. Pero esto no siempre es compartido por todo el mundo. ¿Acaso le gustaría al primer violín admitir que sin el contrabajo es como un emperador sin ropaje, como un cacique desamparado, un símbolo ridículo de su propia vanidad?

Una habitación. Se oye un disco, la sexta sinfonía de Bethoven, alguien la tararea. Vuelven unos pasos que se alejaban. Alguien abre una botella y se sirve una cerveza.

Un momento…ya viene…¡Ahora!...…¿Lo oye? ¡Ya!. ¿Lo oye? Pronto volverá, el mismo pasaje: espere un momento. ¡Ahora! ¿Lo oye? Me refiero a los bajos. A los contrabajos. Levantan el brazo del tocadiscos. Fin de la música. Estamos nuevamente reelectos. Sin una pujante sociedad civil. Con caciques. Sin comunidades activas. Consumidores, casi nunca ciudadanos. Claro, estoy hablando de música clásica, de jazz. No de política vernácula, no de nuestra pobreza secular. Estoy hablando de una isla donde la música clásica no es importante todavía, donde es apenas música de muertos porque todavía aquí se sigue tocando de oído al estilo de Guandulito. Me refiero íntegramente a la educación musical. Porque la sociedad sigue siendo la misma de antes, con la enorme belleza de nuestros merengues.

Abuelo, hay un país en el mundo, de nuevos ricos, con demasiado corruptos, donde el culto al dinero fácil está reventando el núcleo familiar, donde la buena educación es demasiadas veces paja, cantidad no-calidad, y lo imaginario es mas fuerte entre el hombre y la mujer, entre el peatón y su ciudad ya motorizada. Aquí el hombre ama la mujer, el peatón a su ciudad y a sus espacios libres, pero el culto al dinero, el desmembramiento y la desunión familiar y la frágil educación primaria, lo conducen al desamor; le separa una distancia a la que una mujer o un peatón se oponen cada vez más, que derriba al hombre que la desea, al peatón que la transita. Donde se ha luchado durante un siglo por la libertad, la democracia y la justicia y solo se ha logrado la libertad. La propia mujer, la mayor parte del tiempo, no sabe lo que es este mal, este monopolio masculino que la priva de deseo, como tampoco el peatón que no encuentra por donde caminar. No sabe, mucho más a menudo de lo que cree, lo que es el deseo, e inventa destapes electorales cada cierto tiempo, cada cuatro años para justificarse, cada cierto tiempo para divorciarse.
  • Mi nieto, algo semejante sucede con los peatones: son también frígidos. Se van tornando tales desde el momento que la ciudad los desborda y no encuentran calles peatonales por donde transitar. Ciudades sin peatones: estamos creando ciudades fantasmas enemigas del peatón; aquí, sólo el mar nos protege del ahogo, de la sepultura de la ciudad motorizada. “Algo ha ocurrido en esta ciudad ¿qué? ¿El coche tal vez? Tendería a creerlo. O acaso es el hecho de trabajar mal en la escuela continuándolo en la vida para afectar ahora a varias generaciones. Se ha estudiado mal, se ha comprendido cada vez menos, luego, a la fuerza, no se ha comprendido nada más que nada, nada. Y luego se ha vivido mal después. Y seguidamente se huye. No se ha creído en la escuela, ni en la pequeña ni en la grande. Uno se ha comportado mal. Se ha perdido toda la educación, toda la cortesía, la fineza, todo el espíritu, solo queda la inteligencia de los negocios”.

Santo Domingo ya no se puede mover, ya no puede deslizarse hacia afuera a una velocidad normal. Santo Domingo, Santiago ni otras ciudades importantes, tienen el mismo significado de antes; “se viene aquí, se cree, para estar más cerca del sentido, del que se cree encontrar en una capital, que está hecha de lo esencial de todos los conocimientos, desde el arte de construir, de escribir y de pintar hasta el de la política”. Y pregunte a una suburbano y os dirá; “Antes vivía entre Pimentel y Castillo, entre Nagua y Sánchez, entre Licey y Moca, y después a la larga me aburrí y vine a Santo Domingo a acercarme. Solo para esto. Acercarse a qué, no sabe decirlo”.
  • Abuelo, lo que sucede es que la gente viene a Santo Domingo, hacia la capital, para dar a su vida un sentido de pertenencia, de obediencia social, casi mítica. Una vez traspasadas las puertas de Santo Domingo, casi siempre en dirección a la barriada pobre, se abandonan para siempre los campos, se borran de las mentes las carreteras libres, los caminos vecinales, las plazas de su pueblo, las chorreras de los ríos, el amor a la naturaleza. Aquí encuentra una ciudad sin peatones, algo que aparece como una equivocación, como un estado inadmisible de una ciudad. “Es la ciudad donde se encuentra el mercado del sexo, de la muerte, de la droga. Es aquí donde asesinan a las jóvenes y viejas damas. Es aquí donde hay un pueblo automóvil, que es mal educado con su coche”: los hijos de papá. Es aquí donde todavía la sombra del bicornio, tiene un sucesor o un aspirante a sucesor, que es venerado por los intelectuales y vedetes políticos de nuevo cuño, y que se exalta su valor. No vale la pena que se recubran con trajes o palabras bonitas, porque se dedican a justificar un pasado fétido, en vez de pensar en algo distinto para nuestro presente. Nos encanta todavía el mundo mediocre de los carpinteros: “si quieres saber quién es Mundito dale un mandito”. “Pero escribir no es contar historias, es lo contrario de contar historias” Esa selva resultó ser el mundo de la mentira, de la trampa y del falso semblante: allí todo era disfraz, juego de apariencias, estratagema, metamorfosis, tanto para niños como para adultos. El bicornio, cacique y macho castrador, espíritu de segunda, sólo es merecedor de un grueso olvido, de un ejercicicio de sublime amnesia, no de celebrarle su salvajismo. Lo que sucede realmente es que Santo Domingo ya no se puede mover, no puede deslizarse más hacia las afueras a una velocidad normal, con sus casi tres millones de moléculas humanas. “Se viene aquí para estar más cerca del sentido. Sólo para esto. Acercarse a qué, no sabe decirlo. Pero en el fondo si lo sabe. Se acerca al definitivo entrenamiento urbano, a su justificada sobrevivencia, sin la cual no se siente molécula urbana ni aquí ni en el sur de la Florida, ni tampoco en el New York que vive ahora de su propio pánico, luego de la caída vertical y simbólica de las Torres Gemelas.
  • Pero no olvides mi querido nieto, que el dominicano de este fin de siglo ha descubierto que su vida histórica es la vida errante: que hasta él planeta mismo es un cuerpo errante. Que el mundo es ancho y ajeno, sin importar que su destino se confunda con el de las lluvias, las nieves y los vientos, poderosas condensaciones de la palabra exilio. Somos todavía, en cierto modo, exiliados en nuestro propio país, igual que cuando mi hijo me convenció de que me marchara a la gran manzana de New York, hace unos sesenta años, y como antes, vivimos esperanzados en encontrar un sitio en extranjero, donde podamos vivir y escondernos. Aunque regresemos, porque siempre regresamos al mismo punto de partida, que entonces ya no es más que un fantasma de una realidad que tuve la dicha de vivir en el lejano pasado. Regresamos a ciudades fantasmas.


¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios