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Reflexiones frente al Nacimiento. El año en el que crecí.

Por Lucetta Fernández
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lucettafernandezgmailcom/16/16/22
miércoles 23 de diciembre de 2020, 00:05h

Ya cerca de la Navidad, me he puesto a reflexionar delante del nacimiento que con tanto amor mi familia y yo hace unos días colocamos frente a nuestro árbol. Iluminada por sus luces, mis pensamientos me llevaron a realizar un recorrido por este 2020 al que he elegido llamar un año retador. No un año malo, ni triste, ni oscuro, sino más bien un año que nos invitó a mirar de forma diferente, y quién sabe, tal vez a nacer de nuevo.

Con claridad puedo ver que durante estos doce meses el ser humano, si así lo eligió, ha tenido que reinventarse en muchos aspectos. Vivir sus procesos y adaptarse como siempre lo ha hecho desde que está en esta tierra. Comenzar de nuevo con grandes cambios. Dejar atrás seres queridos, amigos, colaboradores, trabajos, sueños, se ha hecho necesario a pesar de la tristeza y de las lágrimas para poder continuar. Aún así, el aprendizaje, la oportunidad y el mensaje detrás de todo esto ha existido. Está en cada uno de nosotros de forma personal, reflexionar acerca de cómo ha incidido para nuestra evolución, crecimiento y desarrollo este tiempo transcurrido.

Me surgen en mis cavilaciones preguntas que he expuesto antes en mis conferencias, y otras más que se hacen necesarias. Tan necesarias como sus respuestas. ¿Cuáles han sido mis aprendizajes? ¿De qué forma he tenido que renovarme en mis roles? ¿Cómo he enfrentado mis situaciones? ¿Qué me dicen de mi forma de enfrentar y de ver la vida las respuestas que me he dado? De mi forma de sentir, de los permisos que me doy o no, del sentido de mi vida, de los valores que sustento, del amor que doy, he dado o he dejado de dar, del camino recorrido, de las elecciones que he hecho, de lo que he expresado con mis palabras y acciones… ¿Sobre cuáles han sido las oportunidades que he podido percibir detrás de lo acontecido? Ningún otro año como este para preguntas reflexivas y respuestas auténticas.

En lo personal el 2020 ha tenido un gran significado. Un año que contaré como uno de los más relevantes de mi vida, al que despido con la gratitud de una alumna hacia un gran maestro. El que luego de pasar balance y para sustentar lo antes dicho puedo decir que me deja: El agradecimiento por haber disfrutado de mi madre hasta los 96 años. Si bien me tocó despedirla en abril, pude estar a su lado, y brindarle amor y cuidados. También me mostró quien fui como hija y la excelente y amorosa relación que tuvimos. La despedí con la paz del deber cumplido.

De igual forma, me dio la oportunidad de acompañar a otros que así lo necesitaron a transitar el camino de sus propias despedidas. De colaborar con instituciones que necesitaban apoyo para sus colaboradores. De escuchar personas que necesitaban de alguien con quien desahogarse. De estar más tiempo con mi familia, darle más calor a mi hogar. De valorar más a los amigos. De elegir mi actitud ante los acontecimientos. De aprovechar el tiempo en casa para continuar capacitándome. De conocer herramientas tecnológicas desconocidas para mí y hacer uso de ellas. En fin, de reinventarme, conocerme más a fondo y descubrir incluso talentos ocultos revelados por mi año retador.

Navidad o Nativitas en latín, significa nacimiento. Algo nuevo que llega. No lo dudemos, el 2020 llegó con un mensaje para la humanidad. Posiblemente de que es hora de renacer de mejor forma, concediendo valor a lo que es realmente importante, uniéndonos como humanidad, mirando lo valioso del sano vínculo, honrando nuestro compromiso existencial, buscando y trabajando para la paz individual y por ende colectiva.

Despidamos el 2020 con la mirada del mensajero que entregó el recado. Recibamos el 2021 con la fe y el optimismo del que transita un nuevo sendero, hacia un mundo que construir de forma diferente.

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