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Exquisitas 7 flores en el bar: teatro visto desde si mismo, por José Rafael Sosa

Exquisitas 7 flores en el bar: teatro visto desde si mismo, por José Rafael Sosa

Por José Rafael Sosa
miércoles 16 de septiembre de 2015, 23:07h
Cruz aporta una exquisita experiencia escénica en Teatro Nacional. Elenco femenino pone un rico acento actoral.

Santo Domingo.- Un apunte El montaje de 7 flores en el bar apela a efectos visuales que enriquecen el quehacer teatral criollo.

El uso de proyecciones super formato blanco y negro con los rostros de las actrices, queda como un aporte técnico que sorprendió la platea. Igualmente el cambio escenográfico y del tono del diseño lumínico, en torno a un sorpresivo cambio de rol de uno personaje que hasta ese punto era anodino, selló con el sabor teatral de un trabajo respetable. José Rafael Sosa www.joserafaelsosa.com Teatro en el teatro.

Teatro nacido del teatro, pero no de la ficción de la escena, sino de la realidad, la cruel concreción de los hechos vinculados a la vida y hechos de quienes, enfundados en personajes e ilusiones, viven otras vidas. El incidente en que se basa esta obra, ocurre el 5 de diciembre de 1886 en el Teatro de Brooklyn, durante la función de la obra "The two orphans", y que representó el final de la carrera de la principal diva del teatro del momento, Kate Claxton. Giovanni Cruz, por algún designio o voluntad asumida, ha estado vinculado al teatro por el prisma de las incidencias trágicas y las maldiciones innombradas. Desde Amanda, que costó el precio de un dedo a uno de los técnicos de montaje hasta estas 7 flores en el bar, que nos trae el sabor de la desgracia devenida de la escena.

Actoralmente, el peso de la pieza radica en el desempeño de Zoila Luna (Violeta), Judith Rodríguez (Azucena), Karoline Becker (Margarita) y Carolina Félix (Rosa), quienes exponen las vidas de estas mujeres en sus ánsias y desencuentros, su valoración por el rol como dadoras del placer carnal o como referencias de una vida requerida de atenciones y afectos verdaderos. Zoila Luna hace un éxitoso regreso dramático y Judith Rodríguez (a quien vimos hace poco en el Hamlet de Aramburu, Bellas Artes) evidencia que es una de las actrices jóvenes más destacadas. Tiene peso escénico y conciencia profesional. Karoline Becker y Carolina Féliz, hacen lo propio y demandante de trabajar con un dramatúrgicamente necio, como es el director del trabajo. En un par de oportunidades, algunas gritan por encima del requerimiento del papel, en una sobreactuación innecesaria.

Mario Lebrón, sobrio y poseído de si mismo, cumple con dignidad la encomienda de personaje simbólico. Xajier Ortiz, es la gran sorpresa masculina por las disposiciones de la retorcida imaginación de dramaturgo. Los recursos de vestuario, tocados, peinados y escenografías son el principal recurso técnico. Impecables y efectivos, estos elementos colocan nuestro teatro a cualquiera altura escénica imaginable en cualquier parte de mundo. El diseño de escenografía es de Amaury Esquea, y la realización de la misma es de Arte Nativo y Carlos Ortega, el diseño y la realización de las luces es de Roberto De León, la composición musical es de Xavier Ortiz, y la musicalización es de Giovanny Cruz.

El vestuario fue diseñado por Renatta Cruz y Leonardo’s Formal, Diseño de joyas y tocados de Edgar López, y el maquillaje y peinado de José Navarro, Utilería de Victor Alonso, Dramaturgia y dirección de Giovanny Cruz, Producción artistica de Amaury Esquea y Producción de línea de Victor Alonso.

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