Nunca olvidaremos el trágico inicio de esta semana laboral. Delcy Yapor, cumpliendo con sus obligaciones laborales, muere de manera repentina alcanzada por una bala disparada a dos delincuentes por un exraso de la Fuerza Aérea Dominicana. Esta muerte no destruyó solo a esta familia, sino también la vida de Franklin Padilla Núñez, quien ahora tendrá que vivir encarcelado, y con la culpa de haber cegado la vida de esta honesta señora cuando trataba de detener dos delincuentes.
Definitivamente, esta semana estuvo teñida de luto, no nos recuperábamos de la impresión de haber perdido a Delcy, cuando nos enteramos de la muerte de Jacqueline de la Cruz a mano de unos asaltantes que la interceptaron al terminar su jornada laboral.
Le sucedieron a esos casos tan indignantes y absurdos, los de José Rafael Pichardo Almonte, María Yvelisse Martínez, Estiven Rafael Rabelo Isabel y Julio Alberto Martínez Martínez, otras cuatro muertes relacionadas por la delincuencia que tuvieron lugar entre las 7:30 de la mañana del martes y la 1:45 de la madrugada del miércoles. Es decir, en menos de 24 horas.
Entonces, al analizar estos hechos, nos preguntamos, ¿Cuántas personas inocentes más tienen que morir para que el gobierno se dé cuenta que en nuestro país la delincuencia no es “percepción”?
A diario, solo en la ciudad de Santo Domingo, se reporta al menos una muerte a mano de delincuentes, casi siempre, de personas honestas que van o regresan de sus jornadas laborales.
Se ha normalizado en la cultura de nuestro país la delincuencia a tal grado, que somos las personas honestas los que tenemos invertir en medidas de seguridad gastando recursos que muchas veces no tenemos para que si nos pasa algo, el comentario no sea “andabas sin cuidado en la calle”.
¿Por qué somos las personas honestas las que tenemos que vivir con miedo? ¿Por qué somos precisamente las personas que mantenemos el Estado con el pago de nuestros impuestos las que tenemos que andar atemorizadas en las calles? ¿Por qué somos las personas que trabajamos diariamente para buscar un mejor futuro para nuestras familias las que tenemos que andar con los cristales de los vehículos tintados para que no nos reconozcan?
Estas son de las tantas preguntas que nos hacemos todos los días y que no obtienen respuestas, porque nuestros gobernantes, precisamente los mismos que elegimos ejerciendo nuestro derecho al voto, se hacen de la vista gorda, como si estas muertes no fueran significativas, como si a nadie les importaran.
Y yo solo me pregunto, señor presidente ¿Hasta cuándo voy a tener que esconder mi cartera?
Por Lucero Mateo