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Ecofeminismo para un mundo verde y en Paz

Ana Arias y Mónica Parrilla. Equipo de Género de Greenpeace España

La lucha feminista y la ecologista están íntimamente relacionadas y tienen que ir de la mano para caminar hacia un mundo verde y en paz. El modelo de vida y de consumo capitalista y patriarcal se sostiene por la explotación del planeta, sus recursos y la violación sistemática de los DDHH, donde las personas más vulnerables son mujeres y niñas por la feminización de la pobreza, los roles asociados de cuidados y la violencia machista.

El ecofeminismo señala que la explotación y la degradación del mundo natural y la subordinación y opresión de las mujeres tienen el mismo origen. Las armas, las drogas, la prostitución y la contaminación son rentables al sistema capitalista y a su PIB; sin embargo, la paz, el aire limpio y los cuidados no. El sistema capitalista pone en el centro el dinero, no la vida.

A lo largo de la Historia se han ignorado las demandas del feminismo de forma sistemática (Revolución francesa, lucha por la abolición de la esclavitud o movimiento obrero). El ecologismo no ha sido una excepción. Como resultado, una parte de la lucha feminista no se ha integrado en la lucha ambiental. Sin embargo, ambas están íntimamente relacionadas y tienen que ir de la mano para caminar hacia un mundo verde y en paz.

El 25 de noviembre se celebra el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Violencia como punta del iceberg de la desigualdad. Pero, ¿Qué tiene que ver la violencia a las mujeres con los problemas ambientales?

Las consecuencias de desastres naturales generan un incremento de violencia con especial vulnerabilidad para mujeres y niñas/os. La ONU alerta que la violencia contra las mujeres y niñas/os llega a afectar al 70 % en países en conflicto y asolados por desastres naturales. Casos como el control de recursos naturales en la R.D. Congo suponen una violación flagrante de los derechos humanos, en el que la violencia sexual es un arma de guerra que se utiliza contra mujeres y niña/os.

Según datos del PNUD, las probabilidades de que una mujer sea víctima de la violencia doméstica o sexual aumentan después de un desastre. Y si hablamos de personas desplazadas por el clima, el 80 % son mujeres, según Women's Environmental Network.

Por otro lado, no olvidemos las violencias invisibles: las estructurales y culturales que alimentan la violencia directa (Triángulo de Galtung). Estas violencias sutiles invisibilizan a las mujeres tanto en su vulnerabilidad como agentes generadoras del cambio.

En este sentido, es fundamental que en el análisis de la problemática ambiental haya un estudio de género para conocer el acceso a los recursos, la gestión de los mismos, su degradación e impacto diferenciado así como la participación en la toma de decisiones. Sólo así, se identificarán las distintas realidades y vulnerabilidades y, por tanto, el abanico completo de soluciones, teniendo una incidencia real en el problema, que de otra manera queda sesgado.

El ecofeminismo está en el ADN de Greenpeace, las tres fuentes de las que se nutre el pensamiento Ecofeminista (utopías feministas de los 70, activismo y resistencia antimilitarista de la época y lucha antinuclear) conectan directamente con sus orígenes y con la historia de vida de nuestras fundadoras.

Cuatro de las siete personas que fundaron Greenpeace eran mujeres y tenían impregnada la denominada contracultura que surgió en los años 60 y se prolongó hasta mediados de los 70 y las luchas del movimiento ecologista, feminista, antirracial y pacifista de la época. La organización no las reconoció ni visibilizó en su día.

Es importante cuestionarse para mejorar y reconocerse también. Por ello, Greenpeace España está trabajando para incorporar la perspectiva de género y elaborar un Plan interno de Igualdad para contribuir con nuestro trabajo hacia afuera.

Nuestros informes muestran los impactos diferenciados por género, por ejemplo, en el desastre de Fukushima, cuyas consecuencias son mayores en mujeres y en la infancia. También demandamos incluir la perspectiva de género en los problemas de empleo y pobreza en las zonas mineras para conseguir una transición justa hacia las renovables. Hemos visibilizado la contribución de mujeres activistas en los incendios de Indonesia, la construcción de paneles solares con una cooperativa de mujeres en el Sur de Líbano o la labor de mujeres científicas en la Antártida, donde antiguamente se las prohibía ir y ahora están en el corazón de la acción para contribuir a crear el área protegida más grande de la Tierra.

Asimismo nos hemos sumado a la iniciativa "En energía, no sin mujeres", que pretende visibilizar a las mujeres en ese sector para conseguir una transición justa. Así lo celebramos y denunciamos a comienzos de este mes en el concierto "Enérgicas", un festival de mujeres para sensibilizar sobre la importancia de una transición energética que acabe con el modelo actual, contaminante y machista y caminemos hacia un modelo justo y verde.

El ecofeminismo, por tanto, es una propuesta clave y necesaria para dar salida a la crisis ecológica actual. Una propuesta que pone en el centro la vida. No puede ser de otra manera, dependemos de las personas para nuestros cuidados (interdependencia) y de los recursos para nuestra supervivencia (ecodependencia). A priori, causas que parecen ecologistas y neutras al género y que, sin embargo, son fundamentales en las demandas feministas. Y al revés de igual manera.

Greenpeace nació en 1971 para protestar contra las pruebas nucleares en Amchitka, con el lema: "Queremos paz y que sea verde". Hoy reivindicamos que sin equidad no hay paz, y que ecologismo y feminismo van de la mano.

NOTA: Este artículo forma parte del servicio de firmas de la Agencia EFE al que contribuyen diversas personalidades, cuyos trabajos reflejan exclusivamente las opiniones y puntos de vista de sus autores.
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