La movilidad urbana en Santo Domingo enfrenta desafíos por la desobediencia de los motoristas, que representan más del 60% de los accidentes viales. A pesar de avances en infraestructura, la falta de cultura vial y fiscalización erosiona la confianza ciudadana. Se requieren políticas integrales que incluyan educación y regulación para mejorar la seguridad.
Santo Domingo. La movilidad urbana en la capital dominicana sigue siendo un reto que combina avances en infraestructura con persistentes problemas de cultura vial. Mientras el Metro y el Teleférico representan símbolos de modernización, las calles continúan dominadas por un fenómeno que preocupa a ciudadanos y autoridades: la desobediencia de los motoristas.
Los motociclistas, protagonistas de buena parte del tránsito diario, se han convertido en actores indispensables para el transporte rápido y económico. Sin embargo, su presencia también refleja la fragilidad del orden vial. La circulación en vías contrarias, el irrespeto a los semáforos, la invasión de aceras y la falta de uso de cascos protectores son prácticas comunes que ponen en riesgo tanto a ellos como a peatones y conductores.
De acuerdo con las autoridades de la Dirección General de Seguridad de Tránsito y Transporte Terrestre (DIGESETT), los accidentes de motocicletas representan más del 60% de los siniestros viales registrados en el país. Esta cifra revela no solo la magnitud del problema, sino también la urgencia de políticas públicas más firmes y sostenidas.
La paradoja es evidente: mientras Santo Domingo avanza hacia sistemas de transporte masivo más seguros y sostenibles, el caos cotidiano generado por la desobediencia de los motoristas erosiona la confianza ciudadana en la movilidad urbana. La falta de fiscalización constante, sumada a la informalidad laboral de miles de motoconchistas, dificulta la aplicación de medidas efectivas.
Expertos en seguridad vial insisten en que la solución no puede limitarse a sanciones. Se requiere un enfoque integral que combine educación ciudadana, regulación laboral y campañas de concienciación. El tránsito no solo es un asunto de infraestructura, sino también de cultura y responsabilidad compartida.
En este contexto, Santo Domingo enfrenta un dilema: ¿cómo equilibrar la modernización del transporte con la disciplina vial necesaria para garantizar seguridad? La respuesta pasa por reconocer que la movilidad urbana es un reflejo de la convivencia social. Y mientras los motoristas sigan desafiando las normas, el tránsito capitalino seguirá siendo un espejo de la tensión entre progreso y desorden.