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Fotografía facilitada por el Teatro alla Scala de Milán. La ópera de La Scala de Milán ha renunciado este año a la tradicional representación con la que inaugura siempre su temporada lírica.
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Fotografía facilitada por el Teatro alla Scala de Milán. La ópera de La Scala de Milán ha renunciado este año a la tradicional representación con la que inaugura siempre su temporada lírica. (Foto: EFE)

El virus no enmudece a la Scala de Milán

Por Agencia EFE
martes 08 de diciembre de 2020, 09:15h
La música sonó hoy con más orgullo que nunca en la Scala de Milán. No ha sido fácil, pues la pandemia impidió su tradicional inauguración lírica, pero a cambio ofreció un concierto con las mayores estrellas del panorama con un objetivo claro: la cultura prevalecerá, aunque para ello haya que adaptarse.
Milano, Italia .- La ópera milanesa, para muchos las más importante del planeta, ha tenido que renunciar a su "Prima" por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, cuando el teatro, situado en el corazón mismo de la ciudad, quedó reducido a escombros por un bombardeo aliado en 1943.

Tres años después Arturo Toscanini tomó la batuta para devolver a este templo lírico una música que no se había apagado desde entonces y hasta este aciago año. En esta ocasión afortunadamente no ha habido una guerra de por medio pero lo cierto es que el coronavirus se ha cebado con Milán, que acaba de ser desconfinada, y ha contagiado incluso a unos treinta músicos y coristas de La Scala.

Las restricciones vigentes han hecho el resto y al final ha sido imposible abrir la temporada lírica con la representación de la "Lucía de Lammermoor" de Gaetano Donizetti como estaba previsto. Sin embargo La Scala no podía, ni quería, callar en este día de San Ambrosio, su tradicional fecha de apertura, y ofreció a cambio un gran concierto a puerta cerrada, sin público, pero retransmitido en diferido por la televisión pública. Porque esta fue una jornada para el orgullo, para dejar claro que Italia no claudica en la reivindicación de su patrimonio cultural y Milán se ha esforzado en ello. Incluso sus casas de moda como Valentino, Dolce&Gabbana o Versace han vestido a las sopranos.

UN REPERTORIO CON VOCES HISPANAS

Tras el himno nacional, el concierto dio inicio con las notas del preludio del "Rigoletto" de Giuseppe Verdi. Así arrancó el repaso a un repertorio en el que no faltaron los grandes de la composición italiana, como Gaetano Donizetti, Giacomo Puccini, Umberto Giordano o Gioachino Rossini, pero también del mundo, como Georges Bizet, Richard Wagner y hasta Chaikovski.

Entre los artistas llegados a Milán estuvo el tenor español Plácido Domingo, que entonó el aria "Nemico della patria" de "Andrea Chénier", toda una oda a los héroes de la historia, que aparecieron a sus espaldas, desde Nelson Mandela a los jueces antimafia. Pero también acudieron el barítono español Carlos Álvarez, que cantó el "Credo" del Otello de Verdi, así como el tenor peruano Juan Diego Flórez, que ofreció "Una furtiva lagrima" del "Don Pasquale".

La voz cristalina de la soprano estadounidenses de orígenes cubanos Lisette Oropesa deleitó con "Regnava nel silenzio" de la "Lucía de Lammermoor" de Donizetti, la obra que en un primer momento iba a servir para abrir la temporada milanesa.

La ocasión sirvió incluso para el regreso del tenor francés Roberto Alagna, quien en 2006 prometió no volver después de haber tenido que abandonar el escenario cuando cantaba en "Aida" por los abucheos del exigente público. Y hoy selló la paz con una de las arias más famosas de la "Tosca" de Puccini, "E lucevan le stelle".

VOLVER A VER LAS ESTRELLAS

La apuesta escénica, a cargo del director Davide Livermore, usó vídeos para transitar desde los ambientes melancólicos, nebulosos o tristes, como trenes atollados en la nieve y alambradas de espino, hacia el clímax y la luz de una ciudad que se recupera de la crisis.

No en vano la gala ha sido titulada "A rivedere le stelle" (A volver a ver las estrellas), el último verso con el que el "Divin poeta", Dante Alighieri, clausuró su recorrido por el Infierno para encarar de una vez por todas el Purgatorio y, al fin, el Paraíso. Pues la idea de La Scala es precisamente esa, la de desear con todas sus fuerzas que lo peor haya pasado, que el Infierno quede atrás y solo vislumbre por delante el firmamento, la música.

El concierto subió de ritmo con el frenético preludio de "Carmen" de Bizet pero también con las coreografías de ballet, sobre todo con la de la estrella italiana, Roberto Bolle, que bailó entre sugestivos haces de luz de láser. Las diferentes canciones y arias aparecieron ambientadas en múltiples contextos. Hubo un homenaje a Fellini y hasta se recrearon las conjuras políticas de "Un ballo in maschera" de Verdi con el tenor Francesco Meli en el papel de presidente de Estados Unidos.

También se desplegó un alegato político contra los líderes incendiarios, con una Casa Blanca en llamas mientras se cantaba "Otello", seguida de la lectura de un texto contra la indiferencia social del pensador comunista Antonio Gramsci. Con esta apuesta el prestigioso teatro milanés no cedió ante las adversidades de la pandemia y logró ofrecer un espectáculo a buen seguro seguido por millones de personas desde sus casas.

Aunque en el interior de La Scala a decir verdad se echó de menos la "prima", la gran y esperada producción que ofrece cada 7 de diciembre, siempre señalado en rojo en el calendario cultural italiano. Su platea, sus palcos y su pasillo, antes poblados por la pintoresca burguesía y la aristocracia milanesa, en esta "nueva normalidad" aparecieron vacíos, fríos, solo con algunos de los pocos periodistas invitados para la ocasión.

Esta triste sensación también era perceptible a las puertas del templo de la lírica, donde algunos transeúntes se detenían a leer el cartel de la ópera, abrigados, eso sí, porque si algo no cambia en Milán es el intenso frío que se respira en estas fechas. En sus inmediaciones, las calles, a pesar de ser festivo, estaban mucho más vacías de lo habitual, también la emblemática plaza del Duomo, ciertamente desangelada a pesar de ser una de las metas preferidas para los milaneses en estos días previos a Navidad.

Pero lo que sin duda más se echó en falta en esta rara jornada de ópera fue el público, los aplausos, tal y como reconoció el propio Plácido Domingo en un breve encuentro con la prensa. Pero La Scala, por su larga historia, inaugurada en 1778, sabe que no hay mal que cien años dure y que los aplausos volverán. De eso no hay duda, como parecía vaticinar el "Nessun Dorma" del final de la función: todo pasará y la belleza, "al alba, vencerá".
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