La sostenibilidad de los Programas de Ayuda

Lo erróneo sería perpetuarlas permanentemente so pena de convertirlos en instrumentos clientelistas o populistas que además de resultar perjudiciales para la economía: para su sostenibilidad, competitividad y productividad; las pasadas elecciones demostraron que no garantizan lealtades políticas en democracia.

Serían insostenibles si el gobierno no llega alcanzar recaudaciones suficientes para financiar las ayudas.

Afectaría la competitividad y productividad porque acentuaría la cultura de dependencia inhibidora de la capacidad de emprendimiento de nuestros actuales y potenciales agentes económicos tanto en sus vertientes empresariales como en fuerza de trabajo.

Los programas de ayuda racionalmente concebidos siempre son temporales, coyunturales, respondiendo a urgencias y situaciones imprevistas como la que afrontamos con la pandemia y como en cierta medida pueden justificar un gobierno que recién toma posesión.

Para que sea fiscalmente sostenible, el gobierno tiene que aumentar las recaudaciones.

Y para ello es imprescindible activar la economía. Que mas empresas produzcan, generen mas empleos para que hayan mas trabajadores que pueden comprar a comercios que puedan vender.

En todo este proceso las empresas pagaran los impuestos a la producción y al consumo.

Precisamente por eso en su momento debería ponderarse reorientar programas de ayudas.

En lugar de auxiliar a empresas que se mantengan cerradas, lo procedente sería asistir a aquellas que reabran y se mantengan abiertas; entendiendo que ésta reapertura producirá incrementos de gastos para poder cumplir los protocolos sanitarios.

Financiar programas sociales sin recaudaciones suficientes puede terminar incrementando el elevado endeudamiento ya existente o en devaluaciones e inflación que pueden perjudicar a nuestras clases mas necesitadas si es que el gobierno se ve compelido a financiar las ayudas con emisiones monetarias; en cuyo caso estaríamos agregando un nuevo ingrediente a nuestra población.