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Rita Hayworth
Rita Hayworth (Foto: Fuente externa)

Rita Hayworth, de arquetipo de belleza latina al mito explosivo de "Gilda"

Por Agencia EFE
lunes 15 de octubre de 2018, 18:13h
Con motivo del centenario de su nacimiento, que se cumple el próximo 17 de octubre, se acaba de publicar "El universo de Rita Hayworth" (Notorius Ediciones), un volumen enciclopédico e ilustrado, en el que una veintena de autores analizan la trayectoria de la actriz, película a película, y las claves de su vida.
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Rita Hayworth (Foto: Fuente externa)
Santo Domingo.- Antes de convertirse en uno de los mayores mitos de la Historia del Cine gracias a la pelirroja explosiva de "Gilda", Rita Hayworth (1918-1987) ya había filmado más de dos tercios de su filmografía, muchas de ellas películas de serie B que explotaron el estereotipo de belleza exótica y latina.

Lo suyo fue una auténtica carrera de fondo, condicionada y a menudo manipulada por los hombres a los que amó, empezando por su padre, el bailarín español Eduardo Cansino, que la puso a bailar con sólo tres años, la explotó laboralmente y, según contó su segundo marido, Orson Welles, llegó a abusar sexualmente de ella.

La vida de Hayworth estuvo marcada por acontecimientos extremos: fue la más deseada, pero en la intimidad rechazaba la etiqueta de icono erótico y soñaba con dejar el cine; también fue la primera actriz de Hollywood que se convirtió en princesa (al casarse con Ali Khan) y la primera celebridad que padeció Alzheimer, con la desgracia añadida de que tardaron 20 años en diagnosticárselo.

Una aún adolescente Rita Cansino -su nombre original era Margarita Carmen Cansino-, morena y con la raya al medio, exhibía sus dotes como bailarina en los primeros títulos de su carrera, como "Amor de gaucho" (1935), "Charlie Chan en Egipto" o "Contrabando humano" (1936).

Su primer marido, Edward Judson, con quien se casó con solo 18 años para escapar de su padre, se encargó de su primer cambio de imagen, incluido un doloroso proceso de eletrólisis para modificar el lugar de nacimiento de su cuero de cabelludo, y movió cielo y tierra para convertirla en una estrella.

Fue él quien le consiguió su primer contrato con Columbia, pero también la dejó casi en la ruina cuando ella pidió el divorcio.

La primera película que empezó a cambiarlo todo para Hayworth fue "Solo los ángeles tienen alas" (1939), todo un clásico del cine de aventuras de Howard Hawks. La actriz no aparece hasta el minuto 50, pero lo hace de un modo espectacular que hizo que todo el mundo se fijara en ella.

En "La dama en cuestión" (1940), Charles Vidor explotó por primera vez el gran magnetismo que tenía con Glenn Ford, aunque con resultados a años luz de "Gilda".

La película que la lanzó definitivamente a la fama llegó un año después, "Sangre y arena" (1941). En la adaptación de la novela de Blasco Ibáñez, Rouben Mamoulian saca partido de nuevo a su origen hispano para convertirla en esa "femme fatale" que es Sol y que bebe del mito de Carmen.

Pero la actriz decía que los únicos papeles con los que se sentía identificada eran los de las películas que hizo con Fred Astaire, en los que interpretaba a chicas ingenuas. "Desde aquel beso" (1941) y "Bailando nace el amor" (1942) le dieron más satisfacciones personales que "Gilda" o "La dama de Shangai".

Pero fue sin duda "Gilda" (1946) el título que la consagró como una estrella de Hollywood, dejando para la posteridad escenas como el 'striptease' más breve y sensual y la bofetada más sonora de la Historia del Cine.

Su impacto fue tal que hasta el Ejército de EE.UU. bautizó con su nombre e imagen la bomba atómica lanzada el 1 de julio de 1946 sobre el atolón de Bikini. Welles contaba que Hayworth sufrió un auténtico ataque de ira, pero no podía oponerse porque había sido decisión del capo de Columbia, Harry Cohn.

"La dama de Shangai" (1947), obra cumbre del cine negro y otra de sus películas más recordadas, se filmó cuando Welles y Hayworth llevaban ya dos años separados. La cinta, en la que sorprendió con un rubio platino espectacular, no tuvo éxito comercial en su momento.

Hayworth tuvo que pelear mucho para superar su frívola imagen de "sex symbol" y ser respetada como actriz, pero también lo logró gracias a interpretaciones como "La bella del pacífico" (1953), adaptación de la obra de W. Somerset Maugham o "Mesas separadas" (1958), donde interpreta a una altiva exmodelo en horas bajas y que según dijo era el papel que llevaba esperando toda su vida.
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