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 Alfonso M. Becker
Alfonso M. Becker

Alfonso M. Becker: Ese hombre es para mí

miércoles 11 de marzo de 2015, 16:18h
La reunión era en el yate "Crimea", propiedad del magnate Serguei Kabronov, el número uno de la mafia rusa en Miami... Se simulaba una fiesta americana del 4 de julio en la cubierta de popa de la nave pero, en el gran salón de reuniones de la bodega del barco, se estaba tratando un asunto muy importante que ya estaba sacando de sus casillas a Kabronov: darle salida a los 1.500 millones de dólares que habían generado sus operaciones comerciales en el Caribe, en los últimos cuatro años. Había buen ambiente en esa reunión. Solo doce hombres y el jefe. La mesa estaba bien servida con fuentes de caviar ruso, pan ruso de San Petersburgo, cerveza Baltika, varias botellas de vodka ruso Granenych, y el plato estrella para cada uno de los comensales que era ensaladilla rusa, el favorito de Kabronov... El jefe se levantó para el brindis protocolario, en toda mafia que se precie ser rusa, y dijo levantando su vaso de vodka: "Hoy es un día agridulce, por un lado estamos muy contentos de ser ricos y , alguno como yo, multimillonario... pero hemos perdido el último cargamento de cocaína que se ha incautado la policía de Miami... así que primero seamos felices brindando  ¡Vashe zdorovie! ¡ y después ya lo arreglaremos.." . Cuando todos se hubieron sentado para dar cuenta de la mejor ensaladilla del mundo con langostinos del Volga, guisantes de Moscú y zanahorias de Sebastopol...  Kabronov se levantó y comenzó a dar vueltas a la gran mesa dando un discurso poético sobre la lealtad y el patriotismo ruso en contraposición a la cantidad de maricones que había en América... Se detuvo detrás de uno de sus hombres, le toco la cabeza y lo puso como ejemplo de lo que era un despreciable marica y de lo que no se debe hacer... violentamente le metió la cabeza en el plato de ensaladilla mientras cogía un cuchillo de la mesa y le dio catorce puñaladas en la espalda, para finalmente dejarle el cuchillo clavado en el cráneo... Naturalmente la cena continuó como si no hubiese pasado nada.
 
Olga Papodelova era una mujer de extraordinaria belleza. A sus treinta años, recién cumplidos, había sido reconocida en Miami como "Canon femenino universal" y "Canon de la sexualidad global" por las prestigiosas instituciones ModaZoneMD, Ocean Drive FashionMD y la famosa revista de Coconut Grove, Sexual HurricaneMD.  Toda la literatura mediática se refería a ella como la mujer más hermosa del mundo, el cuerpo más bello del planeta, muy por encima de cualquier otra jovenzuela top model, y la mujer mejor hecha por Dios Bendito, de toda la historia de la humanidad... Radio Miami dijo de ella: "es el tipo de mujer rusa de dos metros de alta, esbelta, con un cuerpo perfecto, sensual, sexi, que atrae la mirada de los hombres y sus malos pensamientos en cuanto se pone sus tacones de aguja...", "Es la mujer que mira de reojo y sabe que los hombres se agrandan, se alegran de verla, suspiran por ella y se sienten infinitamente desgraciados por no poseer semejante tesoro", "Es la hembra perfecta", "Su esposo es un hombre afortunado como corresponde a un multimillonario".
 
Cuando Olga se doctoró, con apenas 23 años,  en  Antropología de las Sexualidad en la International Coconut University, se diplomó además en inglés y español. Amaba la cultura española y el hecho -para ella prodigioso- de que en Estados Unidos, más de 52 millones de personas se expresaran en español y que en el continente americano fueran más de 500 millones los que hablaran esa lengua... Todas sus amigas hablaban español, estaban relacionadas con el arte y a Olga le pareció que, algún día, además de su doctorado en Antropología, el conocimiento del variopinto y rico arte hispano, le serviría para adentrarse en el negocio de la pintura y de la escultura que conocía de antemano.  Serguei Kabronov,  le echó el ojo en una exposición de arte erótico y la sedujo al extremo de tratarla como a la reina de todas las Rusias y cubrirla de diamantes, de la cabeza a los pies, siendo ella una simple muerta de hambre a pesar de su preparación universitaria y de su escandalosa hermosura y belleza. De la noche a la mañana, se convirtió en la esposa de uno de los hombres más ricos del mundo: el Jefe de la mafia rusa de Miami.

La reunión era en el yate "Crimea", propiedad del magnate Serguei Kabronov, el número uno de la mafia rusa en Miami... Se simulaba una fiesta americana del 4 de julio en la cubierta de popa de la nave pero, en el gran salón de reuniones de la bodega del barco, se estaba tratando un asunto muy importante que ya estaba sacando de sus casillas a Kabronov: darle salida a los 1.500 millones de dólares que habían generado sus operaciones comerciales en el Caribe, en los últimos cuatro años. Había buen ambiente en esa reunión. Solo doce hombres y el jefe. La mesa estaba bien servida con fuentes de caviar ruso, pan ruso de San Petersburgo, cerveza Baltika, varias botellas de vodka ruso Granenych, y el plato estrella para cada uno de los comensales que era ensaladilla rusa, el favorito de Kabronov... El jefe se levantó para el brindis protocolario, en toda mafia que se precie ser rusa, y dijo levantando su vaso de vodka: "Hoy es un día agridulce, por un lado estamos muy contentos de ser ricos y , alguno como yo, multimillonario... pero hemos perdido el último cargamento de cocaína que se ha incautado la policía de Miami... así que primero seamos felices brindando  ¡Vashe zdorovie! ¡ y después ya lo arreglaremos.." . Cuando todos se hubieron sentado para dar cuenta de la mejor ensaladilla del mundo con langostinos del Volga, guisantes de Moscú y zanahorias de Sebastopol...  Kabronov se levantó y comenzó a dar vueltas a la gran mesa dando un discurso poético sobre la lealtad y el patriotismo ruso en contraposición a la cantidad de maricones que había en América... Se detuvo detrás de uno de sus hombres, le toco la cabeza y lo puso como ejemplo de lo que era un despreciable marica y de lo que no se debe hacer... violentamente le metió la cabeza en el plato de ensaladilla mientras cogía un cuchillo de la mesa y le dio catorce puñaladas en la espalda, para finalmente dejarle el cuchillo clavado en el cráneo... Naturalmente la cena continuó como si no hubiese pasado nada.
 
Olga Papodelova era una mujer de extraordinaria belleza. A sus treinta años, recién cumplidos, había sido reconocida en Miami como "Canon femenino universal" y "Canon de la sexualidad global" por las prestigiosas instituciones ModaZoneMD, Ocean Drive FashionMD y la famosa revista de Coconut Grove, Sexual HurricaneMD.  Toda la literatura mediática se refería a ella como la mujer más hermosa del mundo, el cuerpo más bello del planeta, muy por encima de cualquier otra jovenzuela top model, y la mujer mejor hecha por Dios Bendito, de toda la historia de la humanidad... Radio Miami dijo de ella: "es el tipo de mujer rusa de dos metros de alta, esbelta, con un cuerpo perfecto, sensual, sexi, que atrae la mirada de los hombres y sus malos pensamientos en cuanto se pone sus tacones de aguja...", "Es la mujer que mira de reojo y sabe que los hombres se agrandan, se alegran de verla, suspiran por ella y se sienten infinitamente desgraciados por no poseer semejante tesoro", "Es la hembra perfecta", "Su esposo es un hombre afortunado como corresponde a un multimillonario".
 
Cuando Olga se doctoró, con apenas 23 años,  en  Antropología de las Sexualidad en la International Coconut University, se diplomó además en inglés y español. Amaba la cultura española y el hecho -para ella prodigioso- de que en Estados Unidos, más de 52 millones de personas se expresaran en español y que en el continente americano fueran más de 500 millones los que hablaran esa lengua... Todas sus amigas hablaban español, estaban relacionadas con el arte y a Olga le pareció que, algún día, además de su doctorado en Antropología, el conocimiento del variopinto y rico arte hispano, le serviría para adentrarse en el negocio de la pintura y de la escultura que conocía de antemano.  Serguei Kabronov,  le echó el ojo en una exposición de arte erótico y la sedujo al extremo de tratarla como a la reina de todas las Rusias y cubrirla de diamantes, de la cabeza a los pies, siendo ella una simple muerta de hambre a pesar de su preparación universitaria y de su escandalosa hermosura y belleza. De la noche a la mañana, se convirtió en la esposa de uno de los hombres más ricos del mundo: el Jefe de la mafia rusa de Miami.

Ese palo santo sagrado que la hembra adora...
 
Efectivamente, Olga Papodelova, vivía como una reina, llevaba siete años casada y su marido le daba todos los caprichos; podía salir con sus amigas a divertirse cuando ella quisiera y a la hora que quisiera, dedicarse a lo que a ella le diera la gana, siempre que se comportara como una buena y respetable esposa, por supuesto. Pero la hermosa treintañera no era feliz. Tardó siete años en confesarle a su madre, su mejor amiga íntima, que no sabía lo que era ser amada por un hombre... Lo dijo apesadumbrada y mirando hipnotizada el horizonte marino. La luna alumbraba tenuemente el velador de la terraza News Cafe,  un coqueto y pintoresco bar en la esquina de Ocean Drive con la calle 8... Su madre no podía creer lo que estaba escuchando porque ella tuvo a Olga con 15 años, conoció el amor con ese primer hombre que la dejó embarazada. Era un marinero altísimo, rubio y con ojos azules como el mar Báltico, tenían un gran cuerpazo y también era el más grande sinvergüenza de la humanidad porque estaba casado y tenía ocho hijos... pero le daba gracias a Dios porque ese hombre le transmitió los genes a su hija a través de sus partes íntimas varoniles incrustadas en las suyas propias en una noche sexual a los tiernos quince años... 
 
Ella sí que sabía lo que era el amor masculino porque se enamoró del marinero y mucho más lo deseaba cuando le susurró en la oreja que la amaba locamente, que la deseaba, que moriría por ella... Se sintió mujer.  Experimentó lo que era un hombre metiéndose en sus entrañas haciéndola ver las estrellas, a pesar de que estaba nublado... y sintió el calor de un aventurero que había visto mundo, su olor a tabaco y su aliento de alcohol; supo lo que era un abrazo que calentaba como una estufa en el traqueteo amoroso, ese ardor del himeneo a pesar de que la sedujo y la cogió en un granero de la Siberia a cuarenta grados bajo cero... Qué día tan inolvidable... Cogió una pulmonía.
 
-¿Me estás diciendo que Serguei no te ama? -preguntó sorprendida su madre- ¡Me lo imaginaba! Ese cabrón debe tener un harem de putas del Caribe y te está haciendo desgraciada. ¡Cerca de ocho años han pasado y no se ha preocupado nunca por darme nietos! ¿Es un gánster de mierda sin clase! Cosaco borracho, tártaro hijo de su perra madre, mal marido, chulo...
 
-Cállate, mamá, no seas ordinaria que te van a oír... No hay putas de por medio ¿sabes? Se trata de otra cosa... ya sabes... no se le pone grande, erecta... no se le pone tieso el pene... ¿comprendes? Te cuento esto para que entiendas, sin dramatismo moscovita, que tengo treinta años y todavía soy virgen...
 
A su madre se le vino el mundo abajo. Se le cayeron dos lagrimones y comprendió perfectamente la vida desgraciada que llevaba su preciosa hija. Mientras su pequeña no había conocido varón, ella tuvo una docena de amantes fijos solo en Rusia y no descartaba encontrar un hombre en Miami que la hiciera su esposa y que le hiciera sentar la cabeza, porque a sus 45 años, todavía estaba más caliente que una sartén al rojo vivo y la vida había que aprovecharla antes de convertirse en una arrugada uva pasa... Desde aquella primera vez en el granero, no encontró nada más placentero en la vida que ser poseída por un hombre. Una mujer no es nada sin un hombre. Y si quería ser alguien o algo sin hombres... estaba obligada, por lo menos, a probarlo. Su desdichada hija no había experimentado el placer que provoca ese palo santo salvaje que convierte a las muchachas en hembras... 
 
-¿Y qué vas a hacer, cariño?
 
-No te preocupes por mí... ya soy mayorcita para saber lo que tengo que hacer. No olvides que soy una doctora en Sexología  muy inteligente...
 
 Un muchacho guapísimo de exquisitas maneras...
 
Cuando John Laloka fue destinado a la sucursal en Miami de "Galerías el Amor del Hombre" comprobó, gratamente, que efectivamente era el más preciso local de la empresa en los Estados Unidos. Como experto en Sociología aplicada a las relaciones humanas, Grado Superior de Economía en Arte Moderno y máster en Interiorismo y Tendencias de Género, su trabajo consistiría principalmente en dar una nueva y positiva imagen de la corporación; motivar e incentivar a los diez empleados homosexuales para conseguir multiplicar las ventas de obras de arte, enriquecer el stock diversificando los temas artísticos tratados en la obra y sacarlas de ese absurdo, ineficaz e inservible "sótano uterino" para mostrarla al completo en una gran nave adjunta que la oficina central de la empresa había adquirido.
 
-Por Dios... "sótano uterino" ¡qué asco! -exclamó uno de los empleados.
 
-Cállate, idiota, no seas vulgar  -ordenó John Laloka-  sí... así es, sótano uterino...  tenemos que "dar a luz" miles de obras y venderlas. Si hacemos bien nuestro trabajo, todos seremos los mariquitas más ricos de Miami... Esa es la directriz de la empresa y esa es la meta que me he marcado como jefe de esta sucursal. No quiero locas en esta empresa. Antes que nada, somos homosexuales exquisitos con una gran preparación artística y un maravilloso don de gentes.
 
John Laloka, estadounidense de origen polaco, era un bellísimo espécimen masculino de un metro noventa de alto y complexión atlética, con todo el cuerpo perfectamente depilado, una melenita rubia con acabado en el cuello a lo garzón y un gracioso tupé amarillo de oro que, perfectamente estudiado, cubría su frente, tocando discretamente su ceja derecha... Hablaba cuatro idiomas.  No era lo que se dice un jefe normal con sus empleados. Le gustaba mandar,  pero dulce, suavemente y en última instancia... pues sus estudios le sugerían siempre que, entre mariquitas y lesbianas, el jefe debe ser un entrañable compañero sin que ello signifique relación amorosa alguna y mucho menos promiscuidad sexual, es más, había una orden estricta en la empresa concentrada en la máxima: "non sexus inter operators", es decir, en español y para la comunidad hispana, "donde está el mendrugo, no metas el tarugo..."  
 
La nave se inauguró con una exposición fotográfica de traseros masculinos de todas las etnias y procedencias del planeta. Paralelamente, una colección de penes de madera, mármol, marfil, alabastro y variados metales, se repartían por toda la estancia. Algunas de las esculturas peniformes eran de un valor incalculable pues eran religiosas y objeto de adoración de pueblos primitivos... Toda una pared especial, estaba reservada al amor gay en óleos, acuarelas y acrílicos donde el hombre daba rienda suelta a sus pasiones homosexuales de forma sublime y las mujeres lesbianas expresaban toda su delicadeza púbica y la inigualable belleza, dulzura y sensualidad de sus caricias... La exposición era un poco comprometida porque podía llamar a equívocos y malentendidos, pero ya era hora -pensó John Laloka- de sacar a la luz los sentimientos del amor en toda su diversidad... Ya era hora de expresar en los Estados Unidos que todo lo que parecían rarezas del amor, habían existido desde el principio de los tiempos... La exposición fue un éxito rotundo porque mujeres y hombres abarrotaron la nave y había cola en la calle para entrar...
 
El encuentro...             
 
John Laloka, envió su primer informe a la central de la empresa. En éste, indicaba que la estrategia había surtido efecto e hizo saber que solo con los ingresos por venta de la primera semana, se había permitido colocar un depósito bancario para la compra de tres mil penes de fabricación artesanal centroafricana. "Nunca imaginé que fueran las mujeres las que compraran la mayor cantidad de penes... en principio supuse que era al revés, que los hombres se decantarían por ese objeto artístico"-escribió. Con respecto a las nalgas masculinas fotografiadas, fueron los compradores gay la gran mayoría pero entre dos mujeres se llevaron una colección completa de culos esquimales. Las pinturas artísticas eran caras de salida y -según Laloka-  "no conviene venderlas a cualquier precio porque hemos grabado en vídeo un desorbitado interés por los cuadros, lo que me hace intuir que o bien son marchantes interesados o bien son compradores en potencia que están pensando en una buena oferta", "Atención, central, muchos de los mirones, eran feos, descorteses, agresivos y maleducados, de la mafia rusa"...  El nuevo director de "Galerías el Amor del Hombre" en Miami, cerró su informe diciendo que todo iba okey como estaba previsto... La galería ya era un punto de referencia artístico en Miami.
 
John Laloka se puso guapo y se dio un paseo por la playa para relajarse, iba descalzo con unos mocasines rojos de ante en la mano derecha, torso al aire, gafas de sol fashion, a la última, tipo Lolita y unos short de tela vaquera envejecida, en color rosado y con algunos rotos en la parte trasera que, graciosamente, dejaban ver parte de sus preciosos glúteos... Andares y movimientos delicados y exquisitos que lo descartaban como vulgar paseante y lo presentaban, en cambio, como un hermoso bailarín emprendedor en Miami. Era normal que no pasara desapercibido... tanto es así, que los componentes de una pandilla de delincuentes que se estaban pasando un porro de marihuana, se dirigieron a él con todo tipo de obscenidades: "Oye guapo, vente aquí con nosotros, que te vamos a poner el culo como una coliflor", "Qué zapatitos más lindos de maricona"... A pesar de la tremenda ordinariez, el guapo de John no se inmutó y siguió su camino.
 
Tampoco pasó desapercibido para Olga Papodelova que se encontraba con su madre resguardándose del sol bajo una sombrilla pinchada en la arena mientras un guardaespaldas las vigilaba a una distancia prudente...
 
-Ese hombre es para mí...
 
-¿Qué hombre, Olga?
 
-No te hagas la loca que tú también lo estabas mirando -respondió a su madre.
 
-¿Te refieres al mariquita con el que se meten los drogatas?
 
-Ese hombre es mío... tiene que ser para mí...
 
Olga Papodelova se dirigió al guardaespaldas y le dio instrucciones al oído. El gorila ruso fue hacia la pandilla de delincuentes y le pegó un puñetazo en la cabeza al que tenía el porro en la boca y lo dejó sin sentido, y a continuación le quitó el porro de los labios, le bajó en bañador y se lo metió por el culo... Cuando el resto de la pandilla reaccionó con tono amenazante, el guardaespaldas ruso se abrió la chaqueta y mostró un subfusil ametrallador... Todos huyeron despavoridos.  Olga corrió al encuentro se John y se situó a su altura:
 
-Disculpe, creo que nos conocemos... Me llamo Olga y si lo recuerda le pregunté por el precio de un lienzo al óleo en la exposición que usted dirige...
 
-Lo siento, señorita, pero no la recuerdo, de todas formas es un placer para mí y beso su mano... John Laloka a sus pies...
 
-También es un placer para mí -contestó Olga- y debe saber que el haber interrumpido su paseo y molestarle unos minutos, ha sido para preguntarle si puede darme una cita en las oficinas de su empresa para negociar una compra importante pues estoy muy interesada en adquirir la colección completa de pinturas. Dada su elegancia y su estilo, he supuesto que dispones de una sala VIP para recibirme dado que le estoy hablando de algunos millones de dólares y me gusta tratar esto discretamente y con la necesaria intimidad que, naturalmente, no puede darnos ninguna sala de hotel y ningún otro sitio...
 
La negociación...
John Laloka estaba como loca, nerviosísimo, movilizando a toda la plantilla en la nave para decorar su oficina en el altillo de la nave. Escuchaba todas las sugerencias y opiniones y quería que no faltara un solo detalle para una compradora VIP que estaba hablando de millones de dólares... Alfombra roja de Hollywood para subir al altillo y una renovación completa de todo el mobiliario porque la amplia estancia no debería parecer solo una oficina sino un "todo a la vez"... Una suerte de apartamento de lujo propio de un gran vendedor de arte, algo sensual, elegante, 

-¿Qué quieres decir con un todo a la vez?  -preguntó John.

-Tiene que haber una cama de matrimonio -dijo Rosse- la gente multimillonaria quiere un trato "total" y no le puede faltar de nada...

-¿Puedes explicarte, Rosse?

Rosse Lovembaum era la lesbiana del grupo y explicó que los millonarios sofisticados necesitan ser seducidos en su máxima expresión, no solo con champán francés sino con una buena comida y para terminar... una cama que solo aparecerá si ella la desea, reclama, o simplemente la piensa porque ese el arte de conocer al otro... una cama de lujo, oculta, que aparecerá con solo apretar un botón si su deseo es culminar la velada con amor femenino... 

-Y para eso estoy yo... esperando aquí abajo -puntualizó Rosse.

-Perfecto, buena idea, genial, hay que estar en todo -dijo John muy contento y emocionado.
 
Olga Papodelova y John Laloka subieron a la estancia. Se sentaron ante una mesa Luis XVI con mantel de seda de la China con motivos eróticos y amatorios. Rosse hizo de camarera con un exótico delantal que le dejaba el culo al aire discretamente cubierto con una bragas transparentes. Sus dos puntiagudos pechos sobresalían por encima del delantal mostrando sus dos pezones negros como moras a juego con el mantel. El almuerzo consistía en una ensalada de verduras con pato a la naranja y el postre era un mousse de chocolate venezolano con trufas francesas y licor de cerezas...
Olga le explicó que compraba en ese momento la colección completa por seis millones de dólares.
 
-¿Pero por qué va a pagar 6 millones por unos cuadros cuyo precio no pasa de 10.000 de dólares? -preguntó John sorprendido.
 
 La Papodelova le dijo que su marido tenía contactos en las casas de subasta de Londres y Moscú  para catalogar los cuadros como obras valoradas, en conjunto, en más de 500 millones de dólares... Su marido legalizaba esa cantidad no declarada de su fortuna y John Laloka sería obsequiado no solo con los ingresos de 6 millones por la venta de los cuadros sino que le prometía cuatro obras pictóricas que iban a ser supervaloradas muy pronto; un regalo de 20 millones de dólares, especialmente para él...
 
-Y ahora vayamos al grano -dijo Olga con cierta sensualidad- ¿No tiene un sitio más blando y cómodo donde relajarnos para expresarle mis ambiciones y deseos para nuestro futuro comercial en común? 
 
John Laloka le dio a un botón de lo que parecía una biblioteca y se desplegó una cama que al llegar al suelo dejó ver un cabecero acrílico que mostraba a una mujer africana besando el pubis de una japonesa bizca de placer...
 
-Es un motivo muy interesante -dijo Olga mirando el cuadro- ahora solo queda la duda de saber si era bizca antes o después del beso... 
 
Olga Papodelova le hizo una señal para que se acercara a la cama donde se había sentado y John lo hizo obedientemente porque esa mujer era poderosa y lo iba a hacer rico... Cuando llegó a su altura, Olga lo tomo por una y otra cadera acercando su bragueta a sus labios. Susurró que Dios lo había puesto en su camino para que se cumplieran sus recónditos deseos, para dejar de sufrir el calvario sexual que padecía y para ser inmensamente feliz... John hizo además de separarse pero no sabía cómo porque tenía que cogerle la cabeza y no le pareció adecuado...
 
-Por favor, doña Olga, no soy lo que usted piensa... verá usted, yo soy homosexual y me suelo enamorar de hombres, así que creo que es mejor que llamemos a la camarera por si a usted le apetece algo...
 
-Te quiero a ti -dijo Olga- y vas a ser mío ahora mismo...
 
-No puedo, por favor, la mujeres me dan repelús, no quiero que se lo tome a mal pero...  
 
Y no le dio tiempo a decir nada más porque Olga le quitó el cinturón y comenzó a desabrocharle la bragueta mientras le explicaba que su marido era el jefe de la mafia rusa y solo una palabra suya bastaría para que la banda entera lo violara y su esposo, asesino brutal de la estepa rusa, lo torturara y descuartizara. No le quedaba otra opción que satisfacerla. Solo por eso, sería multimillonario...
 
-¿Dice usted que es un bárbaro cosaco de la Siberia?
 
-De dos metros de alto, 150 kilos de peso, apestoso, antihigiénico, borracho, y más feo que su puta madre. 
 
-¡Por Dios! ¡Qué miedo! ¿Qué grosería!
 
-Anda, relájate y déjame que te salve....
 
Y cuando le bajó los pantalones hasta las rodillas, se sorprendió gratamente porque el paquete que envolvía aquellos preciosos calzoncillos de Calvin Klein, de color rosa, aseguraba un hermoso aparato sexual masculino señalado y plegado, perfectamente, hacia un lado y arriba, hacia el noroeste, como obesa aguja de un reloj señalando las dos de la tarde, con lo que sin duda eran dos espléndidas chirimoyas en la base... Así que le bajó los calzoncillos para ver lo que ya estaba imaginando:
 
-Dios mío de mi vida... ¡Virgen de Vladivostok!
 
Olga Papodelova, besó con devoción toda esa obra de arte de la sexualidad masculina que creció y creció hasta adquirir el tamaño y la belleza de las partes propias de un potro pura sangre, de un joven y hermoso caballo, de un precioso semental para darles alegría a las yeguas... Tiró de él hacia la cama y el mariquita de John la cogió por los cabellos, la inmovilizó sobre las sábanas, le quitó las bragas, la besó salvajemente en los labios, la rechupeteó por todo el cuerpo y le separó los muslos para darle a Olga lo que estaba pidiendo con gritos, jadeos y susurros... Un huracán de pasión le entró por sus partes y Olga se volvió como loca diciendo barbaridades sexuales en ruso. Cuando aquel guapo señor Laloka se cansó de una postura, la puso de otra y la embistió como solo se arremete contra una perra en celo. Quedaron exhaustos y John se sorprendió al ver las sábanas manchadas de sangre...
 
-¿Te he he hecho daño, cariño?
 
-No, vida mía, no me has hecho daño, me has hecho una mujer... ¿No decías que tenías repelús por mi papo?
 
Y John la besó con ternura desde la cabeza a los pies. La mimó y la acarició hasta que Olga Papodelova se quedó dormida con dos lagrimitas en sus mejillas.
 
Cuando Olga le contó a su madre que se había enamorado de John Laloka y que quería un hijo suyo, le dio un vuelco el corazón y se propuso investigar qué clase de individuo era ese mariquita que la había vuelto loca pues todo hacía presagiar que su desgraciada hija, al no contarle los detalles del encuentro, se había casado primero con un impotente y después se había encaprichado de un marica... Así que fue a verlo y le dijo que quería mantener una charla privada en la oficina. Nada más llegar arriba, la madre cerró la puerta con pestillo y le dijo al señor Laloka: "Hazme el amor ahora mismo o le digo a mi yerno, jefe de la mafia rusa, que  has violado a mi hija y te puedo jurar que te descuartiza" ..  La madre se lo llevó a la cama, lo tumbó, lo desnudó y se quedó asombrada ante las descomunales proporciones del mariquita.
 
-Te prometo que si me das gusto, placer y me haces feliz, te compro ahora mismo cien mil dólares en cuadros...  
 
La madre reclinó su cabeza sobre ese maravilloso objeto de deseo que tenía John entre las piernas y la hermosa mujer de 45 años se vio, de pronto, arrastrada en la cama, poseída en la alfombra, guarreada encima de la mesa del despacho y extasiada contra la pared y contra la puerta antes de experimentar un tormentoso orgasmo que la puso pringueando por todas sus parte íntimas.  
 
Informe definitivo...

Madre e hija quedaron embarazadas y dieron a luz dos preciosos y hermosos bebés, rubios con ojos azules. Serguei Kabronov asesinó a todos sus hombres creyendo que cualquiera de ellos podría ser el culpable de semejante ofensa hacia el jefe. Alcoholizado y derrumbado emocionalmente, el mafioso se acercó a la piscina de cocodrilos que tenía para deshacerse de los cadáveres y fue arrastrado hacia el fondo por un caimán y devorado. John Laloka envió el último informe al cuartel general del FBI en J. Edgar Hoover Building, Distrito de Columbia:

"La operación ha terminado y he alcanzado todos los objetivos previstos. El agente Robert López ha sido vengado y su cadáver extraído del fondo de la bahía. Como el jefe de operaciones había acordado y me prometió, me desligo del cuerpo y comienzo mi vida de civil como propietario en bienes gananciales de todo el imperio de Kabronov. Me he casado con Olga Papodelova y tenéis siempre a vuestra disposición esta humilde empresa multimillonaria dedicada al arte y este humilde yate "Crimea" donde vivo y donde siempre seréis bien recibidos..."  

En la cubierta del yate, a la luz de la luna de Miami, Olga Papodelova tomaba un Martini seco con aceituna y le recordó a su madre:

-Te dije que ese hombre era para mí en cuanto lo vi... 
 
-Querrás decir para nosotras -contestó la madre.

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