Mariano Rajoy se ha ganado el derecho a ser presidente del Gobierno. Por supuesto, con el permiso del lado izquierdo del Hemiciclo, que si quiere de verdad desalojarle de La Moncloa está condenado a entenderse más allá de Unidos Podemos y PSOE, que no sólo se han quedado sin la mayoría absoluta, sino que ni siquiera juntos superan a PP y Ciudadanos.
Al candidato popular ya no lo desalojan ni de la presidencia del PP, asunto resuelto a golpe de escaño. Por el contrario, Albert Rivera ha sufrido un descalabro que le deja casi fuera de juego. Pedro Sánchez, en cambio, ha cerrado la boca a quienes ya le estaban montando una gestora: ha perdido un escaño, pero no ha habido ‘sorpasso’. Ni mucho menos, ni en votos ni en diputados. Toda una lección de humildad para Pablo Iglesias, el verdadero perdedor ‘moral’ de estas elecciones.
El 26-J ha sido una catástrofe para las ‘fuerzas del cambio’. Podrán echarle la culpa al ‘Brexit’, pero ni con las grabaciones a Fernández Díaz lo han conseguido. No hay excusa ni para PSOE, ni para Unidos Podemos, ni para Ciudadanos, claramente castigados por los votantes, que les han dejado con las mismas opciones que después del 20D o incluso peor. Más que antes, los nacionalistas condicionarán cualquier pacto.
En cambio, han conseguido, muy probablemente, que Mariano Rajoy repita como presidente una segunda legislatura -más los seis meses en funciones-, resolver de un plumazo el problema de su sucesión -o sea, él- y hasta darse el gustazo de cambiarle el paso a José María Aznar, dispuesto este mismo lunes a hacerle trizas desde Guadarrama.
Es el hombre del día y del año. Su estrategia, que todos -servidor el primero- hemos criticado de forma inmisericorde, le ha salido incluso de lo que él mismo esperaba a tenor de lo que cuentan en Génova. Lo de ver a Albert Rivera a sus pies ha sido un regalo inesperado.
- Los resultados dejan una victoria arrolladora del PP y frustran el 'sorpasso' de Unidos Podemos al PSOE
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