Sobre lo presentado, advertimos en primer lugar, una grave desproporción en lo anunciado.
La vertiente tributaria domina el espacio por encima de las previsiones para contener el gasto por lo que lo presentado constituye más una reforma tributaria en lugar de una reforma fiscal; lo cual es sumamente arriesgado dadas las experiencias nacionales e internacionales al respecto.
Esto es especialmente importante dado que el gobierno ha presentado un presupuesto 2025 con gastos corrientes superando en 53 mil millones los ingresos corrientes: un 4% de gastos por encima de los ingresos; porcentaje que tenderá a aumentar ya que ordinariamente la ejecución presupuestaria es mayor que lo programado.
Un gobierno que presupueste gastar en partidas corrientes más de lo recaudado carece de autoridad moral para imponer nuevos tributos. Depender del endeudamiento para cubrir cargas fijas, para poder invertir un peso para pagar deuda vieja; violenta el mandato constitucional de velar por el buen manejo de las rentas públicas. Mas aun al ponderar las amortizaciones presupuestadas a la deuda pública.
Sumadas al déficit anterior, las erogaciones superan en 234 mil millones, es decir 18%, los ingresos consolidados. Un presupuesto que carece de capacidad de maniobra para pagar su deuda atenta contra el mandato constitucional de una economía sostenible.
Por eso esperábamos una precisión mayor en las propuestas para reducir el gasto corriente que la presentada. En segundo lugar advertimos la necesidad de esperar el texto de la ley que se presente, sus puntos y sus comas. Una evaluación basada en láminas propias de un espectáculo puede resultar engañosa, particularmente en lo referente a las exenciones, reducción de eliminaciones tributarias, impuesto a la propiedad, etc.
Advertimos sobre las omisiones y los efectos adversos que lo propuesto pudieran tener, particularmente con relación a la elusión tributaria. El mantenimiento de los impuestos a operaciones bancarias y de la tasa del 18% al ITBIS mantendrán o aumentarán los niveles de informalidad de nuestra economía; ya de por sí más informal que formal.
Con una informalidad superior al 50%, con vocación a aumentar en base a lo anunciado, la presión tributaria nunca podrá alcanzar las aspiraciones expuestas; arriesgado todos los intentos de racionalización tributaria, fiscal y económica.