Mensaje para el Viernes Santo de la Conferencia del Episcopado Dominicano

Santo Domingo.- Hermanos y hermanas hemos llegado a este día verdaderamente Santo porque Cristo que es la Vida lo ha santificado derramando su sangre preciosa en la Cruz de la Salvación. La Muerte de Cristo no nos enlútese ni debemos convertir este día en un tiempo de duelo. Cristo murió por nosotros, dándonos así la prueba más clara de su Amor infinito y lo hizo con alegría y entusiasmo. Al morir cumplió su anuncio profético de que iba a atraer a todos hacia sí al decirnos: "Cuando yo haya sido levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí" (Juan 12,32). Por esta razón nos reunimos hoy juntos a la Cruz del Señor, atraídos por Cristo Rey de la Vida e invitamos al mundo de hoy a seguir viendo en la Cruz la señal de la Redención que cura todas las heridas de la indiferencia, del irrespeto a la vida, de la falta de solidaridad, el olvido de los más pobres, el soborno, la injusticia, el hambre, la violencia y el maltrato social expresado en los sueldos de miserias, la explotación descabellada de nuestros recursos naturales y el empoderamiento con los bienes comunes de un sector social. Cristo sigue llamándonos a ser compasivos y misericordiosos, quiere grabar en nuestra mente y corazón la ley fundamental de su amor enseñándonos que sólo cuando nos convertimos en servidores de los demás es cuando ocupamos el primer asiento en la vida eterna.