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Ideas apartidistas: la Marcha Verde

Por Antonio Sánchez Hernández
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antonioasanchezhgmailcom/16/16/22
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sábado 10 de noviembre de 2018, 23:13h

“Podemos cambiar, ser piedras o astros, si conocemos la palabra justa que abre las puertas de la analogía”. Octavio Paz.
Después de 40 años de minorías partidistas, desde 1980, el sistema de partidos está en crisis en R.D., vive de la confrontación, no del acuerdo, y donde pisa, como Atila, no crece la yerba: nace un nuevo discurso, una nueva posibilidad: el de las comunidades de clases medias, apartidistas, sin delegación, empoderadas por sí mismas en la marcha verde, contra la corrupción y la impunidad.

En RD los movimientos sociales o políticos en las clases medias siempre han impactado al resto de la población, desde la caída de Trujillo.

Grave incongruencia: la economía dominicana, de hecho, está privatizada: el 85% del mercado es privado, con tendencia a crecer. No obstante, el sistema político es aún un monopolio de los partidos, sin comunidades, sin ciudadanos, en todas las 32 provincias, en campos y ciudades.

Bajo un intenso bombardeo en los medios, con un sistema de partidos antidemocráticos, en R.D., casi siempre se hace politiquería desde la madrugada hasta la noche, a diferencia de los países ricos, donde las soluciones institucionales son norma, y nadie se aventura a pronosticar sobre los panes y los peces.

La política, hasta hoy obra de intelectuales y sobre todo creación social colectiva, es en R.D. una rama lucrativa de partidos monopólicos. El objetivo principal de los partidos ha sido y es amasar fortunas, servirse del Estado, hacerse ricos. No es servir al pueblo, sino servirse del pueblo, que los financia. En estos últimos 40 años, la mayoría de la generación joven y adulta del país, no se involucró en política partidaria, cuando tenía veinte años o menos. Por el contrario, no delegó en partidos políticos, pero se hizo empresario, pequeño, mediano o grande, o se ocupó de otras labores productivas, con éxito y creó un país nuevo: un país de clases medias, cultas, instruidas, un 30% de la población, y por razones de mucha honestidad y laboriosidad comprende ahora que cedió su espacio político a personas improvisadas de los partidos políticos del sistema que lo han defraudado. Lo dicen todas las encuestas: los partidos políticos están en franca decadencia, desde el punto de vista de las clases medias, y ahora de la marcha verde.

Y con toda esa fabulosa experiencia que significó haber creado sus propias empresas o proyectos, en base a esfuerzo propio, la clase media se pregunta si no es el momento preciso para revaluarse. Comprende por primera vez, que en R. D., la desarticulación entre lo económico y lo social, entre lo nacional y el Estado, tuvo como contraparte un sobre desarrollo del espacio político, monopólico, que lo perjudica ahora como ciudadano. Que el mejor de los mundos dominicanos es ahora el de un activo apartidismo, empresarial, creador de clases medias gigantescas y bien cualificadas intelectualmente y técnicamente, a nivel nacional.

Así lo perciben todas las comunidades, que están relegadas a la miseria o la supervivencia. La mayoría de la población es ya una marcha verde, no cree en las partidocracias, es apartidista, a pesar del bombardeo de los medios desde la madrugada hasta la noche. Lo dicen todas las encuestas: el movimiento apartidista activo es la mayoría del país. Prefiere siempre mil veces a un Freddy Beras Goico, que al más destacado de los políticos del momento: la risa es también el deleite de las comunidades.

Para ellas es una lata saber que vive en una moribunda sociedad de caudillos basada en lo extra institucional. Que todos los partidos y líderes, con la excepción de Juan Bosch y de Juan Pablo Duarte, responden a esa forma de razonamiento, que en el país después de casi 40 años, no existen instituciones democráticas confiables, honradas, que reflejen una fuerza de buenas costumbres, un hábito ciudadano. Aquí, ahora post modernos, robar no es pecado, violar la ley no es pecado, y nada es nada. Todo se puede. Ese es el post modernismo que estamos viviendo: Nada es nada y todo se puede. Basta don dinero para justificarlo todo. Y que siga gobernando la cultura del ratatá y del que es lo que…

A cada rato hay que hacer un alto para recordarlo, usando a la iglesia como árbitro. De mil maneras se ha pedido que el Estado separe sus tres Poderes, para que no exista incompatibilidad entre el trabajo y la política: para mantener familias unidas, escuelas eficientes, empresas con reglas de juego claras, instituciones formales, paz ciudadana y una clase política inteligente.

Tenemos 40 años hablando de lo mismo, desde 1980. Pero una clase política maleada, herencia trujillista, se niega y defiende su territorio a capa y espada. Para este sistema político, consolidado en lo que se llama populismo, cada comunidad es apenas una ficha electoral, cada uno de sus actos es una estrofa de un poema aislado, que no ofrece un refugio contra la noche y el mal tiempo: son un campamento al aire libre. Crónica de personajes y de bonanzas donde la vida se despliega más allá del optimismo y del pesimismo, indiferente a las querellas de los hombres y a los litigios sórdidos de la moral y sus significados.

Ahí se lucha por el monopolio de la opinión pública. Los políticos son apenas decenas de miles y muy pocos los potables, de acuerdo al 99.9% de corruptos dado por nuestro original ex Presidente Hipólito Mejía, pero al igual que siempre, por turno, cada cuatro años, se rotan en su aquí y ahora. Es una empresa con su clientela y sus personajes, que está muy complacida con su monopolio político. Están convencidos de su fuerza, de su Poder, de su riqueza amasada desde el Estado, aunque a veces olvidan o ignoran que la historia es movimiento. Se aferran a lo conquistado sin comprender que somos ahora una metáfora de un tiempo de alta velocidad que introdujo la globalización mundial desde 1980, hace ya 40 años.

Saben que estamos viviendo en una grave desmoralización política: que se debe cerrar el ciclo en que el Estado lo provee de funciones, condecoraciones, pensiones, indemnizaciones, exoneraciones y prebendas; botín de honores y de cargos ofrecidos a familiares o demandantes de gratitud. Saben que no hay forma de vivir con recato, sin la lucha por los cargos o los títulos honoríficos y que como eco siniestro de su mal ejemplo, reciben el
sabotaje de los de abajo: maestros que producen sólo lo indispensable, estudiantes cada vez peores, calificados ya a nivel mundial, obreros fabriles que no entienden más allá de su interés laboral, campesinos que aman cada vez menos la tierra, comerciantes especuladores, choferes que violan las rutas, viajes clandestinos en yolas, delincuencia creciente, droga incluida. La delincuencia es tal y tan grande, que ya ni los ricos están seguros.

Arriba, un sistema de partidos que no planifica nuestro desarrollo en las provincias, que ha desprotegido al sector productivo,- al agro y a la industria -, que comprende muy poco su papel dirigente y que no aspira a comprender más allá de su gran pasión de ejercer el Poder. Ahora, después de 40 años, las grandes agrupaciones políticas dominicanas (P.R.S.C., P.R.D. y P.L.D.) han fracasado, y un tiempo tecnológico de alta velocidad, lo ha cambiado todo: la edad ya no es el sillón junto al fuego, sino la noche a la intemperie. El apartidismo activo busca ahora, en el 2018, una mayoría consciente, una respuesta posible, por primera vez en nuestra vida democrática. Surge la poderosa marcha verde en la clase media. Y la clase media dominicana es valiente y no tiene miedo.

Una corriente social apartidista se abre paso lentamente. Una marcha verde cubre ya todo este país autocrático y anárquico. En el fondo, buscarán como proyecto los modelos comunitarios locales exitosos. Deben participar, si quieren, en las elecciones, y buscar buenos aliados, los mejores talentos. La marcha verde es un gigante de las clases medias, ya despiertas... No desean delegar más, y terminarán actuando como el sacerdote Luis King, en su famosa cooperativa Santa Cruz de San José de Ocoa, donde todo el mundo bajó el lomo y resolvieron sus problemas sin mediaciones innecesarias, sin partidismos clientelistas: trabajando arduamente, dirigidos por un extraordinario sacerdote canadiense.

Es bueno recordarlo una vez más: el sistema de partidos que ha gobernado el mundo desde hace dos siglos, con las ideas de Juan Jacobo Rousseau, está en crisis por primera vez a nivel mundial, de acuerdo al ilustre pensador griego Cornelius Castoriadis, desde la caída del muro de Berlín. Con la caída de muro de Berlín se cayeron los autoritarismos de las izquierdas socialistas y comunistas, y se estremecieron los autoritarismos de las derechas políticas capitalistas de Occidente.

República Dominicana no es una excepción. Las comunidades apartidistas son mayoría en todo el mundo, en todos los continentes y buscan un puesto democrático bajo el sol, desde la caída del muro de Berlín, y también en R.D. La República Dominicana busca la democracia desde la muerte de Trujillo, nuestro autócrata predilecto. ¿Podrá conseguir la marcha verde la democracia en R.D? ¿Este reto lo enfrentará la marcha verde en las urnas en el 2020, por su esencia democrática y apartidista, libre, demostrado masivamente en las calles, a pesar del viejo lastre autocrático del sistema de partidos, lastre histórico heredado de cinco siglos en R.D. desde la colonia? Esperemos sus propuestas democráticas para las elecciones del 2020. ¿Qué propondrá la marcha verde? Podemos cambiar, ser piedras o astros, si conocemos la palabra justa que abre las puertas de la analogía. Lo dijo Octavio Paz.

Con buenas alianzas electorales, sumando voluntades, negociando posiciones democráticas, apartidistas, la marcha verde puede ser determinante en el resultado electoral, por su tamaño y por su influencia democrática en el propio sistema de partidos dominicanos, ahora ya en crisis irreversible. Separemos los tres Poderes del Estado. Comencemos por ahí la larga marcha de la democracia en R.D.

Nos sobran conocimientos, pero no somos lo suficientemente libres.

El conocimiento no ha cambiado psicológicamente al hombre dominicano y sólo ha conducido hacia el mundo de la libertad en forma tenue, como si el hombre fuese enemigo del hombre. Cito las palabras de un panfletero cibaeño santiaguense que se jugó la vida en 1959 por la libertad que tenemos en el 2018, tenue todavía, y que aún vive milagrosamente:

“Los hombres inventaron el Estado y este se robó el invento. Desde siempre, primero con un Estado colonial, luego propio, la lucha ha sido para ver si es posible civilizar y humanizar al Estado. Al hombre le interesa la libertad y la verdad, al Estado le interesa el control. Cuando un hombre conquista el Poder, él a su vez, se comporta como un invasor, como un extraterreste. La función vital del ciudadano es defenderse de ese conquistador. Es el círculo vicioso del bochorno universal. Y algo más doloroso, que es el más grande secreto de Estado: desde entonces el ciudadano ha fracasado, pero eso hay que callarlo porque si se sabe, será público el descrédito ciudadano. Cuantas veces ha querido serlo, de lo desconocido cae un rayo y lo fulmina…

Al hombre le han permitido ser comerciante, poeta, volatinero, filósofo, héroe, inventor y hasta astronauta, pero no le han permitido ser ciudadano. La ciencia, a pena de muerte, no está autorizada a crear el pararrayo pro-ciudadano. El Estado solo le tolera al hombre como peón, como “yes man”, carne de cañón o contribuyente. Le da el título de ciudadano, el diploma, pero vacío. Se burla dándole constituciones solemnes, rimbombantes, floridas, con encajes, con marcos de oro y fachadas de lujo, pero huecas…solo le da la cesta, la caja para meter el engaño en un ataúd. Después de 500 años de civilización europea, solo tenemos que repetir las palabras legendarias del Señor:

“¿Dios mío, Dios mío, por qué nos has abandonado?”


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