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La difícil tarea del duelo en el 2020

Por Lucetta Fernández
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lucettafernandezgmailcom/16/16/22
martes 01 de septiembre de 2020, 21:54h

Impotencia, angustia y muchas veces de soledad, son algunos de los sentimientos que predominan en personas de todo el mundo que han visto partir a familiares o amigos en lo que va de año. En este sentido, la especialista Lucetta Fernández compartió, para Diario Hispaniola, algunas de las técnicas que podrían funcionar para vivir este proceso con resiliencia.

A diario recibimos noticias de familiares, amigos, o conocidos que han enfermado o fallecido debido o no al Covid 19. Las redes sociales, los diarios, los chats nos hacen partícipes de lo que ocurre cerca o lejos de nosotros; familiares pidiendo oración para sus seres queridos, anuncios requiriendo donantes de plasma, y una tremenda sensación de impotencia, de angustia y muchas veces de soledad.

Esta es una época difícil para enfermar, y hasta para partir y para los que se quedan. He acompañado durante este período muchos casos de personas que han dormido en parqueos de hospitales y clínicas, debido a que no les es permitido permanecer con sus familiares enfermos. Han preferido lo anterior, a llevar consigo la sensación del abandono; su angustia los ha traído hasta mí. Por otra parte, he acompañado a madres, hijos, esposas y esposos de personas que han partido y no han podido siquiera despedirse o dar la sepultura acostumbrada junto a los amigos y familiares.

Las emociones propias del duelo se han hecho presentes -tristeza, rabia, culpa- junto a otras como la impotencia y frustración, profundizadas por la ausencia de esos ritos funerarios que tradicionalmente nos han acompañado y que son tan necesarios para la elaboración del duelo. Así podemos ver casos de familias que han recurrido a la cremación en espera de poder reunirse de nuevo para la despedida y en donde el tiempo que transcurre parece eterno. O los entierros en solitario donde apenas acuden unos cuantos de los familiares más cercanos, si es que les es permitido, donde el sustento y el cariño de esos otros que acuden a apoyar se encuentran ausente. Las funerarias una vez llenas de personas que acudían a expresar su solidaridad, ahora se ven desiertas con apenas dos o tres personas.

El proceso de duelo con todos los factores anteriores aunados, se hace esta vez más doloroso y profundo. Cuesta un poco más llegar esta vez a la aceptación de la partida, debido a las circunstancias tan especiales de este 2020.

Uno de los puntos más importantes para empezar a procesar el duelo es exactamente el de los rituales funerarios, cuya misión es la de enfrentar al ser doliente con la realidad de la pérdida propiciando su aceptación, facilitando un espacio para expresar públicamente la tristeza, honrar la memoria del fallecido, recibir el apoyo de familiares y amigos así como colocarnos en el nuevo contexto de la ausencia y con eso ayudar a irnos adaptando a la idea de que esa persona no estará más en nuestro entorno. Todo esto no es más que comenzar a hacer las tareas del duelo como le llamaba el psicólogo William Worden.

Estas ceremonias, por así decirlo, constituyen el inicio de la sanación. Pensemos entonces como dije antes, en las familias que tardaron en reunirse para dar sepultura a las cenizas de su ser querido; obviamente se han visto afectadas en su proceso de duelo, en su proceso de sanación. Agravando en algunos casos lo anterior, el hecho de que la cremación no formaba parte de sus creencias y se han visto precisados a recurrir a la misma debido a la imposibilidad momentánea del encuentro.

El ver los despojos mortales de nuestro ser querido nos ayuda a ir elaborando un cierre, a ver lo irreversible del acontecimiento. Tristemente, este cierre, en muchos casos durante este periodo pandemia, se ha visto retrasado.

Si a todo lo anterior le sumamos la ausencia del contacto físico expresado en abrazos, en una mano en el hombro, la ausencia de palabras de consuelo, o de alguien que escuche nuestro dolor, el duelo se hace muy cuesta arriba.

Por esto siempre digo a las personas que necesitamos reinventarnos también en este aspecto. Buscar alternativas que nos acompañen a salir adelante y comenzar con ellas desde antes que la persona parta. Un ejemplo de esto es lo siguiente: cuando alguna persona tiene un familiar en cuidados intensivos, esté consciente o no, conversar con el personal médico para que tomando todas la medidas de prevención, puedan de vez en cuando entrar a verlos y hablarles, aún no los escuche. En otros casos, grabarles mensajes de voz y enviárselos con sus cuidadores también es una opción. Estas alternativas se prestan a permitir que si el desenlace es la partida, la familia sienta que estuvo presente, evitándose de alguna forma la sensación del abandono.

De igual forma recomiendo que no desamparemos a nuestros amigos en duelo. Si bien es cierto que por las medidas restrictivas ante el Covid 19 no podemos estar presentes físicamente como antes, podemos hacerlo vía telefónica, o con mensajes, tal vez tan solo dejándonos ver desde lejos.

Hace unos meses el papá de un amigo falleció de repente. Mi esposo y yo acudimos al cementerio, aunque estuvimos aparte, dijimos presente y ellos nos pudieron ver. No estuvieron los abrazos, pero si la presencia y el mensaje del cariño.

En el caso de las cremaciones y los hijos que viven fuera o de aquellos que necesitan recuperar la salud para poder asistir a la ceremonia, sugiero esperarlos. Necesitan ser partícipes de esos momentos, necesitan despedirse, decir adiós y comenzar con su proceso de sanación.

Ocupémonos de quienes parten. Honremos su memoria recordándolos con amor y gratitud, pero también ocupémonos de quienes quedan; pensemos en ellos. Ideemos nuevas formas para brindarles apoyo y se sientan acompañados. Recordemos que somos seres sociales y que hoy, más que nunca, nos necesitamos los unos a los otros.

“Haber sido es también una forma de ser, quizás la más segura de ser”. Viktor Frankl

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