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José Luís Méndez La Fuente.
José Luís Méndez La Fuente.

De Miquilena a Giordani

Por José Luís Méndez La Fuente

martes 24 de junio de 2014, 04:35h

La salida de Jorge Giordani del gabinete ministerial donde era Vicepresidente de Planificación Estratégica, hubiera pasado desapercibida, si no fuera porque decide publicar al día siguiente, en el portal revolucionario "Rebelión", un documento titulado "Testimonio y responsabilidad ante la historia", una verdadera herejía revolucionaria, que lo califica desde ya  entre sus excamaradas como un contrarrevolucionario, o lo que es aún peor, como un traidor. Su caso recuerda, de alguna manera, el de Luis Miquilena, uno de los mentores de Chávez y quien abandonó la revolución en el 2002.

Pero no fue Miquilena la primera víctima, ni tampoco será Giordani la última, que la causa revolucionaria se lleve por delante. Y aquí los motivos, sean autocritica, revisionismo o reformismo, nunca son justificaciones suficientes, sobre todo cuando apuntan al líder con el dedo, como lo hizo Giordani con Maduro.

Las revoluciones terminan comiéndose a sus hijos, anuqué algunos se suiciden primero. Los ejemplos en esta materia son más que abundantes. Así, en la Revolución Francesa, quizás la más conocida popularmente,  la lista es inmensa: Hébert, Brissot, Danton, Marat, Couthon y el propio Robespierre, por mencionar solo algunos de sus "hijos" más notables.  En la Rusa, Kámenev, Zinoviev, Sokólnikov, Bujarín, Yezhov, Tujachevsky, Yagoda, y Trostky, entre muchos otros, fueron asesinados por órdenes de Stalin, pero con la diferencia de que en la revolución bolchevique, las purgas no solo condujeron al asesinato de miles de personas, sino también a su destierro político y humillación pública, con cartas y "confesiones de errores" contra la revolución que al final de nada sirvieron, pues en muchos de esos casos, fueron igualmente ejecutados y perseguidos, y hasta asesinados  esposas e hijos.

Mucho más nuevos, son los casos en Cuba, de Carlos Lage y de Felipe Pérez Roque quienes se desempeñaron como vicepresidente y canciller en el 2009, cayendo en desgracia a causa de las ambiciones de poder que, según Fidel Castro, los condujo a desempeñar un "papel  indigno". Aquí, las confesiones  en cartas públicas tampoco se hicieron esperar. Esta "ética revolucionaria" fue la que le aplicaron antes, al General Arnaldo Ochoa, jefe de las operaciones en Angola, el más condecorado de los oficiales y héroe de la revolución cubana,  quien en 1989 fue fusilado junto a los militares Jorge Martínez, Antonio De La Guardia, y Amado Padrón por órdenes del régimen de Castro, después de un Juicio público que recuerda  los "Procesos de Moscú" del estalinismo soviético, entre 1936 y 1938, con simulacros de juicios, confesiones públicas, etc..  Ochoa fue acusado, junto a  otros trece implicados, de tráfico de cocaína, diamantes y marfil,  además de avergonzar a la revolución con actos de alta traición. Durante el juicio se le acusó igualmente, de incumplimiento de deberes militares y pérdida de vidas en Angola. El militar jamás admitió ser culpable de narcotráfico. Meses antes, Ochoa había manifestado sus simpatías por Gorbachov y la apertura soviética.

Mientras tanto, aquí en Venezuela, la revolución del "socialismo del siglo XXI", también se ha engullido  a unos cuantos de sus hijos, padres y hermanos. La lista, durante la larga década de Chávez, fue igualmente kilométrica, aunque no tan sangrienta, pero similarmente aleccionadora. Al igual que en la francesa, la rusa o la cubana, también tenemos nuestros Robespierre, Kámenev e incluso Ochoa. Muchos de quienes la apoyaron desde el principio en la Constituyente, pasando por los que la consolidaron durante y después de los sucesos de abril 2004, con golpes de pecho y rasgadura de vestiduras incluida, hasta los que crearon listas indignantes o se arrodillaron frente al "patria, socialismo o muerte", fueron más tarde o más temprano, botados de la causa revolucionaria o hechos  aun lado. No creo que haga falta  nombrarlos, basta con hacer un poco de memoria.

En la "segunda etapa de la revolución", como llaman algunos a la presidencia de Maduro, las destituciones de Eugenia Sader como Ministra de Salud y Desarrollo Social, imputada posteriormente por el Ministerio Público por la presunta comisión de los delitos de peculado doloso propio, sobregiro presupuestario y asociación para delinquir; del Coronel Félix Osorio como Ministro de Alimentación, por "refrescamiento" del ministerio en cuestión, y de Eduardo Samán como Director del INDEPABIS, a causa de una reestructuración del organismo, se suman a la de Giordani. La línea divisoria entre un cambio de funcionarios y una "purga política" radica tan solo en la finalidad.

 El presidente Nicolás Maduro, dijo que no hay excusa para "traicionar" el proyecto revolucionario que inició su antecesor, Hugo Chávez, y criticó los "grandes egos" de algunos "compañeros", al referirse sin nómbrala a  la ya famosa carta de Giordani.

Quien traiciona a quien dentro de una revolución, es algo difícil de determinar; ocurriendo algunas veces que los acusadores terminan siendo, al final,  los acusados.

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